Bachimala, jardín de altura

El Club de Montaña Nabaín organizó una salida montañera para conocer la flora de alta montaña en esta área del norte de Sobrarbe

Estaban Urriolabeitia y Benito Campo
03 de Julio de 2024
El grupo en la cabaña de Añes Cruces.

Conocer la flora de las áreas de alta montaña era uno de los objetivos de la salida realizada por el Club de Montaña Nabaín en el macizo de Bachimala. La excursión comenzó para unos en Boltaña, otros en Aínsa y los últimos en unirse al grupo, en Plan. En total nos reunimos 17 apasionados de la montaña y de la flora alpina. El objetivo del día era dar a conocer a los interesados que hay vida vegetal de alto interés incluso por encima de los 2.300 metros de altura, y no sólo piedras, grajos y algún sarrio. Para ello contábamos con la presencia del fotógrafo y naturalista Benito Campo, del grupo de Medio Natural del club sobrarbés [que aporta gran parte de la información botánica de este breve resumen], y con monitores de montañismo de esa misma entidad.

Sobre las 8:30 iniciamos el recorrido en el camping El Forcallo, después de una breve subida, 10 minutos siguiendo la GR11, llegamos al refugio de Biadós, a 1.760m. Desde aquí comenzamos la parte más dura de la ascensión, que nos llevó a la cabaña del Sarrau, tras más de una hora de marcha, por un camino que discurre paralelo al barranco de Orieles. A casi 2060 m, todavía nos faltaban 340 para llegar al piso alpino.

Pero esta primera parada, además de para coger fuerzas y acabar de despertarnos, nos permitió contemplar el valle y las cumbres y con estas magníficas vistas, pudimos explicar las peculiaridades de la montaña: relieve, clima, y otras características que definen el ecosistema alpino. También quedo claro que la excursión iba a durar más de lo previsto, por el interés y las preguntas de los asistentes y las detalladas explicaciones del guía botánico (el concepto “tres minutos”, previamente pactado para cada explicación, no acabó de calar y fue objeto de bromas durante toda la ruta).

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Comenzamos desde aquí una tranquila ascensión, interrumpida cada vez que el camino nos descubría algún aspecto interesante para seguir profundizando en las características de la flora de montaña. Plantas que con sus finas y numerosas raíces fijan y mantienen los frágiles suelos, plantas almohadilladas, con hermosas flores, Daphne cneorum , Androsace vitaliana, que crean unas condiciones en su interior que les permiten soportar las duras condiciones de las montañas. Plantas no tan vistosas como el Plantago monosperma, pero poseen adaptaciones en sus hojas para protegerse de la alta radiación ultravioleta. Linaria alpina y Cerastium alpinum, que con sus nombres específicos dan clara referencia a su hábitat natural y algunas especies de gencianas y verónicas que con sus azules eléctricos, alegraban nuestra vista y ralentizaban nuestra ascensión.

Al cabo de unas 2 horas y 45 minutos llegamos al punto más alto de nuestra excursión, el collado de la Señal de Biadós (o de La Gatera) a 2.536 m y con unos 5 km recorridos. En este punto encontramos uno de los ambientes más interesantes y desconocidos de las montañas en relación con la vegetación, los roquedos, canchales y pedrizas. Aquí, las plantas han tenido que resolver múltiples problemas para poder vivir y prosperar. Este grupo de plantas era uno de los principales objetivos de la salida, pero las nieves tardías y abundantes de este año, ha hecho que la floración se retrase, las plantas se adaptan en sus tiempos a las condiciones ambientales, y apenas nos permitió disfrutar de las incipientes hojas que empezaban a asomar en y entre las piedras. Aun así, pudimos reconocer plantas como la Papaver lapeyrousianum, una amapola endémica de los Pirineos centrales y Sierra Nevada; Potentilla nivalis, creciendo entre las fisuras de una pared y varias especies de saxífragas. También los líquenes, organismos colonizadores y formadores del suelo, llamaron nuestra atención y les dedicamos unos minutos para admirarlos y explicar aspectos interesantes de su biología.

Flora de alta montaña. Foto Benito Campo

Desde el collado seguimos por un estrecho valle en dirección Este, en clara bajada hacia la cabaña de Añes Cruces. La primera parte de este valle posee neveros residuales, que en esta fecha se bordean sin ninguna dificultad. Más abajo, ya cerca de la cabaña, y a pesar de haber abandonado el piso alpino, la abundancia de especies vegetales que se despliegan ante nuestros ojos obligan a numerosas paradas, a las inevitables fotos y a consultar de manera frecuente la guía botánica (‘Plantas de las cumbres del Pirineo’, de Daniel Gómez y otros) aportada -y transportada- por Benito (¡que no es edición de bolsillo, ni mucho menos!) para catalogar cada ejemplar.

Especies incluso carnívoras como las grasillas (Pinguicula sp.), con su mecanismo de caza y su simbiosis con una especie de acaro para limpiar sus hojas de los restos de los insectos comidos, atraen la atención de todo el grupo y muestran que, efectivamente, hay una muy rica flora, en este caso ya de montaña, a nuestro alcance.

Desde la cabaña de Añes Cruces a 2.128 m, con 5 horas de marcha y unos 7 km, ya sobre el GR11, bajamos hacia Biadós atravesando laderas como auténticos jardines, llenas de lirios aun sin flores, Asphodelus albus, estos si, en plena floración, con cientos frutos ya en notable desarrollo de los narcisos, que nos hace imaginar el autentico espectáculo que hubiéramos podido disfrutar con sus grandes trompetas amarillas unas semanas atrás, una excelente excusa para regresar el próximo año. Tras haber disfrutado de una fantástica jornada de botánica y de montaña, llegamos al camping El Forcallo sobre las 16h. Para los amantes de las cifras, 11 km de pateo, 1000 de desnivel y unas 6 horas y 15 minutos de marcha “efectiva”.

Flor de alta montaña. Foto Benito Campo

 

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