Un vasco como él, Pío Baroja, escribió que, en la vida, muchas veces, no se sabe si es uno el que empuja los acontecimientos o si son los acontecimientos los que le arrastran a uno. No se puede categorizar absolutamente en uno u otro escenario. En nuestra existencia, hay corrientes que se nos llevan, pero lo importante es saber coger el timón propio para capearlas y, en tiempos de bonanza, avanzar. Así es como ha transcurrido la trayectoria vivencial de Eduardo Roldán, que de no ser porque era preciso en el lenguaje de Cervantes, podríamos definir en la jerga anglicista de hoy como un "influencer". Un líder de los que, poniéndose siempre por delante de sus escuadrones, ha conseguido que todos alcanzaran mejores resultados invididual y coralmente.
Eduardo Roldán nació en San Sebastián en 1943, año de guerra (mundial) y año de posguerra (española). Coetáneos suyos, Raphael, Joan Manuel Serrat y Julio Iglesias dentro de la piel de toro, los rollings Mick Jagger y Keith Richards, el beatle George Harrison y figuras emblemáticas como Pablo Milanés, Raffaella Carrá o El Puma. Fue un niño precoz en su curiosidad. Mientras estudiaba, se aficionaba a la montaña y al esquí, con el Club Vasco de Camping, y se deslizaba en las incipientes pistas de Aralar. Era un buen deportista, de los que despuntan en competiciones. Tenía claro su camino y se diplomó como profesor en la Escuela Española de Esquí en 1965. Tomó las maletas y se trasladó a Austria. Idioma y experiencia, aprendizaje para un retorno a su paraíso personal.
De vista larga y acción rápida, en Candanchú combinó su trabajo como contable en un hotel con las enseñanzas como profesor y ya se instalaba como empresario de remontes. En 1970, como director de la Escuela Española de Esquí, creó un equipo de Demostradores, toda una innovación. Siempre un paso por delante, su intención divulgadora se reflejó en la edición de varios libros sobre técnicas de esquí y en la participación en congresos internacionales en los que, por todo el mundo, desgranaba la metodología específica aplicada en su entorno.
Eduardo Roldán era más dado a abrir que a cerrar puertas. Amigo íntimo del rey don Juan Carlos, del que fue mucho más que un instructor, proyectó el Valle del Aragón y el Pirineo. Dirigió las candidaturas olímpicas del 98 y el 2002, y las Universiadas de 1981 y 1995, todo un éxito organizativo.
Sus habilitades y su actitud dialogante le reportaron importantes responsabilidades como presidente de la Real Federación Española de Deportes de Invierno, como miembro del comité ejecutivo de la Internacional y del Comité Olímpico Español y del Internacional. Y, sin embargo, sin necesidad de medallas (aunque recibió las del Mérito Militar y Deportivo), sus grandes pasiones fueron Candanchú (casi medio siglo al frente), su servicio al pueblo de Aísa y la participación en causas que requerían sus capacidades como el Club Hielo Jaca y el Club de Tenis de Jaca. Hoy, Eduardo Roldán se desliza hacia otros predios sin necesidad de esquivar puertas ni de alcanzar las metas que ya ha cruzado, impecablemente, en vida. Que descanse en paz el 'influencer' que nunca supo que lo fue.