Ofer Laszewicki, corresponsal en Israel y Palestina para La Vanguardia y La Razón, ha presentado la segunda jornada del "I Foro Internacional Democracia y Totalitarismos: el Holocausto como advertencia" con una conferencia estelar, la de Avraham Milgram, historiador emérito del Yad Vashem, el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá (término judío para aquella época negra, que se puede traducir al español como "La catástrofe"), imprescindible para recoger los testimonios de los supervivientes. Ha explicado el periodista que el tema que ha abordado el conferenciante es inédito: "La salvación de los judíos por los judíos en el Holocausto".
Jesús Inglada, director del IECHT (Instituto Europeo para el Conocimiento del Holocausto y los Totalitarismos), ha afirmado que Milgram es un "hombre de leyenda", con ás de treinta años de educador, investigador y director de Yad Vashem, descendiente de sefarditas que "rezuma judaísmo". Nacido en Argentina, vivió en Brasil y reside en Israel. Una condición habitual de "un pueblo en la diáspora que les ha llevado a no ser queridos por nadie". Avraham, ha agregado el profesor, es "el gran impulsor de la creación de la memoria sobre el judaísmo para hacer entender que, cuando salieron de los campos nazis, se podría pensar que llegaban a una nueva tierra prometida pero nada que ver con la realidad. Llegaron 300.000 supervivientes derrotados, deprimidos, mutilados. Les recibieron medio millón de judíos triunfadores de la guerra con el mundo árabe. No fue una recepción calurosa y tierna. Callaron su sufrimiento".
Un proceso muy largo lleno de choques entre estos dos mundos, los que ganaron una guerra y los que eran mirados con cierto desdén porque decían "que se habían dejado matar como conejos". El proceso evolutivo giró en torno a dos momentos clave: 1953 con la ley para erigir el monumento a las víctimas que acabó siendo el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá, y 1959 con una ley del día del recuerdo del Holocausto. Llegaría después el juicio a Adolf Eichmann desde el que los judios "vencidos y extenuados empiezan a denunciar el Holocausto". El postulado de Hannah Arendt retumba en el mundo: "En determinadas condiciones, se pueden repetir estas atrocidades", y en este sentido ha alertado sobre las posibilidades de que se pueda demonizar y elegir chivos expiatorios como por ejemplo el pueblo ucraniano al que se acusa con la generalidad de estar copado por nazis. Inglada ha recuperado la escena de Jorge Semprún con su profesor Maurice Halbwachs con quien coincidió en el campo de concentración de Buchenwald. Moribundo, Halbwachs reclamó que el español le leyera en voz alta algún consuelo, y éste recitó a Baudelaire: "¡Oh Muerte, capitana, ya es tiempo, levantemos el ancla!"
EL GENOCIDIO EXITOSO
Avraham Milgram ha definido el Holocausto como un genocidio exitoso. "En 1939 vivían en todo el mundo 16,5 millones de judíos, en Europa 10,5. Pasados 80 años, en todo el mundo somos 14,5 millones. Casi un siglo después del padecimiento, el pueblo judío no ha recuperado la pérdida humana del genocidio que fue el Holocausto". Ha sostenido el historiador que también ha habido una pérdida cultural por el dialecto yiddish, que se hablaba en los teatros, las escuelas y los periódicos de la Europa del Este. "En la Varsovia de 375.000 habitantes había más periódicos en yiddish que en Israel con 7 millones de judíos". La cultura sefardí, ha agregado, se ha perdido.
¿Podían los judíos salvar a judíos? La pregunta la ha respondido el propio Milgram revelando el tremendo mérito. "Hubo personas no judías con integridad moral y mucho coraje, en países bajo ocupación, terror y opresión. Salvar a judíos poniendo su integridad en peligro". La diferencia entre ambos, ha añadido, es que "la salvación de judíos por judíos es un fenónemo desconocido". Ha ponderado el reconocimiento a los Justos de las Naciones, expresión que se refiere a ciudadanos de confesión no judía o extranjeros, que se cifran en torno a los 30.000. Archiconocidos son Schlinder -la película ha ayudado a su popularidad-, Raoul Wallemberg (sueco que salvó a miles de judíos húngaros) o Arístides de Sousa Mendes, el cónsul porqugués en Francia que entregó visados para su país, o el embajador chino en Viena que hizo lo propio. "Salvaron muchas vidas humanas"
Las deportaciones abrieron el camino para la Solución Final, el eufemismo de los nazis para demonizar a los judíos entre 1941 y 1945 y provocar el asesinato sistemático masivo de este pueblo. Milgram ha aseverado que "no menos importantísimos son los criterios y diferencias de los judíos que salvaron judíos". En primer lugar, que "pusieron en peligro vidas para salvar a otros judíos a pesar de que eran víctimas potenciales del exterminio de los nazis". Segundo, se esforzaron por salvar judíos desconocidos, con los que no mantenían lazos ni amistad, "es natural salvar a personas próximas, pero lo hicieron con otros seres humanos con los que no tenían relación". Tercero, por intuición o conocimiento de la realidad, tenían la percepción de que el asesinato masivo de judíos se generalizaba. Y, cuarto, eran conscientes de la práctica imposibilidad de salvar de la Solución Final.
El historiador de Yad Vashem ha expuesto una dualidad cultural. Mientras Holanda, Bélgica o Francia saldaron con éxito las maniobras para salvar judíos por judíos, fue mucho más complejo en Polonia, los Países Bálticos o los territorios que Alemania controlaba en la Unión Soviética. En los primeros, había redes clandestinas de no judíos con participación de judíos para salvar judíos. Se movía este pueblo en la impotencia absoluta ante el odio de los nazis y la indiferencia de la población civil. Se manifestaba singularmente en las zonas rurales cristianas. Bárbara Engelking, la socióloga polaca, utilizó una metáfora certera: "El desierto de la humanidad". La búsqueda infinita de la compasión y del mantenimiento de la fe en otros humanos y la indefensión con una muerte no sólo física, sino psicológica y espiritual. El desierto de la humanidad, de la exclusión, del rechazo, del derecho de pertenencia. La Europa del Este que ataca a los judíos sin que sea un crimen, sino un deber patriótico, perseguidos y robados. Lo ha ejemplificado con el gueto de Siauali, Lituania, donde los fusilamientos eran prácticamente diarios: "Para los alemanes, 300 judíos eran 300 enemigos de la humanidad. Para los lituanos, 300 pares de zapatos, pantalones y similares. Para los alemanes era ideología. Para los lituanos, algo material".
En las conclusiones, ha incidido que un número significativo de judíos fueron salvados por judíos, aunque respecto a los Justos de las Naciones puede ser menor, y todo se "debe al poder destructivo de la Solución Final" que no dejó lugar a que muchos se salvaran. Como los Justos de Naciones, ha recalcado que reconocerlos tiene un gran valor civil, ético y educativo. "Gente de buena fe, ejemplos para la humanidad. Aunque fue pequeño el número, fue importante" por su altruismo, solidaridad y la resistencia a los nazis. "El judío era potencialmente un condenado a muerte". Dos formas de salvacioón. "Fueron verdaderos héroes".
Ha concluido con una moraleja de Ruth Bondy, escritora que sufrió en los campos de Theresienstadt, Auschwitz y Bergen-Belsen: "En el reino del mal absoluto, el amor humano es verdad".