El traslado de organismos públicos siempre resulta problemático. Lo hemos podido comprobar recientemente con la decisión del gobierno central de reubicar algunas agencias estatales por distintos puntos de la geografía nacional; un objetivo coherente con el esquema institucional español que ha desatado, no obstante, una guerra sin cuartel entre las administraciones políticas implicadas.
En general, las ciudades que tienen el rango de capital ven en esta iniciativa una amenaza a su posición histórica, una cesión inadmisible de presupuesto y de empleo público, y una merma en el gasto que se realiza en la propia ciudad. Unos temores ciertamente infundados puesto que estas poblaciones ya disfrutan de una presencia notable de otras administraciones públicas. Los recelos que manifiestan las capitales contrasta con la alegría de aquellas ciudades beneficiadas con la llegada de alguna inversión pública. Estas localidades reciben la designación para albergar la sede de un organismo público como una recompensa a todo el esfuerzo realizado por la sociedad civil y como una decisión que insuflará energía a una decaída economía local.
Todos los políticos están a favor de la descentralización de los organismos públicos siempre y cuando dicho traslado no suponga la desaparición de estas entidades del lugar donde gobiernan. La mudanza conlleva un coste mínimo para la ciudad que pierde parte de su entramado público pero un beneficio inmenso para la localidad que se beneficia de este traslado. El balance final siempre va a ser satisfactorio en un plano territorial a pesar de la difícil digestión que puedan padecer ciertos políticos locales.
En España, uno de los países más descentralizados del mundo, es muy complicado “desmonopolizar” el aparato administrativo de las instituciones estatales y autonómicas. Paradójicamente, es más fácil descentralizar competencias políticas (educación, servicios sociales, sanidad…) que desconcentrar las sedes de las instituciones encargadas de administrar estas responsabilidades. Esto sucede en todos los escalones de la administración. En Madrid, como se anotaba al principio, han puesto el grito en el cielo por la decisión del gobierno central de emplazar determinados organismos estatales fuera de la capital. Más cerca, en Zaragoza, se frunce el ceño cuando algún partido político considera de justicia ubicar alguna consejería de la comunidad autónoma más allá del Ebro. Y ya en el Alto Aragón, la clase política de Huesca hace mutis cuando alguna ciudad de la provincia solicita un nuevo bachillerato para sus jóvenes o un instituto de innovación para sus empresas. Tanto Madrid como Zaragoza o Huesca defienden, con idénticos motivos, ese sector público situado en sus respectivas ciudades que beneficia a sus habitantes porque atrae una actividad económica – y un poder político- que no existiría de no darse esta circunstancia. Esta resistencia a compartir las instituciones que son de todos dice mucho del país donde vivimos y del doble lenguaje político que se practica cuando se habla de la igualdad territorial.
Con estas consideraciones en mente podemos entender muchas de las reclamaciones que de vez en cuando aparecen en la escena política y la dimensión territorial que acaban teniendo cuando no son atendidas desde las instituciones. Una conflictividad de baja intensidad que arrastra el ejercicio del poder que tiene su vía de solución en una acertada dosis de voluntad política. Un ejemplo de esta voluntad, y de una eficaz desconcentración de una entidad de naturaleza pública, sería el traslado de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Servicios de Huesca a la ciudad de Monzón. A favor de este cambio de ubicación está el hecho de que esta localidad, junto a Binéfar y Fraga, concentra el mayor dinamismo empresarial de la provincia y un nivel de actividad del sector privado que no tiene parecido en ningún otro territorio del Alto Aragón, incluida la capital.
Este brillante expediente empresarial debería ser motivo suficiente para respaldar, desde las instancias que corresponda, el traslado de la Cámara a la capital del Cinca Medio. Con este cambio de ubicación, y en contacto con el ecosistema competitivo del Eje del Cinca, este organismo adquiriría una nueva y más eficaz funcionalidad.