Si la conjunción de piano y naturaleza en el monasterio de Villanueva de Sijena el viernes había sido increíble, el arte de Nati Ballarín adquirió una dimensión tan singular en La Cartuja de Nuestra Señora de las Fuentes que sobrecogió y a la vez elevó a los más de doscientos espectadores que escucharon tanto el relato de José Antonio y Ana Cerrillo (Luz de Luna, el espíritu de los Monegros) como la música que emanaba del piano con el que Nati se fundió de una manera prácticamente única.
Mari Carmen Pacheco, del Centro Carma, abrió el acto con una explicación de los aromas cuyos aceites esenciales habían sido depositados en sus muñecas para expresar una conjunción de bienestar emocional.
Los sonidos se fundieron en una especie de poesía, leyenda y paisaje, en las teclas donde desfilaron los espíritus de Beethoven, Schubert, Chopin, Debussy o Einaudi, con un canto al amor, al planeta y al equilibrio interior y exterior.
Al final del concierto, ese ejercicio de libertad que es escuchar en el ensimismamiento de cada uno un concierto de este nivel de intimidad fue para unos una catarsis, para otros una expresión de satisfacción, para algunos relajación, para otros gozo. Es lo que tiene la música magistralmente interpretada, que eleva la propia integridad de los compositores con la personalidad de la pianista. La música, que puede ser un lamento, también puede convertirse en esperanza. Lo dijo Luz de Luna y lo sublimó Nati Ballarín.