Tanto va el cántaro a la fuente...

La gran lástima es que ese símbolo de unión que han sido las peñas se han ido sin el buen sabor de boca que merecían.

15 de Octubre de 2022
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Afición del Huesca en la explanada antes del partido
Afición del Huesca en la explanada antes del partido

Tenía para mí que el Cuco hipnotizaba a los rivales. Los resultados le daban la razón. Pero el refranero acude siempre al auxilio de nuestra interpretación. Tanto va el cántaro a la fuente, que acaba por romperse. Las rotaciones son obligadas cuando disputas tres encuentros en una semana. Y sobre todo cuando tienes la convicción de que todos tus hombres son de la partida. Que todos pueden estar conteniendo en la retaguardia, pero también para la vanguardia. Yo, particularmente, no lo tengo tan claro. Pero por eso no soy entrenador.

Yo siempre sacaría a jugadores como Gerard Valentín y José Ángel Carrillo, porque tienen esa chispa que acaba rompiendo el partido. Es lo que sucede con Juan Carlos Real, que ha sido el hombre que más peligro ha llevado arriba. Lo que sucede es que el contrario te estudia y coloca un misil antiescudos como el que dicen que Europa prepara contra la amenaza putiniana. Eso, ni más ni menos, ha hecho el míster del Racing, que ha tejido una tela de araña en la que han caído los más talentosos de los nuestros. Y los ha convertido, en la escala de grises, en lo más grisáceo. Ni han estado bien ni mal, sino todo lo contrario. Y el partido ha sido como los anteriores, pero sin gol.

Ziganda, que es muy estudioso, habrá sacado sus propias conclusiones. No tienen necesariamente que afectar a los nombres. Como noticia positiva, la recuperación para la causa de jugadores como Cristian Salvador. Y el crecimiento de Pablo Tomeo. Uno tenía ganas de ver a Juan Villar, aunque en mejor versión. Y una cuestión en la que disiento de algunos: el Huesca no es predecible. Si lo fuera, hubiera perdido mucho más. Pero también lo es que haber ganado al Racing -se nos atraganta como una ración de rabas cántabras de bocado- nos hubiera llevado a esa ilusión.

Y, sobre todo, la gran lástima es que ese símbolo de unión que han sido las peñas se han ido sin el buen sabor de boca que merecían. Pero tiempo tendrán para resarcirse.

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