No, no se alarmen. Ya sé que este titular no invita a vivir excitantes aventuras, y más relacionado con el fútbol, pero si se atreven a seguir leyendo puede que encuentren apropiado este epígrafe que me ha martilleado la cabeza durante la última semana mientras presenciaba el maratón de partidos que ofrecían todas las cadenas habidas y por haber.
Y uno de los principales y reiterativos mensajes que me machacaba las neuronas eran la alegría, el jolgorio, el alboroto y la felicidad que inundaban las capitales de Coruña, Castellón, Málaga y Córdoba viendo cómo sus aficionados celebraban el regreso a Segunda División. Todo un acontecimiento para unas ciudades acostumbradas a manejarse en los mejores estadios de primer nivel, alguno incluso europeo y con títulos en sus vitrinas. Porque en la próxima Liga Hypermotion habrá 17 clubes que han jugado en la máxima categoría, y que nunca acumulaban tanta historia.
Será, según dicen algunos, la mejor Segunda División de la historia porque sólo cinco clubes no han pisado nunca la máxima categoría del balompié patrio: Burgos CF (fue otro Burgos el que estuvo en Primera), Mirandés, Racing de Ferrol, Cartagena y Eldense. Entre los elegidos que sí han estado en Primea figuran: Zaragoza (58 temporadas en Primera), Deportivo (46), Racing (44), Sporting (42), Oviedo (38), Granada (27), Elche (24), Málaga CF (17), Levante y Cádiz (16), Tenerife (13), Castellón (11), Córdoba (9), Almería (8), Eibar y Albacete (7) y S.D. Huesca (2).
Sí, han leído bien, el Huesca, aunque sea en el último vagón no desmerece en nada su trayectoria, al revés, la engrandece. Porque tiene mucho mérito todo lo que ha sido capaz de hacer el Huesca en la etapa más gloriosa de su historia, aunque para algunos empezase a ser un mero trámite burocrático (ya llegó el titular) la presencia del equipo entre los grandes, ¡como si cualquiera fuera capaz de conseguirlo!
De tanto mirar a las estrellas nos olvidamos de que sin los pies sobre el césped no se pueden construir proyectos solventes. Puede ser el acomodamiento del nuevo burgués ya que para algunos (esta situación ya se vivió con el CB Peñas, que parecía mantener un amor eterno con la ACB hasta que se rompió el idilio) empezaba a ser una rutina -incluso se consideraba un desdoro no estar en Primera-, y se daba por hecha nuestra presencia en la categoría hasta que este año le hemos visto los dientes al lobo.
Hay que saber dimensionar el potencial del club para magnificar lo conseguido, aunque en ese rutilante camino se haya dilapidado una buena oportunidad de haberse hecho fuerte económicamente para cuando vinieran mal dadas haber presentado batalla con mayor solvencia. Hemos pasado de ser “una barca que luchaba con transatlánticos” (Lasaosa, dixit) a comer delicatesen todos los días y como el presidente se ha encargado de recordar en su regreso, “se terminó comer caviar, nos toca comer sardinetas”, ese ingresar cinco y gastar cuatro que había sido el principal mandamiento que nos llevó a la cima porque el Huesca se ha sabido mover con presupuestos ajustados mejor que en la riqueza.
También hice un hueco en mi reflexión para los que se han quedado en el intento con grandes respaldos sociales detrás, algunos de ellos de manera amarga y con incidentes que me retrotrajeron a las experiencias vividas en Écija, Córdoba y otros lares. Ahí tiene que estar puesta nuestra mirada, en ese “saber de dónde venimos” para no encallar en las mismas arenas y con humildad y buena gestión ir enderezando el rumbo y limpiando los sótanos con el paso de las temporadas.
Para eso es imprescindible, además de la excelencia en los despachos “y que el balón entre los domingos”, el impulso desde la grada, que esta temporada se ha doctorado cum laude, aunque ese ‘fieles, siempre sin reblar’ haya tenido en mi opinión algunas zonas mejorables como han reconocido algunos futbolistas.
El que paga manda, dictan unos cánones con los que yo no comulgo, y ya sé que es muy difícil substraerse a la frustración que provocan los malos resultados, que hacen que cunda el desánimo y se cargue contra el primero que pasa, pero el amor a los colores tiene que ser más profundo y más irreductible cuanto peor esté la situación. Los aficionados ingleses lo tienen claro y yo nunca entenderé que se chille e insulte a los jugadores propios. Eso juega a favor del contrario y en El Alcoraz nunca tenemos que dar ventajas porque este año ha sido una bicoca para los rivales.
Disfruten todos del verano y recarguen los ánimos para volver a dar batalla la próxima campaña, todos juntos con el equipo para que el ‘trámite’ en esta ocasión sea impresionante, lo que supondrá que, por lo menos, seguiremos en la categoría.