Hace meses que mi amigo Enrique se queja amargamente de la falta de ambición que impera en muchos de los planteamientos con los que los equipos afrontan los partidos en el panorama futbolístico actual. Con un “algo hay que hacer” llegó a sugerirme que habría que plantear la drástica medida de castigar los empates a cero con cero puntos para ver si así se incentivaba algo más de alegría en las mentes de los inquilinos de los banquillos.
A lo mejor Enrique exageraba un poco pero la hoja de servicios de la SD Huesca en lo que va de temporada le da la razón. Es cierto que ha habido partidos (sobre todo primeras partes) infames fuera de casa con derrotas canónicas pero no lo es menos que se han ganado partidos, como contra el Depor, porque el equipo buscó la victoria sin temor a poder perder el pírrico punto de lo que yo calificaría como la falacia de la imbatibilidad. Y es que, a estas alturas de la película, un equipo que hubiera empatado todos sus choques – invicto, por tanto- llevaría 8 puntos, 7 menos que los 15 que atesora la SD Huesca pese a – insisto- algunos desempeños nefastos como los de Málaga o Miranda.
Cierto es que en una categoría tan tremendamente igualada como la Segunda División es harto complicado ganar, pero es innegable el hecho de que buscar los tres puntos es a la larga mucho más rentable que salir al verde con las gafas (0-0) como único objetivo.
Así las cosas y con 15 puntos en el buche, no cabe esperar otra cosa el domingo a las 14 horas (terrible horario, por cierto) que una actitud decidida y contundente del equipo buscando la victoria con determinación y una alegría que vuelva a poner la grada del Alcoraz en ebullición y nos permita disfrutar de lo deportivo al margen de la tempestad que lidia el plano institucional.
Sobre la misma, creo que es momento de ser prudentes para no caer en la tentación de juzgar precipitadamente. Sin duda también es imprescindible poner en valor de una vez por todas la Junta de Accionistas como principal órgano de gobierno de la SD Huesca en el que se exponga la realidad con el rigor, la responsabilidad y el respeto que merecen la institución y, no se nos olvide, la legalidad vigente.