Museo de Adivinanzas de Huesca, los enigmas de hoy son el ingenio de siempre

Más de trescientos objetos estimulan la sed de curiosidad de los inventos que han marcado la evolución del mundo desde hace 400 millones de años

01 de Febrero de 2025
Guardar
El Museo de las Adivinanzas de Huesca, una creación de otro mundo que fue éste

Hace doce años, Ricardo Poch puso punto y final a una fructífera trayectoria en su empresa Teymagua, que encontró relevo generacional en sus hijos. Un sector, el del agua, la calefacción y todo tipo de instalaciones, profundamente asociado a arcanos que proceden de la ciencia, de la experimentación y de la sabiduría popular. En esa encrucijada entre la vida laboral activa y el júbilo, decidió ofrecer su incuestionable habilidad y su talento a la recuperación de ingenios ora humildes, ora extraordinarios, en todos los casos admirables. Una especie de país de nunca jamás en versión oscense.

Pieza a pieza, su Museo de Adivinanzas, en un polígono industrial de Huesca, se ha convertido en un prodigio de preguntas infinitas y respuestas inimaginables desde el círculo de la vida de la flora y la fauna que sorprende en su rutilancia lumínica hasta el primer detalle con el que sorprende Ricardo. Inquiere: ¿Qué es esto? Cabeceo y réplica: ni idea. Un deshuesador de aceitunas del siglo pasado. Y explica el mecanismo.

Así, uno a uno hasta más de trescientos, ha configurado un universo de pequeños y grandes descubrimientos que han ido acompañando, paso a paso, la evolución de la humanidad... y hasta del planeta. En un solo armario a la izquierda de la puerta, se suceden un calentador de manos, una bomba para líquidos agresivos y tóxicos, un afilalápices (al uso oscense, tajador), una máquina de hacer cigarrillos, un mecanismo para poner enemas (¡qué dolor!), una 'linterna mágica', una luz con manivela, una lámpara de Aladino descubierta en el desierto de Monegros con chanza incluida sobre los tres deseos, un molinillo de especias turco,...

La fascinación mantiene la boca abierta de sus interlocutores. Un telégrafo y una bitácora (como la) del Titanic y vuelta a los pequeños detalles. Un cascapiñones, una pieza de tonelero, un medidor de pies de zapatero, moldes de tabaco para señoritas de la belle époque, máquinas de fotos antiguas, un avistador para capitán de barco con cálculos, un sismógrafo de bolsillo, una brújula náutica, un extractor de flemas para el otorrino, un inclinómetro de barco y una lámpara náutica, un corazón artificial del doctor Rafael Arévalo, un teodolito para medir ángulos (predecesor del láser), un anemómetro para prevenir las fugas en minas de carbón, un heliógrafo, un estereoscopio, bisturís que precedieron al invento salvífico de las sanguijuelas, una máquina de electrocardiograma, moldes para supositorios, máquinas emisoras de pagarés, pirómetro óptico, una máquina de coser, una máquina de esquilar, una vaina de cañón repujada por un combatiente virtuoso, un dispensador de "farias"...

Seguramente, en apenas tres metros, ya se habría saciado la curiosidad de cualquier ciudadano de este tercer milenio tan poco abierto a los saberes. Pero para quien desea conocer, Ricardo lleva con el gancho. Evolucionando en el Museo, una encorchadora, un fumigador, un voltímetro o un sellador de lacres, un tostador de café, una plisadora de cuello isabelino, una laminadora de almendras y un pequeño violín dan el relevo a un molino de legumbres, una cítara oriental, el despertador de su abuela, un bebedor de gallinas, un calienta pies, una caldera de vapor... y una de las joyas de la corona.

LA GUZZI DE RAYERSAM

Una moto roja con una enseña histórica: Guzzi. Y una historia real: fue la que llevaba Rayersam, Rafael Ayerbe Santolaria, lo mismo por el Coso Alto que por Nueva York con los ojos vendados. Un entrañable punto y seguido para una balanza de panadería, un contador de monedas, sifones franceses y de Carbónicas Felipe de Tamarite, un core (instrumento musical) africano, candiles de procesión, una olla ferroviaria, un invento para fisios cuando no se llamaban fisios, cepos para jabalíes, una estenotipia, cencerros, niveladoras de burbuja, tacógrafos, máquinas de escribir Olivetti, embutidoras, material para la matacía y otra maravilla: el fósil Trilobites, 400 millones de años y ahí tan pincho.

En el recorrido por la historia, una hélice de un Fokker del "Barón Rojo", el temible piloto alemán Manfred Von Richthofen (I Guerra Mundial), a la que acompaña otra de barco, una brújula de submarino y una auténtica maravilla: el fonógrafo ideado en 1857 por Edward Scott Leon y patentado en 1890 por Thomas Alva Edison, que aprovechaba todo lo que podía. Suena la música con el embudo de cera de abeja endurecida. Y luego un praxinoscopio, precedente del cine de los Lumiere.

El tiempo pasa lentamente entre tanto estímulo. Un fusil ametrallador, una bomba de prácticas, una máquina de hacer caramelos de la Confitería Vilas de Huesca del siglo XIX, un molinillo de café, una bomba de vino, una lavadora de madera (espeluznante), una máquina de escribir Mignon con 22 cabezales de escritura de distintos tipos...

Un cañón del siglo XVI y una Vespa de los años 60 de la centuria pasado dejan paso a otros talentos como un zapatero para ajustar el pie, una prensa de joyería, una sulfatadora, máquina de coser piel con pelo, una colmena con botafumeiro... Fascina el velocípedo y su historia, a raíz de una fotografía realizada por Joaquín Costa en la Exposición Universal y reproducida por Talleres Catalán, 1867. La suya, con el mismo proceso, en Talleres Lafuente, cienco cincuenta años más tarde.

Por algunos de los pasillos, batidoras imposibles, programadoras de papel sin corriente, un gato para levantar vagones de tren, ordeñadoras de vaca, una bomba de achique del Buque Hospital Esperanza del Mar de 1900, una máquina de peluquería parisina, y otra virguería: una Gramola de los bares de los años sesenta, con sus treinta canciones, su Dúo Dinámico, su Machín...

Dispensadores de aceite, noria de rosario y grandes artefactos, una antena de Marconi y una máquina de turrón. Allí, bien destacado, un Seiscientos que una vez al mes pone en marcha, con su incomodidad pero con toda su seducción.

En el centro, además de un viejo vehículo de bomberos (de los que se usaron en Huesca hasta 1924), una colección de motos (Guzzi, NSU, BSA, BMW y la bici eléctrica pionera sueca Husqvarna), con sus estéticas alemanas de película.

LAS MEDALLAS

Ricardo salpica toda la visita (son privadas, ajenas a toda oficialidad y voluntarias, esto es, sin cobrar un céntimo) con adivinanzas y, dependiendo del número de aciertos, otorga medallas de oro, plata y bronce. La visita no ha ido mal, aunque hay algunas de dificultad extrema.

Prepara, con sentido del juego, otras dos grandes oportunidades. Una, identificar a personajes ilustres de la historia de la humanidad: con 25, es oro. Ahí circulan los Cervantes, Galileo Galilei, Darwin, Marie Curie, Federico García Lorca, Tina Turner, Joaquín Costa, sir Edmund Hillary, Cristóbal Colón, Beethoven, Mozart, el tenor Fleta...

Como última opción, en el círculo de la flora y la fauna, la identificación de animales y de plantas terrestres y marinas. A esas alturas, la vista se vuelve otra vez a este universo en el que poner a prueba la curiosidad y la sed de saber. La certeza de una experiencia única, porque el Museo de Adivinanzas de Huesca es una gran sala que pronto será trasladada y que hoy es visitable a través de la única vía de las relaciones sociales.

El origen de las piezas es variopinto, desde el Rastro de Madrid hasta la feria del coleccionismo El Desván de Barbastro, pasando por subastas y pujas por Internet, en algunos casos obteniendo condiciones ventajosas conociendo las técnicas de estos mecanismos. Muchas de ellas han sido adquiridas, mejoradas y pintadas para su exposición.

Amigos de Ricardo que conocen a otros amigos y, entre todos, disfrutan de una vivencia extraordinaria. Incluso, como un grupo de médicos, llevan algún obsequio (un medidor de la agudeza auditiva) que se incorpora a la galaxia ricardiana, que no detiene su crecimiento porque, como en la leyenda lusa, todo tiene su sentido y entre los objetos y el ser humano se reconocen parte de un planeta tierra, donde las adivinanzas no son sino la herramienta para la sabiduría.

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante