En "La vida en cuatro letras", Carlos López-Otín explica las coordenadas que, con el eje en su Sabiñánigo natal, revelan su carácter. El ansia de libertad hacia el norte, la creatividad hacia el este, el emprendimiento hacia el oeste y la tenacidad hacia el sur, todo Aragón visto desde la capital serrablesa. No lo tomes, querido lector, con literalidad porque lo expongo tan sólo aupado por la memoria sobre un libro que leí hace algunos años, cuando el científico escribió su primer libro después del desastre vivencial que había padecido.
Allí, entre las líneas de la adenina, citosina, guanina y timina (ACGT, las cuatro letras), me fascinó todo ese tratado sobre la enfermedad, la discapacidad y la felicidad. Pero, especialmente, su exposición sobre sus cinco héroes de la felicidad, el primero de los cuales fue Marco Flaminio Rufo, tribuno romano que, herido por una flecha cretense, ambiciona una idea que le ha aportado un jinete moribundo que buscaba el río secreto que purifica de la muerte a los hombres. En la ciudad de los inmortales, bebe de sus aguas. Con el paso de los siglos, la aparente gracia se convierte en una auténtica pesadilla, una maldición que le hace añorar la vuelta a la condición de todos los seres humanos. El propio Borges reflexionó en "El Inmortal" de sus relatos de El Aleph sobre la ciudad edificada por dioses enloquecidos que han dado la espalda a los hombres por que son muy distintos a ellos. Los inmortales se desplazan a la otra punta de la urbe en la que los sueños se desvanecen y las esperanzas se consumen. Marco Flaminio Rufo concluye que inmortales son todas las criaturaas salvo el hombre, porque todas salvo él ignoran la muerte. Al final, encuentra el río cuyas aguas revierten su eternidad y muere feliz, siglos después.
Carlos López-Otín ha descifrado el genoma de la medusa inmortal (Turritopsis dohrnii), no para perseguir la perennidad del homo sapiens, sino para derivar aplicaciones en la medicina regenerativa. Con su humildad inmortal, Carlos le ha asegurado a su amiga Myriam que el objetivo es que el ser humano viva "un poco mejor". En realidad, la infalibilidad de nuestro científico, como la de los buenos pontífices, sólo tiene una vulnerabilidad: su discreción le impide concebir que, en verdad, él siempre ha conseguido que vivamos "un poco mejor". Lo que deriva de seguir su fructífera trayectoria investigadora. Que es tanto como su exhuberante humanismo. Felicidades.