La última novela de Óscar M. Prieto debió llamarse "Y fue por esto por lo que el príncipe no reinó", pero a la editorial Sílex le parecía excesivamente largo. Por eso el epígrafe de portada, ilustrada con una obra de Goya, es "Y por esto el príncipe no reinó". En su concepción, desarrollo y culminación, ha estado repleta de curiosidades. Es la primera que ha escrito en su condición de padre, y de hecho su hijo León ostenta el monopolio de la dedicatoria. Abre con las "cinco mejores páginas de toda mi vida" como autor. Y, en broma, sostiene una garantía: "Quien llegue al final y no le guste, le devuelvo al dinero".
Este brindis al sol nos ha hecho reír en este "espectáculo de librería" que es Santos Ochoa porque hay un punto metafísicamente imposible (salvo para masocas): no se puede acabar una novela que no gusta.
Óscar Prieto, académicamente formado en Filosofía, Derecho e Historia, está arraigado con Huesca porque esta ciudad está dentro del mapa de su geografía sentimental. "Igual que donde tienes un amigo tienes tu casa, Huesca es una de mis ciudades". De hecho, Diego Marro, su presentador esta noche de viernes, es "la persona que mejor conoce" todo lo que ha escrito, "hasta las cartas de amor".
Ha tardado, pero por fin ha encontrado una motivación muy específica: "Es la primera novela en la que no me siento impostor y no escritor. Empecé escribiendo por una apuesta, en el Colegio Mayor, rodeado de futuros ingenieros, de telecos... Y yo me siento superior, porque me defino como escritor, como si fuera un título aristocrático". Llega más lejos sin necesidad de hipérboles, si hasta ahora había sido un "escritor impostado, con esta novela he sentido que me he hecho escritor".
Diego Marro, amigo desde hace 32 años, ha ido "sufriendo párrafo a párrafo" (entiéndase el perfil chisposo de la puesta de largo) a un "escritor obsesionado por la palabra". El introductor se apoya en la novela. "Silencio. Silencio es la valiosa lección que le han dado los años como rey. Ahora lo sabe. Su empeño ha sido imponerlo. Era necesario para realizar la idea, el sueño, la misión que él mismo se impulso: la unidad del reino... Él es el rey y nadie debe interrumpir al rey, quien lo haga se arriesga a que le mande callar".
Óscar Prieto explica el origen del título. Roma, un puesto de libros de viejo, un epistolario de Pessoa, "El príncipe que no reinó". Y el epígrafe estuvo aguardando al príncipe adecuado. Es la metodología autoimpuesta por quien ha afrontado un centenar de exámenes y sólo ha suspendido uno. Se rayó, como dicen los jóvenes, pero "gracias a ese fracaso encontré al príncipe", estaba en el manual a pie de página. Atanagildo. "En dos horas tenía la historia montada".
Encontrarse a ese niño visigodo fue un rayo de inspiración. "Un niño inocente tuvo que pagar culpas de sus ancestros. Me conmovió que un niño indefenso y desvalido se convirtió en pieza esencial en el tablero geopolitico de la Europa del siglo VI".
Antes de seguir, aclara Óscar Prieto que no es una novela histórica, un género con el que no se encuentra cómodo. "Sí está basada en hechos históricos ". En la rebelión de Hermenegildo contra su padre, Leovigildo, año 580, tiempos en los que España se hace culturalmente católica. En realidad, la historia "es la lombriz que se mete en el lector para convertir en filosofía pura en torno al poder, libertad, tiranía, decisiones que se toman entre un mal y otro mal. Una novela sobre la condición humana", sobre los instrumentos del poder. En el fondo, "la realidad política no ha cambiado".
Leovigildo, ha asegurado, "es la inteligencia política más descomunal en España. Conocedor de los resortes y de los tempos. El poderoso tiene que saber cuándo es el momento. Si Maquiavelo llega a conocerlo, se hubiera arrodillado. Un Príncipe que quiere el poder porque tiene el sentido de dar la unidad", en aquella España de visigodos y romanos, con dos religiones, dos códigos, con bizantinos, suevos y tribunas rebeldes... Leovigildo introduce hasta la simbologia, el trono y la diadema.
Vuelve el sarcasmo, el humor del escritor como ser humano influenciado por cómo vive y siente. Aun en su bonhomía real, "mato muy bien".
"En el momento en que se aúnan la soledad y el silencio, y eso se consigue leyendo un buen libro como éste, uno empieza a pensar y nada hay que más tema el poder que alguien que piense"
No se arredra ante las componendas de lo políticamente correcto. "Este libro sólo lo podía escribir yo. Por mi formación filosófica, jurídica, histórica y pasión por los clásicos grecolatinos. Está todo eso y el ser padre, que tiene que influir en la forma de escribir". Igual que Leovigildo era padre de Hermenegildo y Recaredo, y el primero se rebeló contra su progenitor. En la reflexión, la conclusión de que "todo es poder y religión es poder y la familia es poder". Las narraciones familiares, como sucede con "El padrino", impactan.
La novela, ha agregado, va sobre el destino. "Si alguien tiene escrito su destino, es un príncipe. Tuvo que haber una violencia para trucar el destino del Príncipe". En Constantinopla, un esclavo eunuco que adquiere un papel protagonista le cuenta mitos para que vea cruda realidad. El mito de Meleagro que revela su dependencia vital de su madre. "El destino del príncipe no está en su mano, sino de su tío".
El libro está trufado de leyendas y mitos que ayudan a comprender a través de la metáfora, "porque tocan hasta el tuétano del ser humano". Todo depende de ellos, "ni siquiera este Dios, del que dicen que es el único y verdadero".
Antes de concluir, un alegato de la lectura como salvación. "¿Por qué atacan tanto a la soledad y al silencio? Porque en el momento en que se aúnan la soledad y el silencio, y eso se consigue leyendo un buen libro como éste, uno empieza a pensar y nada hay que más tema el poder que alguien que piense. Porque alguien que piense, como es el personaje del esclavo en la novela, nunca se someterá. En el momento en que uno empieza a pensar, y otro, y otro y otro, el control se resquebraja. No soy nada utópico y creo que esta sociedad está encaminada a impedirnos pensar".