Es inadmisible el repugnante acoso a que están siendo sometidas las colegiales del Santa Mónica. Repugnante acoso… por parte de los indecentes sembradores de odio profesionales que no han encontrado en ellas la complicidad para acatar el sumiso papel de víctimas, necesario crear el relato que conviene.
Resulta que los sectarios del odio han decidido que las chicas del Mónica no son libres de pensar por su cuenta y si lo hacen en contra de la verdad oficial, pasan a ser de víctimas a cómplices del machismo. Si te acosan o no, si te sientes acosada o no, lo decido yo.
Todavía hay algún osado que pretende que la justicia imparta justicia y desvele un repugnante delito de acoso. Suerte tendrán de poder echar la culpa de su fracaso penalizador al hecho de que la nueva ley de libertad sexual, entra en vigor hoy (día 7), después de los hechos. Tarde. Pero es igual, cualquiera que simplemente sepa leer y entender un escrito (cada vez quedan menos) deducirá claramente que, ni a punta de pistola, es posible calificar los hechos de acoso.
Pero vayamos por partes. Primero un breve resumen.
Los chicos del Ahuja y las chicas del Mónica, que es el colegio de enfrente, coinciden habitualmente en el bar de éstas, comparten clases en la universidad, salen juntos, se invitan a las fiestas y hasta se ennovian. ¿Acaso a partir de mañana van tan siquiera a negarse el saludo, la entrada a su colegio o ponerse en la otra punta de las clases en las que coincidan?
Que los mozos son unos bastos y desagradables, desde luego. Pero ¿unos violadores? Sugiero que leáis con detalle el comunicado de las chicas del Santa Mónica y si de él se deduce que se ha visto acosadas. Y si de ellas se desprende tal grado de odio que sí parece hacerlo de cantidad de gente a la que ni le va ni le viene. Odio interesado, no lo dudéis.
No sé cómo estará el episodio cuando se publique el artículo, porque estoy escribiendo el viernes 7 de octubre y los acontecimientos nos pueden ir superando. Esta mañana ya se veía en algunos medios de comunicación su pelea desesperada para mantener viva la llama de la discordia, que empieza a resquebrajarse y para hacer de este preocupante asunto el notición del día. Los acosos machistas de ayer, hoy pasaban a berrinches o griterío.
Y a partir de allí todo el mundo a ladrar. Los tres o cuatro de siempre, los que viven del odio, se encuentran una oportunidad regalada para ejercer su pasión destructiva. Incumpliendo las más elementales normas de la deontología periodística, como son no buscar la información, no acudir a las fuentes, no contrastar ni buscar opiniones alternativas. Y además mentir intencionadamente. De todas maneras, da igual, no hay que engañarnos, de periodistas no tienen más que el nombre que ellos mismos se otorgan. De ética, ni hablamos. Las subvenciones no entienden más que de servilismos.
Habiendo tomado partido al servicio del odio desde tiempos pretéritos, ya es fácil construir el relato a sabiendas de que el terreno está abonado en una sociedad aborregada y engañada, presta a dar rienda suelta a sus más primitivos instintos. El relato no describe los hechos, sino que los califica directamente. No son unos gritos sino acoso, no son unos estudiantes sino una manada machista, peor aún, unos presuntos violadores, no son unas chicas sino unas acosadas, no son unas estudiantes sino unas víctimas de la sociedad machista; y ahora hasta unas machistas ellas mismas.
No hay peor acto de machismo que decirles a las mujeres lo que tienen que pensar. Lo que tienen que pensar por ser mujeres, y así jugar el papel que les otorga el victimista discurso oficial.
Así que, las redes se ponen a arder. Lanzado el anzuelo, aflora el espíritu de la hipocresía. Hay que lucirse en este teatrillo en el que nos juzgarán por las apariencias y tenemos que ser los primeros en demostrar nuestro incondicional rechazo a una cosa de la que no tenemos ni idea, pero que intuimos que hay que hacerlo. ¿Para qué nos vamos a molestar en tener criterio si nos lo dan hecho?
Y allí vemos a los ciudadanos solidarios, con esa solidaridad gratuita que no supone ningún compromiso, a los periodistas y tertulianos, a los políticos, cómo no, a ponerse al frente, no vayan a quedar descabalgados y perderse la presencia en primera foto. Paralelamente empieza la búsqueda y captura desesperada de cualquiera que cometa un desliz y ofrezca la ocasión de lanzarse a degüello sobre él.
Más allá del propio episodio, lo lamentable y verdaderamente peligroso es que permite obtener una percepción de la sociedad actual, caracterizada por dos males bíblicos: la hipocresía y el odio. El odio es la raíz de todos los males y se apoya en la hipocresía para engañar a los titulares de esta hacia aquel.
Por supuesto los cizañeros acuden sin ningún escrúpulo y rubor a esparcir cizaña. Mezclando conceptos, fechas y personajes, ocultándolos o inventándolos.
Conviene de paso no dejarse engañar con el cuento de que es una novatada. No lo es. Las novatadas son actos deleznables cuya finalidad es humillar o causar daño a la víctima. No hay duda posible: la víctima se considera como tal y sufre en contra de su voluntad. Bulling según la nueva usanza. Según su gravedad tendrá la calificación penal que corresponda. En nuestro mediático caso, nada más lejos de la realidad. Para que exista un crimen tiene que haber un fiambre. Si no hay fiambre no hay delito ni criminal. ¿Dónde está nuestra víctima?
Así pues, lo grave no es el episodio, sino la actitud que ha aflorado como consecuencia de su difusión. Ese comportamiento es lo verdaderamente preocupante y lo que refleja el trasfondo de la sociedad. Los ofendiditos se toman la libertad de convertirse en jueces y garantes de la moral desde la perspectiva de una cacería inquisitorial. Pocas de las opiniones vertidas son sensatas, razonadas, cautas y respetuosas. No hay más que observar que todos los mensajes van a degüello, a por las personas, no a por la idea. No se argumenta una idea, se califica y desprecia al enemigo, aunque no sepas quien es. Ya te lo dirán. En realidad te da igual. Habría que preguntarse si todos estos valientes serian capaces de enfrentarse cara a cara con todos y cada uno de los colegiales y colegialas, e insultarles como lo hacen. O mantener un discurso sereno. Lo dudo mucho. La razón suele ser incompatible con el grito.
Convendría pensar si, visto que toda la comunidad universitaria considera esto una anécdota o una costumbre, hay que asumir que son todos unos machistas y violadores. O machistas y ninfómanas, obviando el nombre ausente. Y aunque no sean todos, -ya me anticipo-, serán muchos, muchísimos. Estamos rodeados por todas partes.
La jugada les ha salido bien. Tal vez porque se la hayan encontrado o porque -quién sabe- estaban al quite. Ya hemos estado entretenidos y contribuyendo al enfrentamiento social. El precio de la luz y de la sandía, con unos buenos tuits o posts se llevan mejor. Y el consejo de ministros, ¿cómo dice?
El odio (si es que existe) no se combate con más odio. Frente a los brutos del colegio, la respuesta es que todos contra ellos. Hay más odio entre muchos de los que les critican que entre los protagonistas. El problema desde la perspectiva social no es la actitud de los primitivos colegiales sino de la incívica sociedad que sólo acude al linchamiento, amparada en la masa, claro. Antes había unos salvajes, ahora muchos más. Los pacíficos ciudadanos se han infectado con el germen del odio.
Odio normalmente asociado con cobardía. Una sociedad cobarde está expuesta a dejarse arrastrar por el odio hacia la extinción. No hacen falta meteoritos, pandemias, ni guerras nucleares. Menos mal que tiene remedio, simplemente actuando con un poco de cordura. Difícil, pero a veces las sociedades han avanzado.
A ver qué tal lo hacemos con el próximo circo distractor que nos monten y nos piquen para ir al trapo.
Por cierto, el colegio mayor enfrente del mío era de chicos y ciertamente nos tratábamos con otras palabras, pero con el mismo cariño y entusiasmo. Sobre todo, cuando llegaban los exámenes de junio y con ellos la exaltación de la amistad. No muy lejos del Ahuja y del Santa Mónica.
En el fondo, es cuestión de educación. Posiblemente. Sin duda. Pero de todos, absolutamente todos. Si será importante la educación que ya ha salido a la palestra la ministra de ¿igualdad? a reclamar su derecho a la instrucción de la población; según sus normas naturalmente. En fin, a profundizar en sus logros. Mucho me temo, estoy convencido de ello, que lejos de haber mejorado la situación de las mujeres y otros colectivos a los que pretende defender, ha empeorado y precisamente debido a su sectarismo, necesariamente productor de odio. Pero lo mejor es que, cada uno reflexione un poco y vea lo que ha sucedido en su entorno y compruebe si hay más felicidad, más seguridad, más confianza, han mejorado las relaciones familiares, de pareja, de amistad, de camaradería, de trabajo… Con el corazón en la mano.
¡Ojalá me equivoque!
Y lo siento, pero lo tengo que añadir. Si ahora tenemos esto, ya verás con la LOMLOE. ¿Qué no tiene nada que ver? Ya me lo contarás.