La Universidad Oberta de Catalunya (UOC) publicó en 2018 un llamativo estudio que concluía que el 70% de los ganadores de una lotería acaban arruinados transcurridos 5 años. El estudio hablaba de que la llegada de riquezas inesperadas llevan a la toma de decisiones irracionales por parte de estos nuevos ricos que suelen carecer de las capacidades de gestionar unas enormes cuantías de dinero a las que no se les da el mismo valor que si se hubieran conseguido después de luchar, de mucho tiempo y de mucha estrategia.
Confieso que el eco de ese estudio resuena en mi cabeza frecuentemente en todo lo relativo a la SD Huesca. Y es 5 años después del excepcional ascenso a Primera División no cuesta demasiado encontrar muchas similitudes.
Y no sólo a nivel institucional, en el que la crisis es a todas luces evidente. Creo que también a nivel social nos vinimos demasiado arriba como aficionados llegando a perder parte de una esencia que nos había hecho diferentes y, sobre todo, excepcionalmente apreciados por toda la geografía del país.
Tan soporíferos como el fútbol de pretemporada me parecen los dimes y diretes extradeportivos que rodean la actualidad del club. Carezco de la información necesaria para poder opinar con rigor pero sí que me atrevo a afirmar con rotundidad que detesto, por las terribles resacas que suele dejar, el mejunje que resulta cuando se introducen políticos en el brebaje futbolístico.
"Partimos sin músculo económico y con una más que cierta sensación de desarraigo social"
Tengo claro también que el tiempo nos ha devuelto al pelotón de los modestos de esta magnífica competición que es la Segunda División. Toca asumirlo, disfrutarlo y recuperar a todos los niveles esa humilde ambición que nos llevó a lograr gestas impensables y sobre todo un bendito sentimiento de identificación con los valores que representaba el equipo.
Partimos sin músculo económico y con una más que cierta sensación de desarraigo social (más cualitativa que cuantativa, a juzgar por una cifra de abonados que habrá que consolidar donde realmente cuenta, en la grada) pero con 42 batallas por librar. Porque afortunadamente, en unas horas comenzará a rodar el balón y serán sus azares la claqueta que marcará el tempo de nuestros sentimientos. Al fin y al cabo, no nos engañemos, mientras la pelotica entraba nadie sacábamos la mirada del verde.
Que ruede, pues, y, sobre todo, que entre.