"El ERE es el balance último de la gestión anterior". Es todo un epitafio esculpido en letras negras para la etapa precedente de la Sociedad Deportiva. No se le puede denominar ni siquiera de la gestión del Huesca, porque ha sido entre inexistente y mal intencionada, en proporciones que cada cual puede escoger en su sano juicio. El final de una era de derroche y de opacidad.
El comunicado del club es, en primer lugar, una muestra clara de respeto a la afición, a la que, por vez primera en años, se le reconoce la madurez que siempre tuvo y que se le negó con subterfugios, despilfarros y caprichosa administración nefasta del dinero de sus abonos y de la mínima transparencia. Gestores de dinero ajeno sin la debida responsabilidad, con ejemplos indignantes, léanse las barbaridades de Viena, del Godó de Nadal, de la Champions ante el Leipzig o de las suntuarias facturas en restaurantes, sin mesura ni decencia en el tiro de tarjeta de crédito azulgrana.
En segundo lugar, la nota es una declaración de compromiso con la ciudad, con la provincia y con la masa social del club. Los buenos empresarios miran a la cara a sus empleados, pero también a sus clientes, a sus patrocinadores, a sus proveedores y a sus grupos de interés, entre los cuales el primero de todos es, como significa la palabra, el respetable. El aficionado que ha sido víctima de un engaño masivo y, hasta hoy, impune.
Frente a las lacónicas y sin embargo alegres previsiones -vacuas- del pavoneado Plan Estratégico del Consejo pretérito y del patrono principal de la Fundación (los nombres son prescindibles, todos les tenemos en mente), estamos en tiempo de realismo. El enfermo que tomaron los actuales dirigentes, con 6,1 millones del ala que sacaron de sus empresas -diferencia sustancial frente a los anteriores rectores que dilapidaron indecentemente más de 150 millones ajenos en las últimas temporadas-, todavía está en la camilla quirúrgica.
La gravedad del paciente -la Sociedad Deportiva Huesca- es tal que procede del ataque interno que se estaba perpetrando: "El club había previsto gastar 3 euros por cada 2 que ingresa". Ahí está el cálculo de 4,5 millones para el curso que empezó hace ocho jornadas. Quiere decir que, en aquellas ruedas de prensa en las que se ufanaban de que "la economía del club es espectacular", cabían dos opciones: o mentían o envolvían en optimismo estúpido su incompetencia. La hemeroteca no deja lugar a dudas. Lean EL DIARIO DE HUESCA del 8 de noviembre de 2023, cuando los dos máximos directivos aventuraban unas pérdidas por debajo del millón: han sido 5,13. Y esto después de haber mal vendido las parcelas de Tierz. Y afortunadamente con la negativa del nuevo presidente de la Fundación, Manuel Ollé, a que realizaran operaciones que hubieran ocasionado una pérdida irreparable de patrimonio para salvar sus culos (con perdón).
Con una fórmula parecida a la vieja máxima de Lasaosa, ingresar 5 y gastar 4 y hasta si se puede 3, el Consejo que lidera Ricardo Mur -cuya dedicación a la causa sólo es comparable con los medios que desinteresadamente está disponiendo el Grupo Arqa- está en la idea de revertir la situación reconduciendo una política de comercialización que incluso el conferenciante pagado Gonzalo Ávila afeó, para extraer réditos a las empresas y acabar con una merma de rentabilidad propia de juerguistas y no de profesionales serios. La otra parte viene del ajuste.
El ERE es la consecuencia ingrata de la deriva económica de un club que, como explica el comunicado de manera indirecta, ha sucedido a la infausta y alicorta táctica de tirar una patada hacia delante cuando asedian las amenazas. Aquellas coces combinadas con filigranas horribles como el dinero dilapidado por la vagancia de no entregar las llaves de la sede de Pirineos, de presupuestar de parte unas vallas a más que el doble de su precio o de aplicar un amiguismo impropio de cualquier estructura que contemple el mérito como fundamento de la conformación del equipo profesional.
Es imperativo el éxito del plan para el déficit cero, para el que se precisa audacia, valentía y asunción de medidas impopulares. A nadie le gusta reducir gastos, pero una gangrena exige tomar un camino desde una disyuntiva: amputar alguna extremidad o dejar morir al cuerpo entero.
Después de una resaca de largas temporadas de -mucho- vino y rosas, llega el tiempo de recuperar el equilibrio, la estabilidad. Con mayor integridad, con entereza, con la verdad por delante, se hubieran acortado los plazos y se habría podido enderezar el rumbo. Algunos, llamados agoreros y hasta otros epítetos más desagradables, venimos anunciando meses y años esta zozobra, con datos y realidades nunca replicadas. Otros, mientras tanto, se sumaban al abrevadero, porque les parecía un estanque dorado (de oro).
Como el Johnny que cogió su fusil en la película inspirada en la novela de Trumbo, el torso sin extremidades, ni olfato, ni oído ni vista, únicamente compuesto por la gallardía del equipo deportivo de Hidalgo, la afición y la nueva dirigencia que se ha decidido a partir de la realidad para ir regenerando todos los órganos, comienza a andar. Dios dirá -y el análisis de las cuentas- si habrá exigencias, más allá de las éticas y de la memoria que no podemos perder, de tipo legal que es lo que tantos azulgranas demandan. A eso, al contrario que la anterior etapa, habrá de responder el rigor. Pero a mí no me cabe duda alguna de que lo que tenga que ser, será. Pese a quien pese. Porque el Huesca nos promete que "está más vivo que nunca y puede afrontar el futuro sin miedo a que desaparezca". Más que nunca, FSSR.