Los Íntimos, la nueva novela de Marta Sanz, surgió de un estado de ánimo elegíaco, influido tanto por su experiencia personal, como por la transformación que la literatura está viviendo debido a las redes sociales y la comercialización. Reflexiona sobre la precariedad cultural, la competitividad en el mundo literario y la importancia de las palabras. Y aunque crítica, la obra es también un canto a la amistad y al apoyo mutuo.
Es, una vez más, la autora "arriesgada", como la definió Chon Allué, capaz de sorprender siempre al lector con interpretaciones inusuales, audaces y profundamente reflexivas.
Marta Sanz regresó este jueves, 13 de febrero, a Huesca para visitar una de sus librerías predilectas, la Anónima, y presentar su nueva obra, publicada por Anagrama. Lo hizo en compañía de Chon Allué, quien ejerció de presentadora, José María Aniés, propietario del establecimiento, y un nutrido grupo de amigas y amigos.
Desde el inicio, Marta Sanz fue tajante: Los Íntimos encarna un estado de ánimo "chungo", aunque las personas y lectoras que encuentra en su camino completan el sentido de los libros, la hacen mejor y la impulsan a seguir adelante, "y a no caer en la autocomplacencia".

Algunos capítulos reflejan con claridad su percepción del mundo literario: la competitividad, los resentimientos, las envidias, el escepticismo, la vanidad y la sensación de superioridad. "Pero, por encima de todo, se habla de la gratitud. Se habla de la necesidad de encontrarnos con personas con las que podamos hacer saltos de fe y ser intrépidas, decir: 'Si me caigo no va a pasar nada, porque aquí van a estar los amigos, para hacernos seguir adelante'".
En estas páginas están presentes todas las personas que la han acompañado y cuidado a lo largo de su vida, así como escritores fundamentales para ella, con quienes comparte un vínculo de apoyo y complicidad.
Reveló que el hombre que aparece en la portada bailando con ella es su padre, quien enfermó repentinamente. "Cuando yo estaba escribiendo Los Íntimos, antes de que todo esto pasara, ya tenía un estado de ánimo un poquito elegíaco. Tanto en lo personal, porque ver la vejez de tus padres asomando te deja ver también tu propia decrepitud física, como en lo literario".
"La literatura pausada con la que me he formado está cambiando, sobre todo por efecto de las redes"
"Tenía esa especie de sentimiento de que la literatura con la que yo me he formado, esa literatura pausada, esa relación profunda, espeleológica y reposada de los lectores con los textos, está cambiando -añadió-, por efecto, sobre todo, de las redes. Esta manera distinta de relacionarnos con los textos y de lo que les pedimos está alterando lo que es el concepto mismo de literatura".
Y aunque aseguró no querer ponerse "apocalíptica ni tremebunda", sí dijo percibir que nos hallamos en un momento de crisis entendido como una transformación. "¿A mejor? ¿A peor? Ojalá a mejor. A mí, de momento, no me resulta muy estimulante".

Parte de ese desencanto se refleja en Los Íntimos, la obra de una escritora que ha amado las palabras durante toda su vida. Y, como si recitara, Marta Sanz compartió su fascinación por la sonoridad de términos como libérrimo, farándula, clavícula, legítimo, testículos, en las "esdrújulas y todas las palabras que llevan dentro cascabeles".
Y, en ese instante, obsequió a su auditorio con una palabra desconocida para todos, un término que "una señora maravillosa" le había regalado poco antes en León: funderelele.
"Ya no podréis vivir sin el funderelele. Igual tenéis uno en casa y no lo sabíais. El caso es que siempre los hemos visto y nunca hemos sabido su nombre", comentó antes de revelar que se trata del "cacharrico" con el que se sirven las bolas de helado.
"Una mujer como yo, criada en ese amor, a lo mejor algo desviado, morboso y parafílico por las palabras, ahora asiste a esta especie de despojamiento del lenguaje, a esa identidad reducida a léxicos de 1.500 palabras -manifestó recuperando un tono menos festivo-. Y entonces ahí te quedas, sintiendo que estás perdiendo cosas, que no encajas. ¿Y qué haces?".
CONCIENCIA DE CLASE
Como el libro está escrito desde "una perspectiva de clase", Marta Sanz relató su origen familiar, destacando que es nieta de un mecánico melómano proveniente de una familia obrera, con un oído tan preciso que sólo con escuchar el ruido podía diagnosticar lo que le ocurría al vehículo, ya fuera la bujía o la tapa del delco.
Con el tiempo, ascendió a la clase media y, mediante su esfuerzo, logró que su hijo estudiara en la universidad, y que su padre, a su vez, se convirtió en un profesional liberal.
Para su abuelo lo más importante eran las palabras, la cultura y el verdadero patrimonio familiar, los libros de Pérez Galdós, los de Pardo Bazán y las novelitas de una colección de clásicos que publicaba RTVE. "También tenía una gran colección de discos. A mi abuelo le gustaba la zarzuela, le gustaba la ópera, pero por encima de todas las cosas, yo creo que lo que más le gustaba de este mundo era Chaikovski", por el que sentía "una devoción apabullante".
Todos los domingos, Marta Sanz comía paella en casa de su abuelo, mientras detrás de él colgaba una representación de La rendición de Breda (Velázquez). Recordaba que esta pintura bélica no le resultara muy estimulante. Sin embargo, en el lado opuesto de la habitación, colgaba un retrato de un hombre que su abuelo identificaba como Chaikovski, y así, durante años, comieron con el genial músico presente.
Cuando Marta fue ya algo más mayor, le descubrió que la persona del cuadro no era el compositor de El lago de los cisnes, sino Pablo Iglesias, el fundador del Partido Socialista Obrero Español. Y él, sin darle mayor importancia, repuso: "Bueno, no pasa nada, déjalo ahí".
Como su abuelo, la autora sostiene que los libros y la cultura nos ayudan a ser "menos manipulables"
Para su abuelo, lo fundamental era la cultura y el patrimonio, pero entendidos de una manera particular, ligados al placer, el conocimiento y, sobre todo, a la capacidad de no ser manipulable. Él estaba convencido de que la cultura no hacía a las personas mejores o peores, pero sí proporcionaba herramientas para tomar decisiones más informadas en la vida, para "hacer menos manipulables" a los individuos y ayudarlos a tener una visión más clara del mundo.
Marta Sanz explicó que su abuelo estaba obsesionado con la idea de que sus hijos tuvieran los recursos de los que el careció cuando era joven. Ella proviene de ese contexto y, al poder permitirse "florituras fiduciarias o enumeraciones acumulativas", siente que quiere que se sienta orgulloso de ella y reconozca cuál es su patrimonio. "Por eso a mí ciertas formas de delgadez literaria a veces me molestan. Yo necesito hacer un alarde de palabras para reivindicar a mi clase y también para apostar por un tipo de literatura".

Añadió que le gustaría que, como lector o lectora, se adoptara una actitud intrépida y que un texto con palabras como funderelele no expulse al lector, sino que despierte su curiosidad.
En su opinión, planea una actitud de "desinterés" en muchos jóvenes de la actualidad, especialmente en aquellos que dicen no importarles nada de lo que sucedió antes de su nacimiento, que desechan un libro, si no entienden algunas palabras.
Marta Sanz defendió después la necesidad de mejorar, aprender y elevarse, destacando que esa es la única manera de que no ganen figuras como Donald Trump, y firmó que su escritura lleva consigo una mirada política, de clase y consciente de que en la literatura no funciona la idea de "igualdad de oportunidades".
LA PRECARIEDAD DE LA LITERATURA
Criticó la concepción de la literatura como un templo ajeno a lo demás, apuntando que la literatura está profundamente influenciada por la precariedad, las listas de los más vendidos y las cuentas de resultados de las editoriales. Según ella, todo esto impacta no solo en los temas tratados en los libros, sino también en la manera en que se escriben.
Comparó los estilos literarios con los centros de las grandes ciudades, que están llenos de éxitos comerciales y lugares globales como Zara o Starbucks. De manera similar, los estilos literarios que tienen más éxito a nivel mundial son aquellos que son fácilmente traducibles, lo que se busca y se compra en ferias literarias como la de Frankfurt. Dijo que si uno llega con un texto más local y menos traducible, se ve obligado a justificarse constantemente.
A pesar de estas quejas, señaló que en Los íntimos abordó este tema de manera autoparódica, reconociendo que ella misma es la primera contra la que protesta. Se autoexplota y es consciente de ello. También admitió tener grandes contradicciones y ser profundamente neurótica, pero subrayó que no es por una influencia mística de las musas, sino por estar rota por el sistema. Y añadió que todo esto lo decía desde el privilegio de haber llegado a algún sitio en su carrera.
Marta Sanz apuntó, por otro lado, que Pérez Andújar realizó una reflexión sobre los diminutivos en la obra, algo que conecta con la admiración que Marta siente por las actrices del cine español. Reconoció ser mitómana, iconoclasta y transgresora, pero también una fetichista, un rasgo que se refleja en su hogar, donde tiene fotos de actrices que le envía el escritor Óscar Esquivias por correo postal.
Marta reflexionó sobre el acto de escribir, describiéndolo como un gesto de fuerza y vanidad, sin embargo, también reconoció que este acto conlleva una gran humildad y vulnerabilidad, porque al mismo tiempo que entrega su discurso, se pone a merced de que lo destruyan.

Finalmente, habló de Los íntimos como un libro de transformaciones, umbrales, metamorfosis, violencia y el dolor que todo ello conlleva. Describió cómo en la novela se exploran los cambios, la tensión de la piel que se estira, se rozan las superficies, se agrietan, y en medio de todo eso, también se habla de la síntesis entre lo distinto y lo igual, un tema central en la obra.
La escritora explicó que en sus libros siempre hay fantasmas que se repiten, algo que tiene que ver con su historia personal. Volvió a citar a su abuelo, el padre de un obrero que logró llegar a la universidad; y su madre, una mujer insatisfecha que, tras casarse con un marxista de buenas intenciones, aceptó no trabajar por la sugerencia de su marido, quien pensaba que no podrían conseguir empleo ambos. Con el tiempo, su progenitora se arrepintió de esa decisión que parecía razonable en su momento.
Estas experiencias familiares la han formado y los temas que la preocupan y las decisiones estilísticas que toma están profundamente marcadas por esa historia personal. Debido a ello, es quien es, sostuvo, y se manifiesta a través de las máscaras de las novelas que abordan la autobiografía y de su forma de escribir en general.
Además, agregó que, como lectora, le interesan los escritores y escritoras que buscan, en cada libro, nuevas formas de representar la realidad.
Sanz hizo énfasis en la importancia de esa valentía lingüística que se necesita para romper con las palabras y las rutas fáciles a las que nuestra mente tiende por inercia. En la literatura, sostuvo, no existe una manera diferente de decir lo mismo. Por lo tanto, ella siempre ha intentado buscar formas distintas de decir cosas infinitas, sin quedar atrapada ni limitarse a un solo registro narrativo.
Por último, se detuvo en su admiración por la poetisa Anne Sexton, y por otra parte, narró una de las experiencias más desagradables e injustas de su vida, tras escribir el prólogo de los primeros diarios de Rafael Chirbes. Su editora en Anagrama y el sobrino del autor y crítico literario estaban convencidos de que él habría aprobado la elección.
Motivada por la admiración y el respeto que le profesaba, Marta Sanz escribió el prólogo desde la empatía, identificándose con el dolor y la insatisfacción que Chirbes había sentido durante años, especialmente por el escaso reconocimiento que recibió en España frente al éxito que cosechó en Alemania.
Sin embargo, el administrador de su legado consideró el prólogo ofensivo y, en lugar de comunicar su disconformidad antes de su publicación, aprovechó la presentación en el Instituto Cervantes para atacarla públicamente. Aquello fue un golpe duro y desconcertante para Marta, que lo vivió con profunda tristeza e incomprensión.
Ese episodio le dejó una valiosa lección: la distancia que puede existir entre las mejores intenciones y la forma en que los demás reciben el trabajo puede ser cruel y dolorosa.
A LOS OJOS DE CHON ALLUÉ
Antes que Marta Sanz había tomado la palabra Chon Allué, quien confesó que siempre había querido presentar un libro de Marta Sanz, y en este papel estuvo certera, reflexiva, divertida y amena.
Allué destacó que las obras que nos regala la autora siempre son distintas. La calificó por ello de “arriesgada”, y jugó con palabras de algunos de sus títulos más celebrados, como Animales domésticos, Susana y los viejos, Farándula, El frío, Amour fou, Pequeñas mujeres rojas o Persianas metálicas bajan de golpe.
“Cada novela es radicalmente diferente en el fondo y en la forma y, por si esto fuera poco, Marta toca todos los palos”, observó, para referirse también a su frenética actividad como ensayista feminista, poeta, autora de artículos en prensa y su presencia en la radio. “Es la modalidad de autoexplotación”, dijo y, entre otras publicaciones, se refirió a La enciclopedia secreta que editó Contraseña, un libro que comparó a descubrir un cofre del tesoro, donde en cada página “encuentras auténticas perlas”, además de procurar el “alentador descubrimiento” de muchísimas autoras.
Allué aseguró que siempre recomienda este libro y el prólogo “nada complaciente” que escribió al primer volumen de los diarios de Rafael Chirbes.
En Los íntimos, encuentra todo lo que a la presentadora le gusta de la literatura: autobiografía, memorias, confesiones, crónicas, dietarios, cartas de viaje. “Soy una cotilla”, bromeó, para añadir, esta vez en serio, que “leemos para asomarnos a las vidas ajenas y para ver, aunque solo sea por la envidia, cómo los demás viven su vida”.
Después se fijó en el subtítulo, Memorias del pan y las rosas, y tanto juego le dio la lectura de esta obra, que aseguró que continuamente se le ocurrían otros que casaban a la perfección. Por ello, coincidió con la contraportada en que se trata de un libro "libérrimo", además de divertido, autoparódico y trufado de diminutivos que le proporcionan mucha identidad.

"El libro es una mirada crítica, incluso, sobre el mundillo literario. Y tampoco hace demasiada sangre. Pero también es sobre las vulnerabilidades, sobre las inseguridades que acechan", sobre la precariedad de los oficios del mundo cultural".
Añadió que se trata de una novela social, escrita desde la unidad de la conciencia de clase, "como hierro, pero con todo un despliegue brillante de recursos estilísticos, que son una declaración de intenciones".
"Los íntimos es realmente un canto a la amistad y a los cuidados"
Y puntualizó la presentadora que, aunque Los íntimos podría parecer "una letanía de quejas escritas con resentimiento", lo cierto es que "realmente es un canto a la amistad y a los cuidados", donde aparece citada mucha gente próxima a ella, comenzando por Chema, su marido, "el más envidiado del mundo literario"; sus padres, sus abuelos, una buena porción de amigas y amigos escritores, como Pilar Adón, Sara Mesa, Edurne Portela, Rafael Reig, Isaac Rosa, García Montero, Luisgé Martín, Juan Vila, Rafael Chirbes y Almudena Grandes, entre otros, además de los editores Constantino Bértolo y Herralde. Y citó también otros nombres de Huesca, como "los amigos de la Anónima, Chema Aniés y Peski" y Luis Lles.
Chon Allué concluyó señalando que Marta Sanz "tiene un superpoder", que son las palabras, y valoró la importancia que le da la autora a utilizar el lenguaje con su exacto significado. "Porque, como decía Rosa Luxemburgo: el primer acto de resistencia es llamar a las cosas por su nombre".