Una sociedad superlativa, con querencia a la sobreactuación, tiende a perder la serenidad. La serenidad no necesita superlativos. En ese estado de estoicismo, con tildar un recital de bonito el resto de calificativos es prescindible. Para añadirle otros, han de buscar aspectos distintivos. El Grupo Folklórico San Lorenzo ha ofrecido un concierto bonito. Y también sutil. Y también, por qué no, transgresor, que no es un fin en sí mismo pero, si da resultado, como fue el caso, contribuye a la causa del arte. De Crerarte, como ha denominado el espectáculo de este lunes laurentino en el Paseo Carlos Vidal.
Crearte se ha erigido, sobre el escenario, en una filosofía bailada, cantada y musicada, en el espíritu de Jairo Périz, de Óscar Badías y de Rodrigo Elpuente. Claro que ha habido unos irrenunciables, como la Jota de San Lorenzo y la zarzuela de Gigantes y Cabezudos, pero el resto ha sido un homenaje a una ciudad que, como explicaba Rafael Martos en el final de la actuación, es inclusiva, digna divertida, libre, respetuosa y generosa, con una gente admirable y unas fiestas increíbles.
En ese tributo, entraba en el paquete las ansias de disfrutar. El propio Martos apelaba a la máxima de que el oficio más bonito es vivir, y hacerlo creando para dejar partir los sentidos. El corazón verde laurentino y pirenaico que repartía el Grupo servía de primer acercamiento a la inspiración. Luego, todo fluía con la Jota 2.0 y su deseo de que no sea una quimera lo que siente el corazón.
El Paseo, tres llenazos rebosantes en otras tantas galas, no salía de su asombro por la vía de la ternura al escuchar al sabiñaniguense Adrián Jiménez, apenas cinco añitos, entonando que la nieve tiene celos del color de tu mirada. En clave adolescente, el najino Marcos Boned implorando al San Lorenzo inmortal porque el canto se hace reto y al oscense hace llorar. La terna había de ser de un campeón, de Óscar Badías. Es curioso, una indisposición vocal le impidió cantar, pero no comparecer a dar la cara en el escenario, ataviado con una elegancia extraordinaria, para presentar a otro campeón, Roberto Plo. En medio del sofoco térmico, escalofríos ante su poderosa voz, "cuando en Aragón se cantea la jota, no dice jota, dice amor y Pilarica, dice madre y patria. No hay como la jota, enciende la sangre y al mundo embelesa, y como la jota sirve p'a bailar, y en caso preciso para pelear".
Estaba ya arriba ya el ánimo y sólo faltaba la Jota de San Lorenzo. Distinta, con más parsimonia, con la que se paladea y se reza. Todos vestidos de inmaculado blanco y los imprescindibles verdes de cinto y pañoleta. Unos movimientos puros, límpidos, mecidos por el buen gusto.
Si hubiera que poner un nombre a la velada, sería, además de bonita, elegante. El vestuario cuidado hasta el extremo. Laura Mairal, despaciosamente, desvela el amor, eres como una alondra que llora en su nido. Hasta me falta el aire, sin ti no respiro.
Y la Jota de la Bruja, que desvela que este género es alegre o triste según los intérpretes y según los ojos y los oídos, en una comunión con su punto esotérico.
A partir de este momento, el canto se reviste de bonitas túnicas, distintivas, hermosas. Ana Pérez, potente su instrumento vocal, pone el alma a rezar a la virgen y sugiere en otra pieza a su madre que no le haga preguntas, porque, en la insistencia, estará el peligro: "Te contaré la verdad".
Superado con nota el compromiso brioso de Gigantes y Cabezudos, retorno a la pausa. En la jota, como en la vida, esa virtud que es la bravura corre el peligro de matar los matices. Gloria Brosed los coloca todos con su preciosa voz para rendir un homenaje a Teruel, la ciudad de los amantes, de la torre, de las calles y las gentes que hacen a los visitantes sentirla suya. Teruel y Huesca, dos destinos sentimentalment eunidos.
Tras el inquietante y étnico dance Alquezra, jotas a dúo. Laura Mairal y Ana Pérez primero. Luego Ana Pérez y Gloria Brosed. Cantos al campo, a ese amor que se asoma a la ventana para comprobar que a un segador no le importa que le de el sol cara a ara cuando vuelva de la siega.
Los palitroques chocan y golpean el suelo con la Pastorada de Panticosa. El Grupo Folklórico San Lorenzo tiene el sello de Jairo y la presencia de un baile entre la tradición y la innovación le acerca a las danzas ancestrales. Prodigioso su careo con Virginia Costea en Danzad Malditos, "cuanto más dancéis más cerca de los benditos y lejos de los malditos".
Amenaza la lluvia pero aparece otra estrella, Lorena Laglera, para interpretar La Jota triste. ¡Qué lejos queda lo simple, qué lejos nos llega ahora! Al ver vacíos los sitios donde en el campo las segadoras cantaban a hombres y trigos. Mi jota triste canta por todas.
Arrecia sólo segundos el agua para saludar la fertilidad del Grupo Folklórico San Lorenzo. Otra exhibición de bonitos atuendos acompaña el colofón, Ver para creer, que es armonía pura y que, porque nada ha de ser lo que parece, es un broche que da paso a otro broche: el clímax de Gigantes y Cabezudos. Todos contentos, bajo la lluvia, con la serenidad de haber disfrutado de un reconfortante espectáculo. Bonito. ¿Quién necesita más?