La garganta de las Gloces, muy cercana a Fanlo, fue este domingo, el objetivo de una nueva salida barranquista del Club de Montaña Nabaín. Sobre las once de la mañana y en un día que no fue especialmente caluroso, con sol y muchas ganas, comenzamos la aproximación. A escasamente tres kilómetros de este bonito y carismático pueblo, justo en el cruce de acceso a la población, y donde a pesar de la cantidad de coches aparcados por los alrededores, pudimos dejar los nuestros, se encuentra una pista que nos lleva hasta un sendero, que durante unos veinte minutos desciende hasta la cabecera del barranco.
Un tanto bajo el caudal, aunque dadas las fechas, pleno agosto, suficiente para poder realizar el descenso con la siempre alegre compañía del agua. El primer contacto con ella, mediante un pequeño tobogán, sirve para refrescarnos y avanzar, directos, hacia el primer rápel, de unos doce metros, para descender hasta la estrecha, sinuosa, profunda, oscura y bellísima grieta que no nos dejará hasta el final del barranco.
Discurre esta garganta a través de varios toboganes, saltos, destrepes y algún que otro rápel más, durante unos ochocientos metros. Es un recorrido que se nos hace verdaderamente corto, con una particular belleza, con tramos en los cuales no pasa un rayo de luz, y que cuando entra, las paredes, las rocas cobran una nueva perspectiva, formas y colores que se muestran ante nosotros. A medida que el cañón se va abriendo, se puede disfrutar viendo la salvaje vegetación que cubre las paredes. Los árboles que empiezan a asomar, nos anuncian ya el cercano final de esta bella garganta.
Maravillados, nos sentimos privilegiados de poder contemplar y disfrutar estos espacios, y lo que nos recuerda, una vez más, que esto no es un parque acuático y que los Pirineos no son un merendero. Todos tenemos el derecho de disfrutar de la montaña, pero también tenemos la obligación de cuidarla.
Después de despojarnos de los neoprenos iniciamos el retorno, una caminata de algo más de treinta minutos por un agradable bosquecillo al que debemos agradecer la sombra que nos acompañó durante toda la subida y que, aunque fatigosa, fue muy reconfortante, rememorando el barranco que acabábamos de hacer.
Como siempre un buen trago de agua y un ligero tentempié con su correspondiente cambio de impresiones, daba por terminada la salida: todos a los coches y a disfrutar de lo que queda de verano, aún quedan días para algún que otro barranco más. Una vez más agradecer a todos los compañeros por tan agradable jornada, y a los más experimentados por sus enseñanzas.