La profesora Luna Clavero Agustín, de la Universidad de Zaragoza, ha pronunciado este pasado jueves en el Colegio Imperial de Santiago la conferencia “La participación femenina en los certámenes literarios oscenses del Siglo de Oro".
Francisco Bartol, de Studiosi pro Universitate Sertoriana, asociación organizadora de este ciclo de conferencias, ha presentado a la autora a la que ha atribuido el extraordinario mérito de recuperar para la memoria desde el olvido la labor de las mujeres que, en un determinado contexto, desafiaban al vértigo de competir en medio de un gran predominio masculino y, además, hacerlo en medio de la admiración de todos.
Ha arrancado la profesora Clavero con una de las más reivindicadas y conocidas, Ana Francisca Abarca de Bolea, capaz de convertir su prodigio creativo en poesía: “Bien pudo Orfeo bajar/por Eurídice al infierno/y ostentalla su amor tierno/" "... "Pues sabe que la mujer/ Es muy fácil de perder/Al volver de la ocasión".
Ha dibujado Luna Clavero con palabras el escenario histórico de la época en que se produce el fallecimiento de la primera esposa de Felipe IV, Isabel de Borbón (1644) y el de su heredero el príncipe Baltasar Carlos (1646). Sucesos luctuosos que desembocarán dos años después (1648) en un feliz acontecimiento como fue el nuevo casamiento el rey con su prima María de Austria, lo que dará lugar a fastuosos festejos y producciones literarias en torno al magno evento, el cual fue muy bien acogido en nuestra ciudad de Huesca con celebraciones extraordinarias.
España atravesaba una fuerte crisis económica. En el contexto cultural revelaba la conferenciante las dificultades sociales pero también de una excelente riqueza artística. En Literatura destacaban grandes escritores y poetas: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Luis de Góngora, Quevedo, Cervantes… "Todo hombres".
"Pero también se organizaban certámenes literarios, poéticas populares". Huesca (y así mismo Zaragoza), ya en el Renacimiento, se erigió en catalizador de la vida cultural e intelectual, gracias a la Universidad Sertoriana, que se había convertido en el centro académico oscense. La Compañía de Jesús siguió impulsando la Escuela de Gramática en 1601 de la que se había hecho cargo, que favoreció la inclusión de la poesía escrita en latín y asimismo la influencia de los jesuitas en la sociedad oscense.
Los certámenes poéticos eran citas literarias de carácter público que tenían lugar con motivo de celebraciones civiles o religiosas y por tanto abiertas a toda la población. La Universidad reflejó las creaciones merced la imprenta de Larumbe, impresor de la Sertoriana.
La profesora Clavero incidía en que estos certámenes eran anónimos y permitían la competencia entre hombres y mujeres. Las féminas eran de clase alta, de las que estaba bien visto que participaran. Se producía una competencia entre poetas y se repartían premios simbólicos y materiales.
Aragón acumulaba ya una larga tradición de celebración de concursos literarios y de su impresión posterior. Quedaba aprobada la participación femenina, pues venía a querer inmortalizar el nombre familiar, pues aquellas mujeres tenían formación, eran lectoras de versos, y se entrenaban en escritos ocasionales (no pretendían ser o vivir como los escritores hombres), lo cual les procuraba prestigio y distinción social.
Algunas poetas nobles fueron Ana Martínez de Luna, condesa de Morata; Francisca de Bolea, condesa de Fuentes; María de Pedrosa y Andrade, señora de Villel, e Isabel Sanz de Latrás, condesa de Contamina.
La famosa obra impresa por Larumbe en 1650 “Palestra Numerosa Austríaca, en la victoriosa ciudad de Huesca”, convocada por Luis Abarca de Bolea, da testimonio de la participación femenina, pues escriben en ella 21 mujeres.
En los concursos literarios llegaron a participar, de 1600 a 1650, 157 mujeres. Era un fenómeno colectivo e individual en el que destaca la revalorización (aprobación, prestigio y dignificación) de la mujer culta dedicada a la escritura, gracias al ejemplo de Teresa de Ávila.
La ponente especificaba que, cuando en la historia de la Literatura aparece la palaba Anónimo como firma, o incluso la firma de un hombre en un escrito, poema, etcétera, a veces, sin embargo podían ser mujeres las autoras.
La más destacable y sobresaliente entre las poetas y escritoras aragonesas de la época fue Ana Francisca Abarca de Bolea y Mur (Zaragoza, 1602-Casbas, 1686), de familia noble aragonesa afincada en Zaragoza, Huesca y Siétamo. Con 3 años es llevada al Monasterio de Santa María de La Gloria en Casbas y allí concluiría su esmerada educación religiosa y humanística. Dejó escritas obras de muchas santas , entre ellas Santa Clara o Santa Susana.
Ana Francisca Abarca de Bolea y Mur fue autodidacta y erudita. Uno de sus poemas, escrito en la lengua aragonesa, hablada normalmente en su época, entendible en toda su población, es su magnífica “Albada al Nacimiento”: "Media noche era por filos/as doce daba el reloch/quando ha nagido en Belén/un mozardet como un Sol/Nació de una hermosa Niña/virgen adú que parió/y diya que dexó lo cielo/por este mundo traydor/Buena gana ha tenido/pues no len agradejón/aquellas por que lo hizo/".
Nos sugiere la conferenciante Luna Clavero, para terminar, que en la actualidad podemos escuchar el podcast “Las hijas de Felipe” ¿quiénes eran las verdaderas hijas de Felipe? Nos deleitan con maestría del sosiego barroco Ana Garriga y Carmen Urbita.