Este 28 de septiembre se cumplen 52 meses desde el inicio de la Operación Oikos, aquellas detenciones "de película" que han marcado un antes y un después en la Sociedad Deportiva Huesca, que hubo de suplir la vacante del presidente Lasaosa (renunció para preservar el buen nombre del club hasta que se sustanciara el proceso judicial), y en las vidas de la propia Sociedad Deportiva Huesca, de Agustín Lasaosa, Juan Carlos Galindo (desde hace meses archivada la causa contra él), Carlos Laguna (sometido a una verdadera tortura, un hombre de su probidad contrastada), Jesús Sanagustín y su empresa Pryobras, el exjugador Íñigo López y un largo rosario de investigados.
La instrucción, cuya largura obedece a la peculiar concepción judicial del tiempo (lo que para el resto es un suplicio, para quienes la imparten es una sucesión de diligencias e instrucciones sin alma), se prolongó más de 50 meses hasta que ya no hubo nada más que constatar, con un botón de muestra sobre la actitud que exaspera a los implicados: el peritaje de tres facturas que, además, fue controvertido se alargó durante meses a pesar de que su coste total no explicaría en absoluto el montante que se pretendía justificar de unas presuntas primas a terceras (250.000-270.000 euros). En medio de todo, desde aquel 28 de mayo de 2018, una serie de episodios chuscos propios de Torrente con presiones a Lasaosa para que renunciara a todo y vendiera el club, con insinuaciones de un agente a la mujer de Iñigo López e interrogatorios surrealistas como el que sufrió Luis Ardid en la característica retórica judicial.
Sea como fuere, en julio se puso fin a la instrucción y todo quedó al albur de lo que decida la Juez de Instrucción número 5: si sobresee, si archiva la causa, o se inclina por abrir vista oral. En medio, el caso Osasuna y la sentencia en la que una sala del Supremo estipuló que las primas a terceros no pueden ser englobados en un tipo ilícito porque no vulneran, al contrario, la competición. Y aquí, esperando, después de meses de huelga de funcionarios judiciales que habrían aliviado el día a día de los magistrados, llegamos al mes 52 de la tensa y deprimente espera de quienes sólo reclaman justicia. Que, como dice el viejo aforismo, cuando es lenta, no es tal.