Un presente anodino

El Huesca cotiza como valor seguro aunque sea con tantísimo empate

Periodista, docente y entrenador
28 de Febrero de 2023
Samuel Obeng, uno de los refuerzos de invierno del Huesca.

Huesca y Real Zaragoza no levantan pasiones; la entrada en el último tercio de competición les obliga, cuanto menos, a mantener la categoría

Esperar unas semanas para no sentenciar en el corto plazo debería de ser el mandamiento primero del comentarista futbolero, a menudo disfrazado de sesudo analista que sin embargo vomita juicios en caliente o sin la perspectiva que solo da el tiempo.

Aplicado al Huesca y al Zaragoza pasa lo mismo que con todos los demás. Vivirlos de manera apasionada lleva a opinar con el día a día como frontera más lejana. En parte es comprensible, claro que sí, pero se corre el riesgo de quitarle el puesto a Rappel.

Cumplido el segundo ciclo de 14 partidos, es decir, dos terceras partes del campeonato, les cuento cómo veo el panorama de uno y otro, ahora que ya asoma el enfrentamiento de vuelta del próximo 19 de marzo.

El Huesca cotiza como valor seguro aunque sea con tantísimo empate. Le falta gol pero defiende bien su área y esos ocho puntos que le distancian del descenso parecen definitivos a estas alturas, salvo encadenamiento poco probable de pifia tras pifia.

Dio la impresión el equipo azulgrana de reforzarse muy dignamente en invierno, pero el perfil que ofrece en cada encuentro sigue siendo muy similar al del inicio de Liga. Ahora mismo casi hay más ocupación en los despachos, tanto por la definitiva resolución de la Oikos (que va camino de retrasarse tal que algún crimen de guerra del nazismo), como por la posible entrada de capital en una sociedad anónima que, por razones varias, se ha desinflado rápidamente en su límite salarial o, lo que viene a ser lo mismo, la solvencia para fichar futbolistas diferenciales como los que ha tenido años atrás.

A solo tres puntos aunque parezcan una eternidad está el Real Zaragoza; cinco sobre el descenso por lo tanto. Pese a la llegada de una nueva propiedad y el cambio de entrenador, en el vestuario sigue sonando Julio Iglesias con La vida sigue igual. Su legión de seguidores en la capital vive entre la apatía y la ilusión forzada, cada vez más descreída sobre el futuro.

A esto hay que añadir el asunto del nuevo estadio. En mi opinión, bastaría con una profunda reforma de La Romareda, más allá de que sirva o no (ojalá que sí) para albergar algún partido de un Mundial. El interés general lo sujetan una masa zaragocista cuya fe no se fija en el color de las políticas y el efecto multiplicador de ciudad que tiene el fútbol, tanto más cuanto mayores son los logros.

A ese interés común, mayoritario, entendible o como lo que queramos calificar, se une la pretensión del empresariado por asumir obras y usos. Y es en ese trozo del roscón donde está la sorpresa, que si únicamente sirve para sonrisa de los de siempre genera no solo impopularidad, sino la tentación de poner los cacareados palos en las ruedas.

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