El Izado de Banderas trasciende, y con mucho, el mero espectáculo de unas enseñas que se elevan sobre sus mástiles para presidir el principio de las Fiestas de San Lorenzo.
Son los símbolos de la convivencia, del respeto y de la universalidad (también escenificadas por el escenario entre el ayuntamiento y la Catedral), porque las banderas nunca se concibieron para dividir ni para pelear, sino fundamentalmente para unir en torno a una identidad, una cultura, un pueblo.
Cuando esta mañana, como preludio a todo el ceremonial que concluirá en el cohete lanzado por Alegría Blan, se han elevado con presencia de autoridades municipales de Huesca y Tarbes, con Lorena Orduna y Gerard Trémege en cabeza como alcaldes, y de otras civiles y militares, se ha simbolizado la fraternidad, la libertad y la igualdad. En sus tejidos, las banderas de España y de Francia, la de la Unión Europea, las de Huesca y Tarbes, la de Aragón, llevan un mensaje que conviene interpretar adecuadamente. Y en él también está la vocación de una ciudad, como es Huesca, prestigiada por su hospitalidad, por ser la mejor anfitriona del mundo en las mejores fiestas del planeta.