La Sociedad Deportiva Huesca soplará este sábado las velas de su 65 cumpleaños. El 29 de marzo de 1960 nació como tal el club azulgrana tras una reunión que tuvo lugar en el altillo del Bar Flor, en los Porches de Galicia, auspiciada por Patricio Funes. Fue el primer presidente de una entidad que ya llevaba un año trabajando en la “sala de máquinas” con el fin de recuperar el fútbol que se había perdido en la capital oscense por los problemas económicos que derivaron de su paso en temporadas anteriores por la Segunda División. El Santiago y el Lamusa fueron durante ese impás de cuatro años los encargados de dar vidilla al balompié entre los aficionados.
Patricio Funes se había puesto manos a la obra en el renacimiento del Huesca, ahora con la denominación de Sociedad Deportiva, pero azulgrana como siempre. Funes estaba acompañado en este alumbramiento por Francisco Zaballos, José María Ferrer y Ricardo Compairé -socio número 1-, entre otros, con un grupo de jugadores de Huesca deseosos de que el fútbol volviese a la capital con elevadas pretensiones.
La convocatoria de aquel 29 de marzo de 1960 tuvo una excelente respuesta. Uno de los testigos silenciosos de aquel encuentro fundacional es José María Morlán, un joven aficionado que entonces tenía 16 años y que había vivido de la mano de su padre las mieles de aquella Unión Deportiva Huesca que saboreó la Segunda División de la década precedente ya en el campo de San Jorge. Digo silencioso porque él mismo lo admite. “Me invitaron a ir porque Patricio Funes era amigo de mi padre y hombre serio, había mucha gente y bastantes jugadores de Huesca, imagino que venían de los dos equipos que estaban en aquella época, el Santiago y el Lamusa. Lo que recuerdo de verdad es que en esa reunión me presentaron una ficha de juvenil de la SD Huesca y firmé”, recuerda.
Pero esa licencia fue más un gesto simbólico. En realidad, Morlán nunca llegó a jugar en el Huesca y sus escarceos modestos se limitaron a sus actuaciones con el equipo de San Viator o en la entonces llamada Liga de Adheridos, de la que por cierto sí salieron futbolistas para el Huesca. Era delantero centro y metía goles “porque estaba bien acompañado en los extremos”, apunta con una sonrisa.
Todo fue muy rápido. El 8 de abril se formalizó la inscripción del club en la Federación Aragonesa de Fútbol. Y se construyó un equipo para subir como la espuma y sin perder tiempo. Una primera temporada en Regional Preferente, con Jesús Aspiroz como primer entrenador, y ascenso a Tercera División, con numerosas promociones de ascenso.
A partir de ahí, la historia del club se traduce en 30 campañas en Tercera División, 18 en Segunda B, 13 en Segunda División (con la actual) y 2 en Primera División, además de otras dos en Regional Preferente, la citada del nacimiento y la del descenso en la famosa promoción contra el Guadalajara la 72-73, el mismo año del estreno de El Alcoraz.
José María Morlán, además de salir de aquella reunión con la ficha de juvenil firmada, lo hizo como socio primerizo del Huesca. Su fidelidad está a prueba de bomba. “Desde aquel primer momento, nunca he dejado de ser socio”, afirma rotundo, quien ahora puede presumir de ser el número 10 de los afiliados. Sobresaliente y a la altura de quien se ha dejado horas y horas por la entidad sin más ánimo que el de sumar.
Los primeros años fueron también de continuos cambios en la presidencia en ese grupo de amigos que había gestado la vuelta del fútbol. A Funes le sucedió Antonio Coarasa, le siguieron Víctor González, Juan Torre, Ricardo Cañiz, Aurelio Auseré y Adolfo Calvo. Los conoció personalmente y tuvo trato con todos. Se detiene en la figura de Fito Calvo “porque hay que dar valor a su magnífica gestión, dejó un superávit de 500.000 pesetas de la época -una fortuna, sin duda-, que fueron el impulso para la construcción de El Alcoraz”, señala Morlán.
Y tras Fito Calvo, la llegada de José María Mur, que ya se movía en el ambiente futbolero desde la famosa reunión del Flor, pero que irrumpió con fuerza y con un ambicioso proyecto: construir El Alcoraz y disponer de un campo propio ante lo obsoleto y trasnochado que había quedado San Jorge.
Mur reclutó a mucha gente para la causa, amigos como el propio Morlán -al que le encomendó la tesorería- y otros como Raimundo Bambó y Luis Pie, arquitecto y aparejador, con los que no tuvo que emplearse a fondo para seducirles en la ejecución de la obra que ha sido, es y será, “patrimonio de la humanidad” para la SD Huesca. Tal era su grado de amistad con ambos, que respondieron sin rechistar y sin cobrar un duro a su llamada para ponerse manos a esa obra que se estrenó un 16 de enero de 1972. Más de una vez Bambó ha calificado la obra como "una epopeya" y una "heroicidad".
José María Morlán lo tiene muy claro: “El Alcoraz ha sido definitivo para que el Huesca esté donde está. Si Mur no se hubiera lanzado a hacerlo, dudo mucho que el club hubiese llegado a donde ha llegado. Era un hombre con una iniciativa y un empuje tremendo. Fue decisivo en la historia del Huesca”.
Fueron tiempos duros y para el entonces tesorero “nuestra filosofía era llegar a fin de mes y poder pagar a todo el mundo. Siempre íbamos ahogados, pero cumplíamos”.
Cuando Mur dejó la presidencia al término de la temporada 74-75 (había accedido al cargo en 1967), le sucedieron Ángel Lumbierres, Joaquín Sarvisé, Antonio Giral, Amadeo Orduna, Juan Luis Larrosa -campaña 83-84, en la que Morlán fue durante un breve período vicepresidente-, y de nuevo José María Mur con Carmelo Castanera en una Junta Gestora a la que José María Morlán se adhirió por la amistad y lealtad que siempre tuvo hacia la figura de Mur.
Néstor Gavín, Javier Tebas, Tomás Félix (Gestora), Aurelio Malo-Tomás Iglesias (Gestora), Jesús Viñuales -de quien también destaca Morlán el valor que tuvo para hacerse cargo del club en un momento muy delicado-, Armando Borraz, Fernando Losfablos, Agustín Lasaosa, Manolo Torres, Fernando Callizo y de nuevo Agustín Lasaosa han guiado hasta nuestros días los 65 años que ahora cumple el Huesca.
En esos puntos de inflexión que tiene en su memoria -y que son legión porque su mente repasa con suma facilidad nombres y hechos acaecidos en las seis décadas y media de vida-, José María Morlán recuerda el descenso a Preferente en la promoción con el Guadalajara “y sobre todo el puñetazo que dio Aldea, el portero, a la puerta del vestuario del árbitro con tal fuerza que la atravesó”.
Pero en el reverso de la moneda, la cara feliz del inolvidable paseo triunfal del Huesca en el ascenso a Primera División. “Yo soy más de bregar que de emociones. Pero aquel ambiente que vivió la ciudad y lo que vimos en la Plaza de Navarra, no lo había vivido nadie”.
El segundo ascenso, dos años después, le pilló ingresado en el Hospital San Jorge, convaleciente del covid y sin apenas enterarse.
Ahora, y con todo lo sucedido en los últimos años del Huesca, “me quedo con lo bien que veo a la actual propiedad, me causó una excelente impresión en las últimas juntas de accionistas, muy positiva”.