La cesta de la compra, los impuestos y la cruda realidad

Lo que preocupa es disponer de pasta para chundaratas de efecto electoral y crear empleo público apesebrado

02 de Enero de 2025

La macroeconomía viene a ser un confortable eufemismo, una bofetada a la realidad, un trampantojo, unas ruedas de molino con las que comulgar. Como escribió Marie Curie, no se puede esperar construir un mundo mejor sin mejorar a las personas.

Los economistas de la corte y la propia corte no van de compras. No saben lo que cuesta llenar la cesta. Baste recordar aquella pregunta insidiosa en un programa televisivo de participación popular sobre el precio del café, al que ZP, atribulado como es habitual en su voz para esquivar del centro sus vacuidades, contestó sin pestañear: 80 céntimos. Desveló que hacía años que no pagaba un café.

Si preguntáramos a los gobernantes lo que ha costado esta Navidad el kilo de ternasco o de cardo, los cien gramos de angulas, la tableta de turrón comercial o la botella de un vino del Somontano, no hallarían la respuesta. Les parecería un arcano de más difícil resolución que un problema de física cuántica. Eso sí, conocerían el IPC, el porcentaje de cada impuesto y hasta el tanto por ciento de la reducción del precio del aceite de oliva. Inmersos en la superficialidad, no sabrían responder al incremento del oro dorado desde hace un par de años, el del gasóleo y el de las frutas, porque tal profundidad no interesa.

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Precisamente por ese desconocimiento, que implica un desdén ético e intelectual ya que significa que no ponen en marcha la maquinaria de la curiosidad no vaya a ser que les delate, no muestran ningún reparo a la hora de disparar los impuestos, porque en el fondo lo que preocupa -y de lo que viven los mediocres- es disponer de pasta para chundaratas de efecto electoral y crear empleo público apesebrado, ya que al privado contribuyen entre cero y menos diez.

En este universo nos movemos, en un falso debate sobre subida o bajada de impuestos, porque lo fundamental es que el dinero está ricamente en los bolsillos de los ciudadanos y, cuando se alivian con destino público, ha de ser para generar ingresos con los que articular infraestructuras y servicios indispensables, imprescindibles, para mejorar -otra vez Marie Curie- a las personas. Por eso es importante que las personas respondan precisamente con su gran instrumento en el sentido que proclamaba Nabokov: la curiosidad es la insubordinación en su forma más pura.