Después de la experiencia extenuante de Xisco (a Ambriz no le voy a juzgar, porque creo que no merece un veredicto cuando tuvo unas condiciones extrañas), comprobar que un entrenador se eleva si no a la altura del santo ejecutor al menos a las copas de los árboles donde sestean los búhos chicos es francamente gratificante. Hoy no ha volado nadie sobre el nido del Cuco, que ha estado impecable convirtiendo el equipo en un grupo identificable con sus ideas.
Es posible que, dentro de esa especie en peligro de extinción deseable que son los que todo lo saben (a toro pasado, claro), los hubiera que estaban a priori encantados con la alineación inicial de Ziganda. No formaba parte yo de esa legión. Me preguntaba: ¿pero por qué no pone a los buenos directamente y no a tanto canterano? Estaba equivocado absolutamente. Me encanta rectificar. El ejercicio de la rectificación nos humaniza y nos aporta sabiduría. Quien no reconoce sus errores, jamás aprende, y en la vida sólo crecemos si engrosamos el baúl de las experiencias que vemos con ojos limpios. Sí, el partido y el Cuco me han demostrado que desconfiaba en vano. Me pasa mucho en esto del fútbol. Me ocurría con Rubi y con Míchel. Siempre he aplicado la expresión de amigos que son enciclopedias de esto: "Ataques de entrenador".
Los aficionados tienen legitimidad para el recelo. Ziganda ha estado certero en la rueda de prensa posterior al proclamar que juegan para la afición. Y el respetable, que por eso se llama así, tiene sus derechos, el primero de ellos a opinar con la inclusión de la crítica, y si lo desea agria o ácida. Helen Keller, la primera mujer sordociega en la historia en obtener una licenciatura (luego fue gran política, escritora y filósofa) se preguntaba por qué contentarnos con vivir a rastras cuando sentimos el anhelo de volar. Hemos vivido una década larga prodigiosa y, aun teniendo los pies en el suelo, no es justo exigirnos renuncia alguna. Pero lo que hay es lo que es, y porque lo que hay es lo que es precisamos más que nunca de un Cuco que lleve en su pico los sueños con los que alimentar a sus crías.
Esta noche vamos a albergar motivos para la esperanza. Hoy, que ya no somos clase alta sino media tirando a baja en el plano de las posibilidades económicas para fichar (triste de verdad el final del mercado de verano), hemos de ilusionarnos con el golazo de Kevin Carlos y el partido impresionante de Tomeo, con la personalidad y el arrojo de Kento, con el mejor nivel de Marc, con ese tándem de centrales novedoso que ha sido Timor-Jeremy, con la mejoría de los laterales que se han contagiado de la seguridad del resto, con la alegría que transmite Soko con su chispa y con esa combinación de dibujos animados en el tercer tanto. He de admitir que, antes del partido, a mis compañeros les he dicho: ¿No podemos sacar a todo el banquillo? Parecía más lustroso. Y además, los que han salido, lo han hecho bien.
No hay que lanzar las campanas al vuelo, pero soñar es gratis. Y tenemos al Cuco, que tiene una mirada menos perversa que la de Jack Nicholson, pero hoy a los de Ibiza se les ha hecho de noche de terror.