Sobre Cristina Esperanza Mendoza reposarán, al igual que sobre Ibón Cejalvo, la mayoría de los ojos en la actuación de los Danzantes del 10 de agosto de 2023. En la penumbra matinal por el cobijo de la gigantesca silueta de la Basílica de San Lorenzo, sus dances se convertirán en oración con ritmos de mujer por primera vez en la historia de Huesca. Si Ibón ha dejado atrás justamente la mayoría de edad, Cristina ha entrado en los cuarenta y tras de sí tiene ya una importante trayectoria de oscense apegada a la tradición.
Ser nieta de Cacón es una impronta y una emoción. De hecho, asoma un nudo en la garganta cuando rememora a su abuelo, perfil juncal, sobre el asfalto de la plaza en su última actuación. Le admira, al igual que a su padre y a su tío Fernando, que como buenos hermanos han dado el testigo a Cristina y a su primo Fernando. En la casa de los Esperanza Mendoza, ya se venía hablando del tránsito en sentido inverso de padre e hija. La matriarca puso la sensatez en 2019 para señalar que sería bueno que Jesús, pletórico de facultades, cumpliera los 50 años danzando. La pandemia demoró el plan. Y luego la espera tuvo una maravillosa causa, la niña que vio la primera luz desde las entrañas de Cristina y llenó de felicidad a todos. En 2022, el maestro danzó y era el momento.
Cristina, empleada de banca con trabajo actual en Barbastro, asume el reto con naturalidad. "Hace quince o veinte años sí que había más temor a la opinión pública, pero los tiempos han evolucionado y yo admito ahora la responsabilidad. Tenía que llegar y así ha sido". Ha mamado el ambiente de los Danzantes, "mi padre danzaba desde 1972 y yo nací en 1981. Desde muy pequeña, madrugaba para ir a ver a mi padre y a mi tío. Y en la juventud empalmábamos para disfrutar con los danzantes. No me lo he perdido nunca. En la plaza el día 10, el 11 en el Mercado, en las residencias de la tercera edad, en los barrios. Para mí, el dance es como una religión".
Está muy agradecida a la generosidad de su padre, "que después de 51 años puede saltar perfectamente", con una figura muy distinta de la espigada de su abuelo. Los "Cacones" son una saga excepcionalmente dotada por condición y por voluntad.
La coincidencia en el debut con su primo Fernando, atleta de postín, es otro motivo de felicidad. Van a concurrir con "el color azul" del abuelo y de los padres. El 10 de agosto, disfrutarán desde dentro. A Cristina le apasionan especialmente el Dance de Espadas, "por la música, por el ruido, por la emoción" y el Degollau. Hace pausa. "Y los palos, claro. En realidad, todos".
A la vez que los sones, mueve su corazón y su fe. "Para mí es oración. Soy muy devota, católica practicante y en torno a San Lorenzo todo tiene sentido".
Le cubre la retaguardia un buen ángel de la guarda, su madre. "Está muy contenta, muy ilusionada y organizando todo lo de la costura y los trajes".
Coincide con Ibón Cejalvo en la alegría por "compartir el foco, que se divide y creo que será muy bueno. Cuando me enteré de que se convertía en la primera danzante de Huesca, me pareció algo fantástico. Ojalá en el futuro salgan más".
Está ya anhelando iniciar los ensayos. Cristina, que ya desarrolló sus habilidades en el baile en Estirpe de Aragonia, incide en el camino de "la tradición. No está reñida con la innovación, al contrario, yo creo que esta renovación con mujeres va a ser buena para la fiesta". Seguro que San Lorenzo, desde su parrilla, guiña un ojo en señal de asentimiento. Y ese es el refrendo supremo.