Graus ha venerado a San Vicente Ferrer como se debe hacer al patrón al que tanto se quiere: ofreciendo lo mejor de sí mismo. Comenzando ataviándose los danzantes mayores y pequeños con sus mejores galas para la foto de familia tras la procesión de las 10:30 hasta la Basílica de la Virgen de la Peña, en un día soleado aunque algo fresco, alivio pero grata sensación.
Tras los oficios religiosos presididos en la homilía por el obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, era momento de dirigirse hacia la Plaza Mayor para comprobar que la danza ancestral sigue joven y en las mejores manos. La perfección no ha estado sólo en la coordinación sino sobre todo en la capacidad de contagiar la emoción en esa mirada hacia el cielo que pide la mediación del santo para que todos disfruten de lo más auténtico. Las espadas han volado y las cintas bailado en buen son.
Los danzantes y todos los personajes de la fiesta se han ganado holgadamente un buen vermú y un rato de convivencia mientras el programa continúa con la serenidad e intensidad que caracteriza a la villa.