Durante las fiestas del barrio de La Encarnación de Huesca, el vecinadario y el resto de la ciudad han podido disfrutar, en su local social, de la exposición de acuarelas de Miguel Pardo Allué.
Nacido hace 86 años en la localidad sobrarbense de Linás de Broto, se define a sí mismo como montañés y montañero.
Sus pinceles se enamoraron de Alquézar, donde impartió conocimiento como maestro, han creado momentos eternos en puente de Villacantal que guía hacia Colungo, o han recreado con gran sensibilidad la figura de una ansotana con su cesta rebosante de pan.
El Pilar de Zaragoza, Ordesa, Broto y otras decenas de rincones han saltado a sus lienzos y cada trazo es un tributo a la belleza eterna de los pueblos y la naturaleza.
La afición por la pintura ha sido su compañera durante toda la vida. Revela que, cuando estudiaba Magisterio, la mayoría de los dibujos de sus compañeras los hacía él.
Ahora, en la serenidad del retiro, dedica tiempo y fervor a esa pasión inagotable. Entre diciembre y enero, su pincel ha dado vida a más de veinte acuarelas, cada una un eco de su corazón, un susurro de su alma.
Pero su legado trasciende más allá del lienzo. Miguel Pardo ha sido un faro de inspiración y dinamismo en la Peña Os Casáus. Junto a Alejandro Ciprés, como presidente y él como secretario, formaron un equipo al que nada se le ponía por delante.
Fue fundada en 1992, para llenar el vacío tras la despedida del Jardín de Verano, y se convirtió práctiacmente en un hogar, donde las semanas se vestían de actividades, cada mes se organizaba una cena y, para San Lorenzo, había baile todos los días.
Pero ahora, una sombra de preocupación se cierne sobre el futuro de la peña. La llama que una vez ardió con brillo incandescente ahora titubea en la brisa de los cambios. Miguel, con voz preocupada, anhela encontrar a alguien que tome las riendas.