Aún es recordada la entrada de Luz Casal al escenario de Pirineos Sur. Era 1992 y el festival oscense, pionero y único en su especie en aquel momento, celebraba su primera edición. La cantante gallega se encontraba casi en el pico de popularidad de su carrera -aún le faltaba por entregar éxitos por todos conocidos- y sorprendió con su llegada en velero sobre las cristalinas aguas del pantano de Lanuza hasta el escenario flotante.
Todo un golpe de efecto, rematado por una actuación todavía rememorada. Este domingo, 30 ediciones más tarde, volvió a aparecer en el Anfiteatro de la misma manera, ante el asombro de los asistentes, para certificar su excelente estado de forma, presentar un muy bien recibido nuevo disco (“Hola, qué tal”, ya casi recibida como un nuevo clásico) y repasar algunos de esos temas que han marcado a varias generaciones.
La artista coruñesa, que recibió el viernes el IX Premio Pirineos Sur ‘Cultura e integración’ por su compromiso humanitario y social a través de la música, apostó desde el comienzo por su vigoroso presente, su decimosexto trabajo de estudio, con la delicada “Las ventanas de mi alma” y la potente “La inocencia”. La gallega comenzó el recital parapetada tras una cortina de hilos que funcionaban como pantalla para las proyecciones. Un arranque sobrio e íntimo que pronto mutó en un enérgico directo y un público totalmente entregado a la artista.
No tardó en sonar “Y no me importa nada”, una de sus canciones más celebradas y con la que en el Anfiteatro de Lanuza se elevaron cientos de móviles para guardar el recuerdo. Mientras, en la pantalla iban apareciendo imágenes de Janis Joplin, Aretha Franklin o Elisabeth Taylor, como un homenaje a todas las mujeres, y en especial a la suya, Matilde Paz Blanca, “la que le parió”.
Sola en el escenario, como estrella total de la noche, y con la banda flanqueando a los lados -profesional y sobria, con arreglos de cuerda en muchos momentos-, prosiguió alternando sus últimas composiciones (“Dame tu mano”, “Estaba escrito”) con algunas de sus canciones más recordadas (“Besaré el suelo”, “Entre mis recuerdos”), subiendo poco a poco a las revoluciones y cobrando cada vez más protagonismo las guitarras.
Así llegando a la recta final, la Luz Casal de los medios tiempos, la de la voz delicada, la de los boleros que rompen el corazón, dejó el escenario y salió la Luz Casal rockera, la que es capaz de adueñarse ella sola del escenario con su poderío. “Rufino”, “Loca” y “Pedazo de cielo” sonaron directas, llenas de fuerza, con una artista que iba de un lado a otro en el escenario, que se contorsionaba y se dejaba la garganta en cada estribillo, para delirio de Lanuza.
Tras ese momento, la gallega abandonó el escenario para dar paso a los bises. Vestida de blanco impoluto se dispuso a entregar uno de los mejores momentos de la noche y del festival. El bolero “Piensa en mí” sonó arrebatador, intenso y enmudeció a todo el Anfiteatro. Esa comunión con el público continuó con una preciosa “Negra sombra” -una adaptación de Rosalía de Castro-, “Suave es la noche” -uno de los mejores temas de su último trabajo- y, por supuesto, con “Te dejé marchar”, que cerró un magnífico concierto. Que no tarde otros 30 años en volver.
VALERIA CASTRO
Previamente, la emoción se palpó desde que una delicada Valeria Castro apareció en el escenario flotante de Pirineos Sur. La artista canaria, vestida con un precioso vestido amarillo de transparencias y zapatos de cristal, iluminó el atardecer de Lanuza con una entrañable sonrisa que no desapareció durante todo su show y con unas canciones resplandecientes. Se dio a conocer con escasos 20 años, con inspiradas versiones de Jarabe de Palo, Pereza o Mercedes Sosa, pero el salto que supuso su primer Ep y ahora su primer álbum ha sorprendido a todo el mundo.
Con esa privilegiada voz aterciopelada que posee, con guitarra y acompañada con una solvente banda de cuatro músicos -teclado, contrabajo, percusión y otras seis cuerda-, comenzó con algunas de las canciones más aplaudidas de “Con cariño y con cuidado”: las exquisitas “Dentro”, “Poquito” y “La raíz”.
Su reinterpretación del folclore español suena fresco y excitante y le supone un punto de partida que le entronca con los primeros trabajos de gente como Silvia Pérez Cruz o Rosalía. Porque da la sensación que lo que vimos en Lanuza es solo el comienzo de una artista que ya irradia un innegable magnetismo, que posee canciones que son recibidas con fervor (“Culpa”, “Abril y mayo”,” Guerrera”), y que no teme en reinterpretar temas de grandes nombres de la historia (impactante, “Todo cambia” de Mercedes Sosa).
Así se cierra el tercer y penúltimo fin de semana de la edición treinta de Pirineos Sur, que concluirá con los conciertos de Rozalén y Silvana Estrada el jueves 27 de julio, Alborosie & Shengen Clan y Jahsta & Conscious Vibes Band el viernes 28 de julio y, finalmente, ZAZ y Luisa Sobral el sábado 29 de julio.