Ricardo Bergua, fundador y alma máter de El Viejo Acordeón, ha retomado la gestión del histórico establecimiento de Huesca con la intención de mantenerlo activo mientras espera encontrar a algún profesional o inversor interesado en continuar con la historia del local.
Su objetivo es realizar un traspaso definitivo, no alquilar, y la operación incluiría tanto el local como las mercancías, la maquinaria y el fondo de comercio. Con casi cinco décadas a sus espaldas, El Viejo Acordeón sigue siendo un referente gastronómico de la ciudad.
Ubicado en la Plaza del Justicia, 9, en el barrio de Santo Domingo y San Martín, el establecimiento abrió sus puertas oficialmente en abril de 1977, aunque sus inicios se remontan a las fiestas de San Lorenzo del año anterior, en agosto de 1976.
Ricardo Bergua, junto a sus dos socios originales, Joaquín y Domingo, dieron vida a un concepto pionero en la ciudad. Inspirados en los Frankfurt de otras ciudades, como Hamburgo, quisieron abrir el primero en Huesca y ofrecer un producto novedoso para la época: bocadillos rápidos con salchichas alemanas, en un formato poco habitual en aquel entonces.

Aunque la idea era inaugurar en Navidad de 1976, un retraso en las obras por parte del constructor obligó a posponer la apertura hasta la festividad de San Jorge del año siguiente.
Durante ese tiempo, se puso en marcha Frankfurt el Danzante en la calle Padre Huesca, que Bergua recuerda haber visitado con su socio Domingo. Vendían las famosas salchichas pequeñitas Purlón y cuando pidieron tomate, pensando que les iban a sacar ketchup, el camarero les sirvió uno de ensalada abierto. Eso les tranquilizó, no era el tipo de negocio que ellos concebían y en el que estaban trabajando.
Otro intento de adelantarse vino de la mano de la Cafetería Lord, que improvisó una barra en la entrada para servir frankfurt, aunque sin salsas ni acompañamientos. A pesar de estas iniciativas, El Viejo Acordeón se consolidó rápidamente, gracias a su enfoque sencillo y un ambiente cercano.
El negocio fue testigo del cambio de costumbres de los oscenses a lo largo de los años. En sus primeros tiempos, el horario nocturno terminaba temprano y las cenas familiares se fueron perdiendo. El Viejo Acordeón se convirtió los domingos en el punto de encuentro para muchos jóvenes y familias que venían desde Sariñena, Sabiñánigo, Grañén o cualquier pueblo de alrededor. Tras disfrutar de una tarde de fiesta, acudían al local a cenar antes de regresar a sus casas a las diez o las once de la noche.
Dentro de un par de años, el local celebrará sus bodas de oro
Han pasado 48 años desde que Ricardo Bergua y sus socios abrieron por primera vez la persiana. Aunque ha habido períodos en los que el negocio estuvo alquilado o traspasado temporalmente, él siempre ha estado vinculado al local, pendiente de su evolución. Con el paso del tiempo, la sociedad ha cambiado. Antes las cenas terminaban a las 10 de la noche; ahora, las fiestas duran hasta las 6 de la mañana.
Actualmente, Bergua mantiene el negocio abierto en un horario reducido, de 18:00 a 23:30 horas, mientras busca a alguien que quiera asumir el legado de este emblemático establecimiento. El objetivo es traspasar el local a alguien que pueda continuar con la historia de El Viejo Acordeón y, aunque está dispuesto a colaborar y apoyar a los futuros propietarios en la transición, insiste en que su intención es vender y dejar el negocio en buenas manos.

Mientras tanto, ha renovado la carta retirando algunos bocadillos e introduciendo novedades. Aunque aún no se sabe qué rotación tendrán, la selección ha sido pensada para mantener un equilibrio entre tradición e innovación.
Confía en que las nuevas propuestas sean bien recibidas por los clientes, siempre teniendo en cuenta la relación calidad-precio y el éxito de los bocadillos que son ya unos clásicos.
Entre las incorporaciones destaca el "falso lobster", un sándwich inspirado en el clásico americano, en el que la langosta ha sido sustituida por langostinos. También han reinventado la cochinita pibil, rebautizada como "Tocinetas Square" (en homenaje a la Plaza de los Tocinos, nombre popular con el que se conoce en Huesca a la Plaza del Justicia), una versión con un toque especial gracias a una cuidada selección de especias.
Otra de las novedades es el sándwich trufado, junto a los emblemáticos pepitos valencianos, rebautizados como "Joselitos", disponibles con relleno de atún o de morcilla con cebolla caramelizada y manzana.
Bergua asegura que siempre le han gustado los bocadillos y, además, cuenta con la influencia de Eugenia y su madre, Pilar, cuya inspiración ha sido clave en la creación de bocadillos como el "falso lobster", el sándwich trufado y una opción pensada para vegetarianos.
Un negocio que es mucho más que el producto que ofrece, constituye todo un símbolo de la evolución social y gastronómica de Huesca, lleno de anécdotas, recuerdos y encuentros que forman parte de la historia de la ciudad.