Nací y viví hasta los 18 años en Barbastro, y llevo años colaborando con Torreciudad junto con mi esposa, barbastrense de nacimiento y con raíces en Aínsa.
Vamos con bastante frecuencia desde Zaragoza al Somontano y Sobrarbe con amigos, y la verdad, no entiendo la razón de complicar la vida de un santuario que funciona y es un atractivo muy fuerte para la zona.
Lo veo en el informe recién publicado por la Cámara de Comercio de Huesca, que refleja la repercusión en el territorio, atrayendo a miles de personas año tras año, y dejando un impacto económico positivo en el entorno.
El año que viene se cumplirán 50 años de su apertura. Mi impresión es que, con el lío que hay y que no se termina de aclarar, se está frenando un calendario conmemorativo que supondría atraer todavía a más personas. ¿Vamos a perder esta oportunidad? Oportunidad en la que, si no salen las cosas como deberían, todos, todos, todos, saldremos perdiendo.
Una pena. Me parece que la actitud hacia Torreciudad es la de agradecimiento por el trabajo realizado a lo largo de las últimas décadas, y de reconocimiento por la conservación y construcción de un patrimonio que, si no fuera por todas las personas que lo han aupado, hoy no existiría.