En tiempos de impunidad

El fútbol camina hacia la decrepitud por la libertad que se concede a unos jueces de baja estofa

04 de Diciembre de 2022
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Andrei Ratiu defiende a Stoichkov, delantero que ha abusado de la impunidad que le ha concedido Milla Alvendiz
Andrei Ratiu defiende a Stoichkov, delantero que ha abusado de la impunidad que le ha concedido Milla Alvendiz

En el día de la bandera de Andalucía, Milla Alvendiz ha portado el estandarte de la indignidad. O es incompetente o es mal intencionado. O sustenta ambas condiciones. Todos los delitos comienzan por una planificación y una hoja de ruta. El andaluz ha empezado mostrando dos tarjetas amarillas a los dos centrales del Eibar y, a partir de ahí, un reúma repentino le ha paralizado la mano para evitar que el Eibar, como ha merecido, se quedara en inferioridad. Ha sido de una sutileza espectacular. Ha adornado de autoridad las reprimendas a Stoichkov y Corpas en sus permanentes saltos de trampolín dentro del área. La impunidad va a matar a los árbitros. En el fútbol, cualquier tiempo pasado fue mejor. Sí, como suena. Mejor. Errores como el de ayer le hubieran costado al trencilla una larga temporada en la nevera. No se puede retorcer el reglamento para señalar penalti cuando viene de un rebote en el cuerpo. No se puede interpretar que la posición del brazo es antinatural, ¿o es que alguien que se cae lleva decorosamente pegada la extremidad so pena de sanción? ¿Ni siquiera le ha entrado la duda sobre la falta que reclamaba Florian Miguel antes del penalti que ha dejado solo al servidor del cuero crucial, o sobre la posible falta en el segundo a Rubén? Sófocles dejó para la historia una frase eterna, que un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo está condenado al abismo. El VAR, que está humillando esta temporada (y la pasada) a la Sociedad Deportiva Huesca, es como el lenguaje, arma de destrucción o herramienta de construcción. No se creó para la arbitrariedad, sino para la justicia. Sigo manteniendo que hay que expulsar a los colegiados de la sala VAR con destemplanza, como Jesús a los mercaderes del templo, y sustituirlos por ingenieros a los que se les enseñe el reglamento y se les dote de poderes plenipotenciarios. Sólo de esa manera desaparecerán de los céspedes tipos como el prepotente juez de hoy.

Otra cuestión es que el Huesca no haya incurrido en deméritos en una segunda parte en la que el Cuco Ziganda ha errado y de una manera grave. Además de que va siendo hora de que el entrenador se ponga de parte del aficionado en el desafuero arbitral, si de verdad quiere ejercer con coherencia su empatía con el público, ha renunciado de manera prácticamente total a la hipótesis que finalmente se ha sustanciado. Borrar del juego a Dani Escriche y a Soko tras su primer gran tiempo, dejar al equipo sin una configuración para una posible necesidad de reacción, es un riesgo que va más allá de su conservadurismo innato. Es jugarlo todo a la ruleta rusa. Y el Éibar, reconducido por las decisiones arbitrales a un final plácido, lo ha agradecido. En el duelo de técnicos sin riesgo, Gaizka Garitano ha sido más audaz... aunque justo es decir que exigido por la adversidad. De lo contrario, hubieran quedado empatados. Y los equipos quizás también.

Tercer punto. Siendo conscientes de que las protestas caen en saco roto cuando eres un club humilde, no estaría de más que el Consejo de Administración tomara cartas en el asunto arbitral. No lo digo por la obligación estatutaria de los consejeros, sino por la condición de "respetable" de la afición que paga religiosamente sus abonos y sus entradas. Puede parecer una cuestión baladí o una rabieta, pero es más una certeza de que el fútbol camina hacia la decrepitud por la libertad que se concede a unos jueces de baja estofa. Si en el Mundial la pifian, como para no hacerlo en el Eibar-Huesca. Decepción y a seguir sufriendo. Algún día tendremos un once tipo, arbitrajes justos y diversión sobre el campo. De momento, a alegrarnos con el encendido de luces, que por cierto también dan poca intensidad. Estamos de perfil bajo.

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