Huesca celebra el éxito de Irene Sánchez-Escribano en la mejor carrera de su vida, que le ha llevado a la final olímpica de París

La obstaculista toledana tiene vínculos afectivos con la capital oscense, a donde se suele desplazar con frecuencia y entrena en la Ciudad Deportiva

M. A. B.
04 de Agosto de 2024
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Irene Sánchez-Escribano durante el 3.000 obstáculos
Irene Sánchez-Escribano durante el 3.000 obstáculos

La toledana Irene Sánchez-Escribano se ha clasificado para la final de 3.000 obstáculos en los Juegos Olímpicos. Una pequeña parte de este éxito tiene relación directa con Huesca por sus vínculos afectivos y familiares. Porque la atleta suele desplazarse con cierta frecuencia hasta la capital oscense, de donde es su pareja, Nicolás, y se le ve por las pistas de atletismo de la Ciudad Deportiva José María Escriche realizando sus series de entrenamientos.

Foto de familia de los atletas de Valentia y sus entrenadores con Irene Sánchez-Escribano.
Foto de familia de los atletas de Valentia y sus entrenadores con Irene Sánchez-Escribano.

De ello, y del buen carácter de la finalista olímpica, se pudieron apercibir el grupo de deportistas de Valentia que entrena Carmen Larre, junto con Manuel Pérez como voluntario. Fue el pasado mes de febrero cuando coincidieron en la Ciudad Deportiva los atletas de Larre con Sánchez-Escribano. La internacional detuvo su preparación durante unos instantes y se mostró “atenta, agradable, receptiva y muy cariñosa” para atender a cuantas preguntas le trasladaron.

Unos requerimientos relacionados con sus experiencias en campeonatos de España, de Europa y del Mundo. En aquel momento estaba a punto de cerrar la campaña invernal de cross para centrarse en el gran objetivo del año, que no era otro que lograr el billete de los Juegos Olímpicos.

La toledana respondió amable y cariñosa a todo lo que le preguntaron los chavales de Valentia con naturalidad en lo que para todos fue una experiencia “emocionante e imborrable”.

Irene Sánchez-Escribano (izquierda) con Carmen Larré (derecha) en las pistas de Huesca.
Irene Sánchez-Escribano (izquierda) con Carmen Larré (derecha) en las pistas de Huesca.

También ha coincidido en la pista con los atletas de la Escuela de Intec-Zoiti. Precisamente, la semana que estuvo Christian Iguacel en Huesca, previa a la primera jornada de la Liga de Clubes y luciendo con orgullo la medalla de oro lograda en el Mundial de pista cubierta con el relevo largo de Bélgica, estaba Irene Sánchez-Escribano realizando su preparación. La mínima olímpica la consiguió sobre la bocina, en el Campeonato de España de La Nucía a finales de junio.

Hasta que ha llegado este domingo el éxito de París. Así lo describe la Federación Española en la crónica de la carrera que se puede ver en la web y que es el relato de un ejercicio de superación personal: Lo de Irene Sánchez-Escribano fue de los momentos más emotivos que viviremos en París. Hace tres años, ya con la tarjeta de embarque para Japón, se lesionó en el último entreno específico.

Nuestra mejor obstaculista de la última década (seis veces campeona nacional y finalista europea) se desquitó con creces de aquel infortunio y tres años después transformó las lágrimas de tristeza en expresión de alegría. Lloraba y lloraba tras pasar la meta, y en zona mixta, y abrazada a los suyos (pocos atletas cuentan con el soporte de la barra brava de la toledana: tan ruidosa y simpática que se los rifaban las teles de aquí y de allá en los aledaños de Saint Denis).

Lloraba por el pasado y el presente, pues sabe que había firmado la mejor carrera de su vida, aunque ella, modesta, declarase tímidamente: “Sí, puede ser”. Es. Quinta en su semifinal dictando una lección a nivel táctico, cronométrico y de gestión psicológica. Menudo dominio. Enchufada a volumen brutal, siempre escogiendo el movimiento correcto, ganando posiciones cada vez que el ritmo de la plusmarquista mundial, la keniana Beatrice Chepkoech (3:03.73), dejaba un nuevo cadáver por el camino. Irene tenía la sexta mejor marca personal y la octava del año. Y fe. Pero la fe sin control no sirve de nada, así que siguió trazando zancadas con escuadra y cartabón. A 6:11.93 se cruzó el 2000. A falta de dos vueltas iba sexta, se puso quinta justo después, en plena curva.

En el fragor del cuerpo a cuerpo, tañir de la campana, llegó a estar cuarta. Perdía de nuevo esa plaza, pero era indiferente pues el quinteto estaba clarificado. Detrás un hueco que vigilar, aunque nunca llegó a ser amenaza real, por más que Irene recordase “el pequeño traspiés tras la última ría”.

Desde dentro debió asustar, en la grada ni cosquillas. Era su día, nadie se lo iba a arrebatar (el mismo, 4 de agosto, en el que su amiga del alma, Marta Pérez, pasó a la final de Tokio; sí, qué bonito el atletismo a veces). De añadido un 9:17.39 que la sitúan junto a Marta Domínguez como las únicas de nuestra historia en romper la barrera de los nueve minutos y veinte segundos.

“Me parecía increíble correr en un estadio con este ambiente, vine con Carolina (que se abrazaba a ella, llorando también) hace dos días para verlo y estar preparada. Ahora no me creo que vaya a poder disfrutarlo una vez más”, sostenía ante los medios. Tiene para hacerse a la idea hasta el martes 6 de agosto a las 21:20 horas.

Es por eso que, tras aquel varapalo y con lo tortuoso del camino, la final olímpica de París sabe todavía mejor. Su registro es, por si lo anterior fuera poco, la mejor marca de una española en unos Juegos en el 3.000 obstáculos. “No lo sabía, pero ¡mucho mejor!”, reaccionaba tras la carrera.

“Ha venido muchísima gente a verme, estoy muy emocionada. En la última vuelta se caía el estadio”, ha dicho. Ahora, en la final, primero disfrutar y luego ya se verá. “Quiero disfrutar de una final olímpica, que me ha costado muchísimo estar aquí. Trataré de hacer otra marca personal si se puede. Y, si no, esto ya me lo he llevado”, ha finalizado. Una historia de superación y esfuerzo con recompensa.

Y seguro que Huesca se suma a la alegría de este éxito, especialmente quienes, como los deportistas de Valentia, han podido compartir con ella esos instantes de emoción y de dar a conocer sus experiencias.

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