Aragón a la retratería

En juego una comunidad que revalide su condición de constructora de la España de siempre, la de ayer y la del futuro

13 de Julio de 2024

La crisis institucional se ha sustanciado en tiempo récord. Apenas quince horas desde que Santiago Abascal anunció la ruptura de los pactos autonómicos con el Partido Popular, el presidente Azcón desgranó el nuevo Gobierno de Aragón, con apenas una nueva cara y una reestructuración de competencias que tiene una carga de profundidad en el sentido de que se han potenciado los perfiles de mayor experiencia política.

Los tres grandes reforzados, Mar Vaquero, Roberto Bermúdez de Castro y Octavio López, han acreditado durante décadas su capacidad de negociación que va a ser fundamental en este punto y seguido de la legislatura. Durará lo que decida el presidente y las circunstancias. Se perpetuará hasta el final si la predicada -no siempre practicada- cultura pactista aragonesa -un lugar común como cualquier otro, con su porción de realidad y su dosis de leyenda- es tal y se cumple esa premisa que este viernes proclamaba la Princesa Leonor: pensar en largo y mirar alto.

Más allá de las reacciones desde todos los ámbitos y de la oportunidad de la decisión de VOX, argumentos en los que se reparten consistencias e incongruencias en porcentajes perceptibles con el libre albedrío de cada uno, a partir de ahora la política aragonesa se mete en la retratería y la fotografía de cada uno saldrá revelada, Dios mediante, en 2027. A partir de ahora comprobaremos si los ofrecimientos al partido más votado para que no constituyera gobierno con la formación verde eran sinceros, si es cierto el anuncio de una oposición leal y contundente del propio VOX, si el ejecutivo tiene habilidad negociadora y, sobre todo, si el conjunto del arco parlamentario es capaz, además de pensar en largo y mirar alto, de poner en foco en lo importante: un Aragón importante y unos aragoneses sin complejos ni desigualdad con ninguna otra comunidad, una región que revalide su condición de constructora de la España de siempre, la de ayer y la del futuro.

En estas tesituras, siempre recuerdo a Enrique Sánchez Carrasco y sus tomas de posesión como alcalde, en su condición ciudadana, socialista y católica: "Si cumpliéremos, Dios nos lo premiare. Si no lo hiciéramos satisfactoriamente, Dios nos lo demandare". El supremo, en esta tierra, es el pueblo que castigará las actitudes egoístas y respaldará la amplitud de miras y el trabajo fructífero. Los atajos en política alargan los caminos. Esto va de lealtad hacia una causa común.