Es tradición que un grupo de amigos, antaño con sus cabelleras naturales, hogaño con las plateadas que constatan sabiduría, se reúna unos días antes de San Lorenzo para colocar una pañoleta laurentina con la tranquilidad, el sosiego y el intimismo ajeno a las muchedumbres, en vísperas de la celebración solemne con autoridades, con mairalesas y con la Cofradía.
Han convertido esta costumbre en un modo de oración para disfrutar de su fe laurentina y oscense en distintas direcciones: hacia el Santo al que hablan y escuchan, entre ellos en expresión de amistad. Es una manera de estrechar los lazos con el mártir y entre los amigos.
En la pañoleta que sitúan en la base del frontón triangular que corona la puerta, luce ya la inscripción "Loreto Cuna de San Lorenzo" bajo una foto que se intuye de autoría de Carlos, uno de ellos, rematada por un "Viva San Lorenzo" colosal.
Dicen las buenas lenguas que, eso sí, luego culminan la faena con un buen almuerzo que también sirve para fortalecer los vínculos. Y es que todo, finalmente, es virtud. Y San Lorenzo ya tiene su pañoleta. La primera, esperanzadora de unas fiestas que serán inolvidables.