Arriesgo mucho con el titular. Saúl Ais Reig es nuestro villano particular, el árbitro odiado por excelencia, y también sucede en otros predios. Vivimos en la prehistoria, cuando en Vallecas cometió no errores, sino atropellos, y posteriormente en Huesca donde también perpetró actuaciones indignas. Desde hace un tiempo, sus arbitrajes al Huesca no pasan de la mediocridad que atesora el colectivo como si fuera una señal de identidad. Cuanto menos examen de conciencia, mejor para que la impunidad no se convierta en un quebradero en la conciencia.
En mi experiencia de casi 57 años de ver fútbol, los árbitros más odiosos son los erosivos, esos que en cada partido castigan a ritmo de calceta, que ríen como Pierre Nodoyuna (y no dan una) con su pulgoso perro Patán (en este caso merece tal consideración Álvaro Moreno Aragón, incapaz en el primer gol del Burgos, sospechosamente eficiente en la expulsión de Óscar Sielva). Llevan el partido como un auto loco, sin otro criterio que quedar bien con los anfitriones, tal ha sido el caso. Son como la gota malaya que acaba socavando la resistencia del torturado.
Fuentes Molina, absolutamente decidido a aplicar un rasero doble desde los primeros minutos, ha señalado 18 faltas a los jugadores del Huesca y 6 al Burgos. Con tamaña diferencia, sorprende que sólo haya mostrado una tarjeta amarilla por equipo. Curiosamente, tras amonestar a Loureiro, el gallego ha sido cazado en el tobillo y no ha habido admonición alguna. En el arranque de la jugada del primer gol del Burgos, la infracción sobre Óscar Sielva es tan flagrante que el también valenciano (como Ais) se mete la cabeza debajo del ala y Moreno Aragón, indigno y punible, tampoco le mete siquiera la duda. La acción determina el tanto en los últimos minutos del primer tiempo y es definitivo.
Paradójicamente, el granadino del VAR sí le llama ante la falta última de Óscar Sielva. La de la roja. Conste que yo también habría expulsado directamente al azulgrana, pero es cuando menos sospechosa la diferencia de criterio (si es que a estos negligentes se les puede atribuir tal capacidad de juzgar). En medio, y antes y después, Fuentes Molina ha señalado faltas en ataque en la desesperada de los de Hidalgo que corresponden a lo que antaño se llamaba "infracciones de peligro", cuando el trencilla protegía a sus preferidos con decisiones preventivas. No vaya a ser que... Y errores de apreciación que han perjudicado al Huesca con saques de esquina no señalados y fueras de banda "del revés", unos cuantos.
El Huesca ha perdido por su evidente distensión competitiva de los últimos choques a domicilio, por lo que no se puede atribuir a un incapaz como el colegiado valenciano un papel decisivo, pero sí influyente porque el primer tanto no ha debido subir al marcador. Dicho lo cual, soy contrario por pragmatismo a elevar protestas a esa tribu, a esa saga, a ese clan que son los árbitros, que como tales tienden a la autoprotección, como explica maravillosamente bien Alain Deneault en su obra maestra "Mediocracia". A la incompetencia, unen la chulería y la venganza. Si emergiera una cabeza pensante, habrían de degollarle. Hoy, 18 faltas en contra después, 6 a favor de los futbolistas burgaleses que al parecer son cartujos de Santa María de Miraflores, sólo queda pensar en El Alcoraz, donde no queremos jueces erosivos sino justos. La ración de pierrenodoyunas y patanes ya nos ha llenado esta tarde.