El avistamiento de Puchilibro

08 de Agosto de 2024
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Por ese ingenio que siempre tenía Luis García Núñez, consiguió que centenares de personas subieran al Pusilibro, el alto pico de la sierra Caballera, con la expectativa acendrada de disfrutar de un avistamiento de ovnis. Aquella noche de verano de 1977, hubo una cierta decepción porque la visión previa de algunos privilegiados no se convirtió en solaz para el común de los curiosos, incluso para los amantes de la ufología. Habían asistido además atraídos por la promesa de llegada con buenas intenciones de la alienígena Hermandad de Woodstock, tal y como reflejaba en su última página Nueva España. ¡Aquello era ingenio!

Pusilibro se escribe, en aragonés, Puchilibro, y me ha venido inmediatamente a la cabeza el vocablo por otro Puchi, Carles Puchidemont. La marciana escenificación de esta mañana bien podría dar la razón a Baltasar Gracián cuando, inspirado por las aguas y la cultura de Huesca, escribió en lo que es hoy el Coso Alto aquello de que son tontos todos los que parecen y la mitad de los que no parecen. Al menos, así parecen pretender los corifeos del oficialismo monclovista y santjaumeano.

Que un prófugo de la justicia entre como Pedro por su casa en el corazón de Barcelona, dé un mitin en un escenario preparado y salga airoso como un banderillero después de un par ante un carretón, para montarse en limusina como los viejos maestros del toreo tiene la misma credibilidad que cualquier promesa de Pedro Sánchez que no sea la de continuar por los siglos de los siglos en el poder. Su paseíllo no sólo ha sido escoltado, sino además convenientemente ambientado para que nada saliera de una seráfica serenidad. Como el emperador, vini, vidi, vici. Julio César redivivo en una interpretación de corral de comedias preludio de la entronización del nuevo amado líder. Maniobra de distracción y diversión mientras los saqueadores dejan a cero la caja común y el pueblo se toma una sustancia adormecedora. Nuestro Ramón y Cajal lo describía ingeniosamente: como hay talentos refinados por el estudio, hay tontos entontecidos por desuso.

Todo estaba atado y bien atado, y uno casi prefería una expresión cínica, aunque fastidie, que explicaciones tan ridículas que, de tal abundancia, provocan nuestra displicencia en lugar de la ira que debiera ser nuestro natural estado. Nos están robando la cartera y quieren que sonriamos. Otra vez me acuerdo de las sentencias de mi padree: hay tontos que parecen tontos y hay tontos que tontos son, y hay otra clase de tontos que son los que joden la procesión. Apunten en esta última categorización a los que han urdido tan burda patraña. Que nos saldrá cara. Otra más.

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