José Luis Melero: "Es absurdo comprar libros que sabes que no vas a tener tiempo de leer, pero sueñas que un día lo harás"

Bibliotecas y Extravíos, el nuevo libro del bibliófilo aragonés repleto de "tontadas que no son tontadas" de alta cultura

17 de Noviembre de 2024
José Luis Melero y Bibliotecas y Extravíos, libro de tontadas que no son tontadas sino alta cultura

Chema improvisó. Al presentador oficial le habían fallado las bujías -del auto- y hubo de definir a José Luis Melero, autor de Bibliotecas y Extravíos, como el Librero que es, capaz de sacar de palabras de la chistera o del baúl de la experiencia: bibliófilo, fundador de Rolde y experto en la literatura aragonesa en una acrobacia verbal, "cuanto más rara, más experto". Lleva ya una veintena de libros, habitualmente sobre libros, autores y literatura...

Y Aniés, que como todo curioso fundamenta diálogos en preguntas, formuló una: ¿a qué obedece el título? Y, sobre una evidencia propia, arrancaba el soliloquio de Melero en la Anónima de Huesca. "No sé, se me ocurrió. Yo soy muy malo poniendo títulos y entonces me lo ponen los amigos. Primero Félix Romeo, luego Martínez de Pisón... Pero éste es mío. Y se nota... es peor. Me gustó, me suena eufónico. Hablo siempre de las bibliotecas, de las reuniones de libros, de mi casa, llena de libros. Y de los extravíos en el sentido de pérdida de la razón, que nos extraviamos los bibliófilos, los que amamos tanto los libros, como Don Quijote, y ya perdemos la cabeza. Estas son reuniones de libro y pérdidas de la razón, extravíos. Yo compro libros que sé que no voy a poder leer, que no me va a dar tiempo en la vida. Todos los compro con intención de leerlos porque no me da la vida. Es absurdo comprar libros que sabes que no vas a tener tiempo de leer, pero siempre sueñas con que un día los vayas a poder leer".

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Como buen bibliófilo, se siente cómodo en la atmósfera de la Anónima y lo reconoce sin ambages. "Empecé a escribir esta serie de libros porque creí en un determinado momento que tenía que contar todo lo que había leído. Yo había leído muchas cosas y muy raras, muy diferentes a las que lee la gente actual, fuera del mercado, cosas que no te recomiendan los suplementos, libros antiguos desconocidos... Las cosas que nos gustan a los que nos gustan las cosas suburbiales, las carreteras secundarias de la literatura, lo que no está trillado, lo que no te enseñan en ninguna parte. A mí lo que te enseñan en todas partes... ya nos lo sabemos o es sencillo de saber yendo a los manuales, pero hay muchas cosas que no están en los manuales, que nadie sabe, que están solo en algunos pocos libros raros que yo había leído y tengo por mi condición de bibliófilo y de buscador de libros raros".

Y, como había leído cosas raras, se preguntó: "¿Cómo no contarlas? Quedármelas para mí me parecía un poco egoísta. Ya que he leído todas estas cosas y me he divertido mucho leyéndolas, voy a contarlas para que los demás disfruten exactamente igual que he disfrutado yo. Si yo he disfrutado mucho leyendo libros raros, cosas desconocidas que no sabe nadie, cosas que no salen en los manuales, que no están en el canon, ¿por qué guardármelas para mí? Por eso yo he sido un escritor tardío. Empecé a escribir libros exentos firmados solo por mí con "Leer para contarlo" que eran mis memorias de bibliófilo de 2003".

Tiene su coherencia temporal su condición de autor "tardío". "Sólo podía escribir cuando era hombre formado, cuando ya había leído muchas cosas que me parecía interesante contarlas. A los veinte años me hubiera parecido imposible, porque no sabía estas cosas".

Siente la necesidad de explicar sobre Bibliotecas y Extravíos las partes del libro, desde la cubierta (la que llamamos portada habitual y equivocadamente) a la portada impresa y tipográfica y, entre ambas, la o las páginas de respeto (una o dos), blancas o de cortesía. "Siempre me apunto aquí cosas a lápiz, desde chaval. Y me pongo: página 195, "ver..."" Muchos de sus libros están con notas, y cuando pasan los años va a buscarlos porque sabe que hay cosas curiosas.

Pone el ejemplo de Edgar Neville "que fue alcalde de Salou". Y narra la historia con precisión y amenidad. Un grupo de falangistas capitaneados por Dionisio Ridruejo en labores de propaganda, donde estaban Jacinto Miquelarena -el suicida más famoso de la falange que se tiró al metro en París-, Samuel Ros que participó en el traslado de los restos de José Antonio (versionado por Paco Cerdá con Presentes) desde Alicante y escribió un libro contándolo y Edgar Neville, que había hecho películas en Hollywood y había hecho humor en las vanguardias. Acudieron a una Tarragona desolada y fueron a dormir y cenar a Salou, que no había sido tomado por nadie, un pueblo de pescadores. "Ellos, en realidad un grupo de señoritos falangistas y que no eran guerreros, gente aguerrida, fueron al ayuntamiento, vieron que no había alcalde y Dionisio Ridruejo dijo: Tomamos este pueblo. En plan de coña, pero era verdad. Y dijo: Y nombro alcalde a Edgar Neville".

Y el que había sido vanguardista con Chaplin en Hollywood, director de la película Frente de Madrid, conde de Berlanga del Duero, fue durante unos días alcalde de Salou. "Me pareció que era una cosa curiosa para contarlo. Fijaos si da para tener una cosa culturalmente muy interesante. Así hago yo todo, veo las tontadas que me gustaron cuando leí los libros y dije: igual que me gustó a mí y es una cosa bonita, curiosa, siempre de nivel, que tengan que ver con la cultura aragonesa y española, que las cosas que sucedan tengan que ver con la alta cultura, que es lo que me gusta a mí. Si en vez de Neville y Ridruejo hubieran sido tres falangistas anónimos, no habría tenido ninguna gracia quién fuera el alcalde de Salou. No hubiera perdido ni un minuto en eso".

"Yo creo que mis lectores son los mejores, los más listos, los que les gustan estas cosas que nos gustan a las gentes que nos gustan las tontadas"

"Mis libros son libros para no muchos lectores, esto no va a ser un bestseller nunca..." ¡Bueno, bueno! se oye en la Anónima. Es el editor de Xordica, lógicamente presente en la compaternidad de Bibliotecas y Extravíos. Y remata José Luis Melero: "Mi editor tiene la moral alta, pero tenemos nuestro grupo de lectores selectos. Yo creo que son los mejores, los más listos, los que les gustan estas cosas que nos gustan a las gentes que nos gustan las tontadas". Trabalenguas que resuelve: "Siempre digo que son tontadas pero no lo son, son interesantes". Un juego somarda de -inexistentes- contradicciones.

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En la misma línea de coherencia de lector-investigador-divulgador, José Luis Melero también es transparente para relatar los sucedidos de su vida que entiende pueden ser interesantes en relación con la alta cultura.

Pasa a narrar su fascinante visita a Itzea, la casa de Baroja en Vera de Bidasoa. De hecho, ha disfrutado este "muy barojiano" 120 o 130 libros, con 80 primeras ediciones, "casi todas leídas". Explica la genealogía de los Baroja (parándose en Julio Caro Baroja y Pío Caro Baroja) con prolijidad hasta este "fin de raza de los Baroja en el mundo. No tienen sobrinos y los dos hijos de Pío eran la única descendencia pero no tienen hijos. Fin de raza".

A través de Pepe Cerdá, el pintor de Buñales admirado por la familia Baroja, fue recibido en Itzea. Asombró a los Baroja porque se había estudiado cómo era la casa y les preguntó si habían cambiado un candelabro o un cuadro en el salón amarillo. "El tío alucinaba, se dio cuenta de que estaba enamorado de la casa y de Baroja, y estuvo súper cariñoso". Se sentó en el asiento de don Pío en la mesa donde comía. Disfrutó de una "experiencia maravillosa. Nos dio una comida impresionante. Tienen una cocinera del pueblo, porque son ricos con lo que han ganado con todos los derechos de autor. Imaginad todos los institutos de España vendiendo los libros de Pío Baroja 70 años, y ellos son los únicos herederos..." Gozó como bibliófilo con dedicatorias de la Generación del 98 (Unamuno, Machado...) y con los manuscritos de dos obras póstumas que son difíciles de editar. Por cierto, "el tío alucinó con la trenza de Almudévar" que le llevó.

Conclusión: "Aunque no vayáis a Itzea, leyendo el artículo de Bibliotecas y Extravíos sabéis exactamente lo que hay ahí, lo que se encuentra uno".

Salta de Vera de Bidasoa a Hecho, a la casa de Domingo Miral, el que fuera rector en la Universidad y que escribió comedias en cheso en la imprenta Quintilla de Jaca. "Siempre estaba cerrada pero un día vimos a una pareja con niños que entraba". Les había vendido el inmueble el Arzobispado, que había heredado al no tener los Miral descendencia. "Es un personaje, fue uno de los firmantes del Estatuto de los Cinco Notables que hicieron las derechas frente al de Caspe de las izquierdas en la II República". Miral era carlista. "Era un estatuto muy avanzado porque decía que los aragoneses podían expresarse en las lenguas aragonesas ante cualquier tribunal de justicia. Él hablaba cheso y estaba sensibilizado".

Una vez rehabilitada la casa, en la que encontraron muchísimos objetos de Miral, fueron invitados Melero y su mujer, que apostilla que también llevaron trenza de Almudévar. En el café, le regalaron un estuche con las gafas de Domingo Miral. "Eso me conmovió, porque era gente que no me conocía de nada y tenían un gesto de cariño viendo que era un friki. Lo valoré muchísimo. Por eso pensé que tenía que escribir de esto, de la fundación de la Universidad de Verano de Jaca y la residencia universitaria por Domingo Miral, y de quien se contó aquella anécdota maravillosa que contaba Castro y Calvo, uno de los grandes intelectuales aragoneses de principios de siglo, del homenaje que fueron a hacerle a Madrid al rey Alfonso XIII al Palacio".

Acudieron a la cita real Miral, el alcalde y cuatro o cinco montañeses ataviados de diario. Cuando vio al mayoral de ese grupo de ansotanos y chesos. Dijo el monarca: "¡Qué apostura!" Y le ofrece quedarse de alabardero real, a lo que el pirenaico le replicó: "Se lo agradezco mucho pero yo soy aragonés del norte y nosotros no hemos nacido para servir. Me vuelvo a mis montañas, donde soy libre, tengo mi ganado y no necesito estar en un pasillo con una lanza para ganarme la vida". Probablemente pasaba por su cabeza el juramento de los reyes de Aragón de que todos valemos como vos y juntos más que vos por lo que os hacemos rey si juráis nuestros fueros.

"Contar todo eso es lo que yo hago. Cuando me parece que una cosa es relevante, contarla. Y así paso la vida, leyendo cosas bonitas, diferentes, y contándolas. Leer para contarlo, como era el título de mi primer libro".

La presentación tuvo también su improvisación. Curiosamente apareció Roberto Ciria, vicepresidente de la Academia del Folclore a la que pertenece Melero, y le cantó una jota: "Amable y con gran talento, generoso aragonés, amante de nuestra jota, así es mi amigo Melero, generoso aragonés".

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