Estirpe de Aragonia barniza con jota los recuerdos de oficios, costumbres y oración

Soberbio colofón a las actuaciones folclóricas en el Paseo Carlos Vidal que ha registrado un nuevo llenazo de público

15 de Agosto de 2023
Guardar
Actuación de Estirpe de Aragonia en el Parque Miguel Servet

"Aún resuena en mis oídos tu voz esa noche de invierno que juntos alrededor de la chimenea nos fuiste relatando tus recuerdos. Cuando cada verano vuelvo al pueblo, me parece verte en cada calle, en cada esquina, y vienen a mi memoria aquellas historias que de niño me habías contado".

Estirpe de Aragonia, en el paseo de "su" Carlos Vidal, ha cerrado el ciclo de actuaciones de grupos folclóricos de Huesca con un delicioso relato de usos y costumbres, de cántaros que van a la fuente, de pastores, de oliveras, de cortejos y oraciones. Un barniz hermosamente nostálgico por los oficios perdidos, por las tradiciones imborrables, por la jota hecha rezo a San Lorenzo y a la Virgen de Loreto. La escenografía, con fondos de decorados alusivos a cada parte, ha resultado un auténtico espectáculo, desde pastores a oliveras y esa impresionante efigie de la virgen.

En off, para que las remembranzas de otros tiempos resonaran entre los árboles del parque, la palabra de Pascual Labarta sonaba grave, profunda. "Nos decías que hoy en día, con un simple abrir y cerrar el grifo, aparecía el agua. Cuando tú eras niño, no tener agua en casa significaba acarrear de distintas fuentes pozos, ya fuera con cubos, botijos o cántaros. Mujeres que iban a la fuente y les servía de excusa para entablar conversación y charlas sobre sus cosilas. Esas mujeres que con el cántaro en la cabeza son todo un símbolo de la tradición".

Y, en estas, David Elbaile entona "Las flamas de lo fogaril" con voz queda, controlada, íntima. Y Marta Val despierta a todos con "Los cántaros", arriba los corazones, las bailadoras y los bailadores, que merodean a las mozas.

Una voz infantil, la de Julia Barlés, rasga los cielos con "Se las compone el señor". La pequeñita trae "el cántaro bien lleno de la fuente del querer pa que lo tengas guardado pa cuando quieras beber". El escenario se llena de poder y belleza con Ixeya Guayart con "Y yo nacida en Argel", con el dúo de Andrea y Sheila "por si coloreaba" y Laura Sarasa, "ay, madre, que se me ha roto el cantarico en la fuente" con Las fronteras, porque "no siento yo el cantarico sino el qué dirá la gente".

Es cambio de tercio. Las narraciones de Pascual Labarta y Ruth Pueyo saltan de oficio a las montañas, donde el pastor conversa consigo mismo y las cabezas de su ganado como testigos de excepción de una manera de entender la vida, en libertad, en los valles. Bailan los de estirpe la Jota de los Pastores de Tena. Natalia y Silvia proclaman que "femateros y holrtelanos, labradores y pastores los que esbriznan y apurrean corazón, jota y sudores", y Óscar Bernet añora a la "Moza del pañuelo negro" cuya evocación le generaba penas que quitaba con la jota en medio del monte. José Domingo Gavín fundía la nieve de los aleros como pastor que interpreta la jota (con la firma de Teresa Ramón) y David Elbaile tendió la manta en el monte y se le llenó de flores, para bendecir a la madre "que nos parió a los pastores".

Ya la noche se había echado encima y era el momento álgido oportuno para que Carmen Gavín alzara a los predios donde baila Carlos Vidal "La magallonera", tan pulida ella como los hombres y mujeres que danzan la Jota de las Oliveras. Todo el escenario se convierte en un sobrio olivar enramado por el trabajo duro y el cansancio más llevadero con la compañía de esas jotas que expresan un sentimiento de alegría o de tristeza, de ilusión o de lamento (Carmen y Sheila en "Que de niña me cantabas"), ese instante hermoso "Al preguntarle al romero" de Clara Atarés que, entre los árboles, se lava "con rosada como hacían mis padres", esa alegría del alma entera de Natalia Sistac ("Varea bien el olivo que aquí traigo yo mi manta") y esas pulidas olivericas que cantan Silvia Abad y Marta Val.

Entre faenas y faenas, los cortejos, y el parque se hace ronda. Una parada en cada esquina musical. Ixeia con "La fiera", Clara con el panizo sembrado, Andrea "y porque me da la gana" que proclama la fórmula para rondar: "guitarra, noche, alegría y un amor al que cantar". Y Carmen "contigo la partiría", mientras Laura va "volando por la ribera" y David asegura que "una copla cantaré con contento y alegría, con esta no canto más y les doy la despedida".

Silencio. Rasga la rondalla una preciosa interpretación. "Un día en Huesca", delicada, fascinante, intimista, la atmósfera se impregna de oración hecha música. Dar gracias a Dios, a la Virgen del Pilar y, sobre todo, a San Lorenzo. El sentido de la jota y unos minutos para la exaltación del orgullo de oscense, de la identidad. La Jota de San Lorenzo que a todos excita la emoción y a todos arranca los motores del corazón. Ha puesto en servicio este bloque Daniel Cejalvo, bailador que fue de Estirpe, danzante que fue, danzante que legó su banda y sus espadas, y sus palos nuevos y viejos, a Ibón, la primera con Cristina en la historia de Huesca.

Las alas han elevado al público que ocupa todos los bancos y al que permanece de pie, como si el espectáculo le elevara para no sentir el cansancio de las piernas puestas a prueba por seis días de fiesta. Es un final de concierto con aires de trascendencia. Sheila Gavín reza "las tres Salves diarias" a la Virgen del Pilar que triplica a nuestro patrón San Lorenzo. Christian Gavín saca al jilguero a cantar y Andrea Mora recuerda que la fiesta de nuestro patrón se acompaña por el pueblo con el dance y la procesión. Natalia y Marta hacen la ofrenda de amor con pan y vino en el altar que son después el cuerpo y sangre de Dios.

Al escenario, un almudevarense, Javier Abad, toma la partitura de Schubert y alza una sentida Ave María como los mejores intérpretes operísticos que en la historia han sido. Irrumpen algunas gotas gruesas, amenaza que queda contenida por la voz de Abad. Todos, entre el público, cruzan los dedos y rezan. Ruegan a San Lorenzo que deje poner el broche de oro a este prodigio de ciclo de jota. Y ahí salen las bailadoras y los bailadores, ahí las voces para poner una pica en el cielo con la Jota de la Virgen de Loreto, que, agradecida, desvía por unos minutos las nubes mientras contempla ese prodigio de armonía, de brío y de fe. Fin y sonrisas en los rostros. Misión cumplida. El folclore como patrimonio de la humanidad. Gracias, San Lorenzo, gracias, Estirpe de Aragonia.

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante