Chema Orús y aquel PSOE de los "pequeños"

02 de Octubre de 2024
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José María Orús, en la sede del PSOE
José María Orús, en la sede del PSOE

Uno recuerda a Chema Orús muy jovencito. Rubio. Siempre sonriente. Era de la pandilla de los partidos de fútbol-sala de los miércoles, con Antonio Torres, con Javier Badules, multipolíticos y multimedia. Todos, después, en torno a la misma mesa que se convertía en símbolo de convivencia en la diversidad, de respeto. Conociendo a los comensales, no hace falta incidir en que incluso las pullas partidarias tenían su punto de humor y acababan en abrazos. Eran los noventa.

La vida política era profundamente más rica. Había cuatro almas en el PSOE: los renovadores (tal era su nombre) de Víctor Morlán-Marcelino Iglesias, la Plataforma del pronto decapitado Carlos García, de Fernando Elboj, de Ángela Abós, de Ramón Miranda o Carlos Camparolas que fueron dominantes; Izquierda Socialista que en Huesca ostentaba la mayor fuerza proporcional de España con José Luis Sánchez y la cúpula de UGT; y Monegros con Juan José Rodríguez como una de las cabezas visibles. Era el PSOE de los "pequeños", de los Ramón Justes, Julián Lóriz y Diego Díaz, capaz de reivindicar internamente una igualdad: si las mujeres eran acreedoras de la cuota del 25 %, los bajitos también. El ingenio refulgía.

Las asambleas eran un prodigio dialéctico, se profundizaba en los matices que, dentro de las mismas concepciones socialistas, distinguían entre unos y otros. No eran cuatro partidos en uno, sino cuatro prismas, unos más pragmáticos, otros más ideológicos (el caso de Izquierda Socialista) y otros directamente adelantados a los tiempos de la negociación sin escrúpulos. Naturalmente que había algunos ejercicios de poder que usaban una cierta fuerza para la exclusión, como aquella asamblea de 14 de septiembre de 1986 en Ricardo del Arco en el que las opciones de secretaría general para José Luis Sánchez fueron lapidadas por Marraco "in person", en beneficio de Paco Pina. Nunca se lo perdonaron algunos afiliados ugetistas que, en cada comparecencia pública, se hacían notar.

Era, junto con el Partido Comunista, la más ideológica (en el buen sentido) de las fuerzas de la segunda mitad de los ochenta, con una Alianza Popular forjando su ideario y un centrismo entre el ocaso de UCD y la emergencia del CDS. Una época bonita, en la que los periodistas aprendíamos en las asambleas y en los corrillos, donde se negociaba y se especulaba, donde la palabra tenía un valor, donde el aparato ciertamente tenía un peso pero los opositores eran tan agudos que detectaban cualquier resquicio de vulnerabilidad y donde las sorpresas eran posibles. Basten recordar las últimas primarias en las que Fernando Elboj sobrevoló sobre el oficialismo.

Chema Orús desapareció, por voluntad propia y porque quería demostrarse que podía hollar otros terrenos de forma solvente y porque quería formarse, hace ya más de dos décadas. Y ahora, aterriza sobre otro PSOE cuya evolución no ha perdido de vista porque la vis política no se pierde entre los vocacionales. Y, seguramente, además de los colaboradores a los que escuchará (algunos buenos pensadores, meritorios teóricos), buscará el susurro de Ramón Justes. Y perderá este proceso que valerosamente acomete, ya se lo digo yo conociendo la fortaleza del poder ejerciente, pero quién sabe si estará sembrando el reaprendizaje de lo que fue  positivo. Aquel PSOE de la sutileza y el diálogo, sin monolitismos.  Los pasos son de uno en uno y la pedagogía puede volver a los partidos (quizás soy un iluso). Que no siempre hay que desaprender salvo que uno se avergüence de sus padres doctrinales. Y siempre le quedará el susurro de Ramón Justes, exactamente igual que a mí me acompaña todos los días su recuerdo.

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