Día Mundial del Alzheimer este 21 de septiembre, un día para la reflexión, para la sensibilidad y para el realismo. Todos, absolutamente todos, tenemos nuestros boletos en la tómbola de la vida que canta más números cuanto más envejecemos desde esos cincuenta en los que la degeneración neuronal comienza a asomar.
Nuestra existencia es una película en la que podemos mirar hacia la pantalla de la realidad o apartar la mirada mientras la oscuridad se acerca inexorablemente. Siempre existen menos posibilidades de escapar de las dificultades con las orejeras puestas que observando cuanto acaece. Quizás en la infancia, como este viernes esos escolares del Colegio de Santa Rosa que se aproximaron a la plaza de la verdad, la de López Allué -director que fue, por cierto, de EL DIARIO DE HUESCA-, reside la consciencia de que la memoria es el centinela del cerebro como escribió Shakespeare. Me gustaría pensar que, al llegar a casa, reclamaron a sus padres que sean sensibles y acudan a darse de altas como socios de Alzheimer Huesca. Quizás ellos no lo sepan, pero nosotros, los de esa gran familia asociativa, sí: de firmar, estarán invirtiendo en su incierto futuro.
Es paradójico, en este día en el que saludo a los compañeros de Alzheimer Barbastro-Somontano, Monzón y Fraga, la capacidad de despreciar esa facultad tan preciada como debiera ser la memoria, la que apenas consagran algunos grandes pedagogos como Gregorio Luri. La gran herramienta para atesorar los recuerdos, para no dejarlos escapar. En los enfermos de alzhéimer u otras enfermedades neurodegenerativas, y lo digo por experiencia, quienes convivimos con ellos detectamos esa angustia que, en esos resquicios de consciencia, les provoca la limitación y la dependencia. Sólo hay que fijarse en la mirada, en los gestos nerviosos, en esa petición de ayuda que hemos de interpretar cogiéndola al vuelo, porque, como las aves, igual que aparecen se elevan y se esfuman.
En este marco ha desaparecido Gaby Coarasa, la gran dama de la cocina oscense de los años ochenta a los dos mil. La mujer más influyente desde sus fogones hasta sus talleres para elevar la cultura gastronómica en similitud de condiciones -con el añadido de la dificultad de un universo entonces de hombres en los restaurantes- que Lorenzo Acín o Mariano Navas, a los que justamente se atribuye junto a otros genios como Fernando Abadía o José Antonio Escartín la condición de motores de la restauración de este 2024. No necesitaba prodigarse en los concursos de la irrelevante presuntuosidad. En todos los que por allí la admirábamos, como el Barón de Regrustán, estaban todos sus galardones, mucho más que las medallas de chocolate de esta época líquida, superficial, frívola, ignorante.
Gaby, que en su mundo de ensoñación todavía invitaba a sus interlocutores a visitar el Blasquico para comer, se ha ido a las cocinas del cielo en medio de un olvido lamentable de su sector en Huesca, inhábil para preguntar a quienes podían -o podíamos- dimensionar la importancia de la mujer que congregaba todas las condiciones de la gastronomía oscense, insensible para hacer una mínima justicia. Sólo me ha consolado que, efectivamente, en la Academia Aragonesa de Gastronomía, en general todos sabios zaragozanos, ha recibido las loas que merece en su adiós porque Gabriela fue un coloso de la restauración y de la vida.
Es cierto que Dios en ocasiones da pañuelo a quien no tiene mocos o, como escribió Stevenson, la memoria es magnífica para olvidar. Pero, en esta omisión, no son pocos los que han sumado a la renuncia a las condiciones humanas la curiosidad y hasta un punto de ética y un mucho de vagancia. Si me oyera, le diría a Gaby que, con su elegancia de gran señora, devolviera airada los premios que le dieron en vida. Cuando querían aprovecharse de su nombradía y de su ejemplo y reputación nacional. Aquello, ya se ve, era un postureo. Hoy, una desmemoria. Descansa en paz, amiga, porque tú vales más que todos juntos.
P.D.: Aplíquese idéntica crítica de la desmemoria a la lacónica despedida de Carlos García por sus conmilitones los de la financiación singular, que le niegan el pan y la sal de sus muchos logros como presidente que fue de la Diputación Provincial hasta que las gargantas profundas se lo cargaron para derivar en una muerte política definitiva. Casos distintos respecto a Gaby Coarasa, pero idéntico resultado amparado en la estulticia y la vagancia.