En la lluviosa noche del día 13, la sorpresa llegaba a los aledaños del Fosko, el reputado restaurante del Coso Alto, cuando un buen número de clientes comprobaron cómo accedía Andrés Roca Rey con la naturalidad y humildad que le caracteriza, y además accedía a complacer a quienes tuvieron semejantes reflejos para hacerse con su ídolo autorretratos con el móvil (lo que viene a llamarse selfis).
Roca Rey, que había cortado dos orejas al toro de El Pilar que lidió antes de la suspensión por la lluvia en medio del aguacero y el albero embalsado por la intensidad de esos treinta litros que ayeron sobre Huesca, demostró una extraordinaria proximidad en compañía de su apoderado, el gran diestro vallisoletano que fue Roberto Domínguez (muy aplaudido en Huesca por su exquisito gusto y entrega), y otros miembros de su equipo.
Ya en la mesa, donde todavía se acercaron algunos otros comensales, disfrutó de una cena exquisita con entrantes de ensalada de burrata, jamón, carpaccio de atún rojo y zamburiñas, para rematar con un buen chuletón de buey. En un comedor repleto, gozó de las delicias elaboradas por el equipo de Víctor y servidas por la sala de Karen. Y, como anécdota, baste señalar que, como si no hubiera tenido suficiente durante toda la faena, bebió como toda hidratación agua. Se ve que era el día del agua. Claro, a pesar de su buen apetito, así mantiene ese aspecto juncal y saludable, regado con su simpatía a sus 27 años.