La representación de Loa, la obra teatral inédita compuesta por una carmelita descalza anónima del Siglo de Oro, ha abarrotado la Iglesia de Santa Teresa hasta el extremo de colocar el cartel de "aforo completo". Cerca de doscientos espectadores que han disfrutado, reído y admirado el auto interpretado por el Aula de Teatro y Poesía de Fundación ibercaja bajo la dirección literaria de Pablo Cuevas, presidente de Studiosi pro Universitate Sertoriana, la dramatúrgica de Pilar Goded y la coordinación de Julia Lera.
Ha despertado una expectación tan inusitada que han sido muchos los espectadores que han expresado su deseo de que vuelva a ser representada. Este acto ha constituido el final del curso sobre el Colegio de San Alberto que se inició en enero con varias conferencias y ha desembocado en esta puesta en escena de una obra nunca vista fuera de las paredes de las carmelitas.
Pablo Cuevas, promotor de esta iniciativa, ha explicado que la pieza aúna humor y sabiduría, una alegoría representada por personajes que personifican ideas, muy característica del Siglo de Oro español, que ha comenzado con una interpretación de María Jesús Porta y Ana Aller en el canto y Julia Sopena con la flauta travesera.
Tal y como ha disfrutado el público tras la certera exposición de Cuevas Subías, en la primera de las dos partes irrumpe la Observancia, interpretada por María Pilar Goded, que para los pies al Placer, Amalia Foncillas, que quiere que la priora encargada de la rectitud en las normas las relaje porque llega tiempo de Carnestolendas y pretende que haga la vista gorda. Llama al tercero del reparto, el Disimulo, María Jesús Porta, para transigir sin que se note. Y también confluye la Prudencia, Ana Aller, que pone el punto de sabiduría con sentido común, "dominando la gramática parda". Apoya al Placer y el Disimulo para retorcer el brazo de la rigidez de la Observancia, de forma que se van "contaminando del espíritu festivo del Carnaval". Ha explicado el presidente de Studiosi que tiene un ambiente "como de musical clásico, delicioso, merced a la música y al canto, al humor y la empatía".
Un poquito de flexibilidad sobre las reglas de la observancia de Santa Teresa se traduce en la prolongación del tiempo en el torno para hablar con las amistades, la sisa de "zoquetes" de pan a la salida del refectorio o el abuso en el dormir dando rienda suelta a la pereza.
Tras sonar nuevamente la flauta travesera de Julia y la voz en francés de María Jesús Porta, una segunda parte que debió escribirse más adelante cronológicamente. En este caso, a los personajes aludidos se añade el Apetito, representado por Javier García Antón, "la versión indeseable del placer que intenta introducir el vicio en el convento, colarse por los bajos fondos empujado por tentaciones libidinosas". Un bribón con éxitos como pendenciero, que derribó a Adán, al rey David y millares de personajes ilustres de la historia de la humanidad.
El Placer, el Disimulo, la Prudencia y la Observancia se alían contra la injerencia del Apetito y, tras molerlo a palos hasta quebrarle espalda y piernas y sacarle los ojos por el tozuelo, consiguen su reconversión por la vía de la "mortificación" para que retorne la normalidad en el convento, eso sí, con los sones de la canción de gratitud a la superiora por su condescendencia: "Nuestra Madre priora está de Gracias, con que así el pretenderlas será alcanzarlas. Que viene, que va, que venga, que vaya".
Una pronunciada ovación ha acompañado este feliz desenlace de una obra emergida para la ciudad de Huesca, traída a la luz de la admiración de los públicos gracias a la acción investigadora de Pablo Cuevas, con el auspicio de Studiosi pro Universitate Sertoriana, el Aula de Teatro y Poesía, y el Ayuntamiento de Huesca.