Ya de noche, a la salida de El Alcoraz, coincido con un padre y su hijo, camisetas de la Cruz de San Jorge. Han de tomar el coche que han dejado junto a la explanada del supermercado. Les espera el retorno hasta su residencia, cerca de Morella, Castellón. Doscientos kilometrazos. Vamos comentando que si esto, que si lo otro, que si éste, que si el de allá, que el fallo, que la roja, que las alternativas. Ellos no lo saben, pero en mi despedida, con el "¡buen viaje!" se llevan mi admiración. Esto es afición, éste sí que es el camino de la ilusión... aunque vuelvas, en vulgar expresión coloquial, "con el rabo entre las piernas". El orgullo y habitar durante dos horas El Alcoraz les ha merecido la pena. Y por eso me dice el progenitor que tiene que mirar cuándo se puede meter entre pecho y espalda esta panzada.
Inmisericorde y sistemáticamente son de esa grey dos amigos míos, Chema y Chus. Este sábado, con el anhelo de redoblar su júbilo, han celebrado su quinto aniversario de boda. Su historia es hermosa. Él, de Huesca pero residente en Zaragoza, donde ejerce su labor en las brigadas de limpieza de la capital. Ella, de la localidad navarra de Azagra -el pueblo de Gregorio Luri, el admirado pedagogo y filósofo de las verdades como puños-, trabaja como auxiliar sanitaria.
Explico esta historia de amor para quienes este sábado, alrededor del minuto 45, se dedicaron a silbar algún fallo en el pase de jugadores azulgranas. Para que dimensionen, para que contextualicen su inadecuada y exagerada -tanto como legítima, que para eso pagan- protesta. Chus Vidondo y Chema Martínez, hace un lustro, vinieron a celebrar la "post boda" a Huesca. Con sus trajes nupciales fueron a dos catedrales: a la episcopal y a El Alcoraz. Hay fotografías que lo acreditan.
Su casa es un monumento al oscensismo. Banderas, bufandas y otros motivos de la Sociedad Deportiva Huesca, de Bada Huesca y del Club Baloncesto Peñas. Un espectáculo visual que se distribuye por puertas, por sofás, por sillas, por camas... y, naturalmente, su can al que adoran y que viste su camiseta del Huesca con gran donaire. Chema, que toca la caja en su Cofradía de la Semana Santa zaragozana, ensaya con la elástica de la Cruz de San Jorge, enhiesto el ademán, feliz, mientras Chus le retrata.
No pienses, querido lector, que su vida ha sido de color fucsia. En la convivencia, han aprendido a combatir a través del entendimiento cualquier atisbo de desencuentro y a soportar reveses como el fallecimiento de la madre de Chus o un golpe de salud de Chema ya resuelto, un golpetazo que aún les ha unido más. Pero se agarran a su fe y a su esperanza, a su manera propia de orar que se demuestra cuando desfilan en la Ofrenda de Flores y Frutos a San Lorenzo orgullosos de ser de Huesca, porque los de Huesca nacemos en Azagra, en Lodosa o hasta en Bilbao, si se presta.
Este sábado, para ellos, era fecha de las de marcar en el calendario. Cinco años desde su unión matrimonial. Y hasta aquí cogieron el autobús, y sufrieron en El Alcoraz, y lamentaron, como yo, la derrota. Y, sin embargo, porque se creen el FSSR, reblan menos que antes del 0-1. Y a su ejemplo nos agarramos los que incurrimos en debilidad, en cortoplacismo, en ventajismo. No nos pudimos despedir porque me quedé escribiendo nuevamente en la soledad del estadio vacío, pero nos enviamos por wasap un fuerte abrazo. Ellos creen que me admiran, pero les aseguro que su sencilla sabiduría del oscensismo me tiene fascinado. Y es que, este día 7 de septiembre, impartieron una lección magistral: el resultado no es lo fundamental, lo crucial es el espíritu y la creencia. Y ahí Chema y Chus son dos absolutos genios de la coherencia. Gracias y muchas felicidades, Chema y Chus, Chus y Chema, el tanto monta del Huesca y de Huesca.