“Lo voy a intentar”, afirma Silvia Ferrer en plena cuenta atrás ante su puesta de largo en la París-Brest-París. No se detiene a pensar en lo que puede significar convertirse en la primera mujer altoaragonesa en completar los 1.230 kilómetros montada en la bici. Disciplinada y anárquica al mismo tiempo, asegura que no hay planificación para hacer semejante recorrido en el tiempo máximo de 90 horas.
Incombustible, increíble, insuperable. Y cualquier calificativo similar encaja. Esta es Silvia Ferrer, ahora con 52 años (en la horquilla de la edad media de la participación de la prueba), profesora de Educación Física y Música en un colegio de Tarragona, donde reside de lunes a viernes, y que los fines de semana regresa volando al “hogar, dulce hogar” de Huesca, donde le esperan su casa, sus seres queridos y su bici, que se ha convertido en la herramienta deportiva de los últimos años. Es un caso curioso y único el de Silvia, destacada velocista de la Zoiti en su etapa júnior y fondista y ultrafondista con el paso de los años en su vuelta a la actividad deportivo-competitiva varias décadas más tarde.
Además de brillar sobre el tartán, lo ha hecho en todos los “palos” que ha tocado. No solo en el atletismo (en todas las versiones y distancias), también ha pasado por el triatlón (lo dejó porque dice que la natación no le mola mucho, aunque la practica como entrenamiento), las carreras por montaña (la última “bestialidad” que hizo fue la Hunmilak, una ultra trail en el País Vasco de 168 kilómetros y 22.000 metros de desnivel) y finalmente la bici.
Sobre ruedas ha encontrado su mejor instrumento para seguir plenamente activa. Vemos el origen de la París-Brest-París. “Hice un año triatlón y le compré una bici a Cored. Luego la aparqué. Después de la Hunmilak acabé lesionada y me dijeron los médicos que me olvidara de hacer carreras porque la rodilla estaba muy dañada. Habían pasado cuatro años (de 2012 a 2016) y volví a coger la bici. Se la llevé a Cored para que me la volviera a poner a punto y me uní a la grupeta del Cierzo para salir los fines de semana”, comenta Silvia Ferrer.
Y por esa rendija aprovechó Cored para “invitarla” a que se animara a hacer la París-Brest-París. “Mi padre (el amigo y compañero periodista Jaime Ferrer) me dijo que ya solo faltaba que me metieran el gusanillo. Y la verdad es que me metió el veneno de esta prueba”, admite.
Así que era cuestión de poner los pies en los pedales y ver qué era necesario para inscribirse y participar. Silvia se ha adaptado a las exigencias del guión realizando la Brevet 200 con el CC Oscense, dos de 600 (una en Toledo y otra en Huesca), una de 300 en Ripollet -con eso ya estaba más que cumplida- y hace un par de semanas hizo la de 400, pero fuera de plazo, si bien le sirvió para aclimatarse a la nocturnidad de las etapas que le vienen en tierras francesas. Por medio de todo esto, un parón porque se rompió dos costillas hace casi tres meses. “Pero había dicho que sí, y allí que voy”, asevera sin pestañear, al tiempo que ha recogido consejos de gente que ha participado en la prueba, como el propio Miguel Ramón o Luis Escanero, que la ha hecho en media docena de ocasiones.
No sabe cuántos kilómetros de preparación lleva en las piernas. “Cuando salgo con la bici no llevo cuenta kilómetros, ni GPS, ni pulsómetro, ni nada”. Lo importante, añade, es que “estoy mentalmente preparada para hacerla. El físico cuenta mucho, pero la cabeza todavía más. Voy con la intención de conseguirlo. Haber estado lesionada casi dos meses me ha dejado dañado el cuello, las cervicales y las lumbares. Esto representa un esfuerzo grande, pero tengo muchas ganas y una gran ilusión por conseguirlo”.
Tiene una confianza plena en sus posibilidades. “Si no me falla el cuerpo, espero superar esos momentos complicados y duros de nervios o de lloros porque son muchas horas y muchos kilómetros sobre la bici. Pero si hay que hacerlo, se hace y punto”.
Es por eso que, como deportista, “siempre pienso en lo positivo”. Y asegura no haberse hecho ningún planteamiento. “Si tengo ganas de descansar, descansaré. Si tengo hambre, comeré. No hay nada de planificación. He hecho deporte toda mi vida. Soy disciplinada pero también anárquica. No voy a esta prueba con ninguna obsesión. Me lanzo al ruedo y ya está. El objetivo es acabar, que es lo que quiero. No soy ciclista, soy deportista y me gustan los retos. Y estoy seguro que si lo consigo, habrá ‘alguien’ por allí arriba que me habrá ayudado”, en un claro guiño hacia ese “gusanillo” que su padre Jaime le dijo que le había metido Cored hace tres años antes de que cayese enfermo.
Asegura que es “el reto más fuerte y con más kilómetros” al que se enfrenta. Además de sus carreras de montaña ‘ultras’, también tiene en su haber tres Quebrantahuesos y una Treparriscos. “La bici me ha llegado después de todo. Siempre lo he hecho para disfrutar. No me lo tomo como una mera competición. Y si me gusta la París-Brest-París, será la primera de otras que vendrán después. Me gusta la aventura y me gustan las largas distancias. Hay otras pruebas largas y fuertes. Le he cogido el gusto a la bici, me da vida y me va bien”.
“Los de Huesca no reblamos”, apostilla esta foribunda hincha del Huesca (viene de propio a los partidos, es la gran animadora de la zona de Preferencia en la que se sienta y lo que más lamenta de estas fechas es que no podrá estar en el Huesca-Tenerife del próximo lunes, aunque estará informada al instante), en lo que suena a aviso a navegantes. Pista libre en Francia, que llega la gran Silvia Ferrer.