La lluvia obligó a suspender pasado el ecuador del recital, a las 20.30 horas, el espectáculo “Un país para escucharlo”, de Ariel Rot y Kiko Veneno, con el que se cerraban este sábado en la Cartuja de las Fuentes la cuarta edición del Festival Sonidos en la Naturaleza, Sonna Huesca, que organiza la Diputación Provincial de Huesca.
Dio mucha rabia. Tanto al público, como a la propia organización, que durante casi media hora intentó evitar la suspensión, mientras la lluvia no fue diluvio. Pero como explicó el regidor del escenario de la Cartuja de las Fuentes, Pelai Molins, “está en juego la integridad de los músicos y a eso no podemos jugar”.
Nada más bajarse Carmen París del escenario, la banda se arrancó con “Joselito”, uno de los grandes éxitos de Kiko Veneno, y no la pudieron terminar. La lluvia no era intensa y el público la aguantó a pie de escenario, pero el cielo no anunciaba nada bueno, musicalmente hablando. Apenas diez minutos después, Ariel Rot y Kiko Veneno regresaban a escena con la banda de “Un país para escucharlo” dispuestos a llegar donde pudieran. Retomaron “Joselito” donde lo habían dejado e interpretaron después “Me estás atrapando”. Pero cuando Tomasito estaba a punto de irrumpir en el escenario, la cosa se puso fea. Cinco minutos después se anunciaba la suspensión.
El público no se lo quería creer, pero un festival en plena naturaleza tiene estos imponderables. Esa naturaleza que había respetado al festival durante cuatro años, con más de 120 espectáculos al aire libre y una única suspensión -el concierto de Blanca Altable en la ermita de San Juan en Peralta de Alcofea el 5 de agosto de 2022, que se suspendió a poco de empezar por el fuerte viento- el sábado no quiso desaprovechar la oportunidad de regar los Monegros y el Festival Sonidos en la Naturaleza, que organiza la Diputación Provincial de Huesca, poco pudo hacer, al margen de dejarla caer (la lluvia).
El concierto iba camino de ser memorable. Kiko Veneno conserva íntegra su voz intransferible y Ariel Rot, al margen de un virtuoso de la guitarra, es un inmejorable maestro de ceremonias. Se habían arrancado con “Memphis blues”, una de las “sintonías” de la música de Veneno, a la que siguió “Dulce Condena”, el conocido tema de Los Rodríguez. Esa iba a ser la dinámica de la primera parte del concierto. Un éxito de Kiko, que luego fue “Delincuentes” y uno de Ariel Rot, que luego fue “El mundo de ayer”.
Pero tras interpretar “Lo que me importa eres tú”, se produjo el esperado cambio de guión. Bajo el título que diera nombre al programa de televisión, “Un país para escucharlo”, Ariel Rot y Kiko Veneno han llevado el formato televisivo al escenario y cuentan para cada concierto con invitados, ya sean artistas amigos o de la tierra. En esta ocasión, el trocito de Aragón lo puso la arrolladora Carmen París, que puso al respetable con el corazón en un puño al interpretar la “Albada”, de José Antonio Labordeta. Es generosa la de Utebo y no eligió un tema propio, sino que buscó el alma del concierto, esa “que se entona por la mañana”.
La presentó Kiko Veneno y luego le preguntó, “bueno Carmen ¿Y cuál te sabes de las mías?”. Y Carmen había elegido una de las más grandes, “Lobo López”, que compartieron sobre el escenario entre guiños, palmadas y besos de París, la mejor invitada posible.
Para entonces el público ya miraba al cielo y cuando se fue la París y se arrancaron con “Joselito” empezó a llover. La suspensión llegó justo en el momento del programa en el que estaba prevista la aparición del cantaor flamenco Tomasito (y no Tomatito, como por error avanzó la organización), que se quedó con las ganas y damos fe de que las tenía.
Dio mucha rabia. En el listado de canciones previstas todavía quedaban seis temas más dos bises programados. Entre ellos, “Mercedes blanco”, “Milonga”, “Baile de ilusiones”, “Echo de menos”... y los bises “Salta” y “Volando voy”. Íbamos camino de concierto antológico y nos quedamos a mitad con la miel en los labios. Y al público le dio rabia. Y a la organización también.
En cualquier caso, haber perdido cuarenta minutos del concierto de clausura no puede empañar una cuarta edición que pone el listón muy alto en el Sonna Huesca. Han sido una treintena de espectáculos a lo largo de dos meses y medio de programa en los que se han recorrido espacios naturales y patrimoniales de las diez comarcas altoaragonesas con propuestas de calidad muy interesantes en casi todos los estilos.
Pero es la naturaleza, y hay poco que hacer. El leitmotiv del festival se volvió, por segunda vez en cuatro años, en su contra. No es mal balance.