Antonio Naval

Abusos, usos, derechos y la hembra-mujer

04 de Octubre de 2024
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Que un ser viviente sea capaz de generar algo tan abstracto, inmaterial y etéreo (sutil, volátil, impalpable, sublime, irreal, abstracto, puro, elevado) pero cierto, como es el pensamiento; que este ser viviente pueda codificar el pensamiento en señales fonéticas o de cualquier tipo que son códigos de transmisión; que el receptor reciba estos códigos los descodifique y haga suyos el abstracto, etéreo e inmaterial pensamiento, y que, una vez en la nueva mente pueda reelaborarlo y crear o recrear más vida, esto es un prodigio de la naturaleza que solo poseemos los humanos pero que no captamos por haberlo banalizado. Este proceso  es más extraordinario que un milagro que siempre es casual y único. 

Pues bien, solo un ser viviente, entre el resto de los seres de la naturaleza, es capaz  de generar estos seres portadores de estos mecanismos únicos: este ser es la hembra evolucionada a mujer. Nadie en la naturaleza tiene esas posibilidades creadoras. Tan descomunal potencial  del singular fenómeno desde siempre  ha sido minimizado, atribuyéndolo a seres extrarreales, espíritus fantasmales, diosecillos menores dadores de vida, dejando a la hembra-mujer en segundo lugar o en subalterno instrumento de seres y realidades metarreales. Aun aceptando la transcendencia también el cristianismo ha jugado su papel manipulador. Por este poderío, la hembra-mujer es un ser excepcional en esta naturaleza que tiene mucho de desconcertante por misteriosa.

Que ahora a la mujer como ser único entre los  vivientes se le dé potestad de eliminar las creaciones que solo ella puede generar es de las aberraciones que solo pueden cometer los seres humanos, pues solo ellos poseen el dominio de la volatilidad de la mente. Ningún otro ser viviente ejecuta el aborto. Es un proceso en el que solamente el ser humano consolida los abusos como usos para darles patente y reclamarlos como derechos.

Este año habrá previsiblemente una cincuentena de muertes por la llamada violencia de género, realidad degradante para una sociedad. Simultáneamente habrá más de cien mil abortos, muertes con alevosía, de seres, ya hombres y mujeres, dotados con los mecanismos para crear y generar vida. Este número desconcertante, minimizado, pasará  inadvertido. Es el abuso convertido en uso. Uso reclamado como derecho que, por puritanismo ideológico incuestionablemente arbitrario, no se formulará como licencia para matar, que en realidad es lo que se reclama, sino como derecho de la mujer a hacer ”lo que le venga en gana con su cuerpo”

Cuando alguien reclama la posibilidad de emborracharse porque es libre, y con la consecuente irresponsabilidad de su percepción de la libertad, por conducir, acaba parapléjico, no le queda otro remedio que aceptar la suerte que no calculó. Así es cuando llega un embarazo consecuencia de la irresponsabilidad. En España un alto porcentaje de las embarazadas tienen menos de diecinueve años. Hemos llegado a hacer un derecho del “darse una alegría” incluso a las menores con diez y seis años. Pocas deducciones hay de la creativa mente humana en las que de los abusos convertidos en usos acaben reclamándose como derechos.

Hay una pérdida de identidad de la realidad hembra evolucionada a mujer. Puede haber excepciones, serán las mínimas en la eliminación de algunos embarazos. La mujer no está obligada a engendrar y mucho menos a engendrar sin límite, pero cuando la mujer ejercita el aborto por irresponsabilidad en haber evitado el embarazo,  se ha olvidado que la naturaleza le ha dado el género  hembra, con unas posibilidades que solo ella tiene. El colmo es cuando necesita complementarse  con una mascota. Acabará pidiendo que la Seguridad Social le pague  el perrito, porque de los abusos hemos hecho usos y estos los convertimos  en derechos.     

Coincide que civilizaciones del pasado, cuando generalizaron el aborto y sobredimensionaron la homosexualidad, estaban entrando en un periodo de decadencia del que no se percataron. Tras la decadencia vino la extinción. No tenían nuestras posibilidades los componentes de otras culturas y civilizaciones para deteriorar el planeta como lo hace nuestra civilización, con la basura, los desechos, la contaminación y todo aquello que genera en cambio climático. Nuestra civilización es actora con pertinacia en todos estos abusos porque desde hace tiempo, e irreflexivamente,  hemos barnizado  los abusos consolidándolos como usos y nos hemos inventados que eran derechos.

Esta civilización ha hecho  de la coherencia de quienes no reblan una heroicidad. La lista-registro de médicos objetores al aborto propuesta por la ministra de los médicos es vejatoria para los médicos. Esta señora que quiebra la sensibilidad común a todas las hembras-madre  de la naturaleza no parece que  haya asumido su identidad como mujer, todo lo más lo que ella entiende por mujer. Quien sea consciente de la  excepcionales posibilidades de la mente humana no solo tiene derecho sino obligación de sacar consecuencias, asumiendo el despecho de los totalitarios, auto presentados como redentores de la mujer. ¡Hasta aquí hemos llegado!

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