Mi amigo Alfonso Sánchez-Tabernero, rector que fue de la Universidad de Navarra durante una década, ha explicado en más de una entrevista que escogió entre otras alternativas estudiantiles el periodismo porque concebía que contar la verdad hacía que el mundo progresara. Luego, en lugar de ejercerlo en trinchera, quedó fascinado por un aspecto universitario que le inclinó por esta institución: porque es un ámbito de libertad y de universalidad. Al final, entre uno y otro, tienen la misión de crear comunidades más libres, respetuosas, cohesionadas y mejor formadas.
Idéntica pulsión sentí yo mismo cuando mi inclinación a la Filología fue superada por la comodidad de estudiar Periodismo en mi ciudad de residencia. Al inmovilismo le sucedió inmediatamente la fascinación por lo que representa comunicar, esto es, compartir lo que la pericia del oficio permite aprehender para disponer de la oportunidad de entregarlo a los demás. Sí, debe haber un punto de servicio a la comunidad. De lo contrario, el periodismo pierde su sentido para convertirse en otras prácticas menos recomendables.
El derecho de saber del lector, del oyente, del telespectador, es correspondido por el deber de informar del profesional. De ahí que, si somos capaces de leer nuestro propio interior y encontrarnos continuamente con nuestro ser ético, sea irrenunciable concebir esa dualidad indisoluble por un sistema democrático de libertades. Aunque no viva sus mejores tiempos la relación que debiera ser indefectible entre la ilustración y el progreso, sólo en un camino paso a paso hacia la reconstrucción de un edificio cultural y educativamente sólido se puede crecer.
Esta semana, a raíz de la publicación de las cuentas de Tuhuesca de 2020, han sido muchos los que me han preguntado si merece la pena ese esfuerzo por dar luz a cifras que, además en este caso, están reflejadas en un portal de transparencia. Y si no temo represalias o enemistades. Y la respuesta, inmediata porque viene de serie en la evolución intelectual de este aprendiz perpetuo, es la convicción de que la rectitud es el camino. Replicando a Gandhi en el concepto, no hay caminos para la verdad, la verdad es el camino. Que, para copiar y pegar, para ser acrítico, para anteponer los intereses pecuniarios a los generales de esta provincia, para convivir indignamente con el poder, no ha nacido EL DIARIO DE HUESCA. Que, si somos uno más, seremos uno menos. Y que sólo apreciar las reacciones de satisfacción por conocer para hacerse la propia opinión, ya reconforta tras el laborioso proceso de buscar en las líneas y las entrelíneas lo que se esconde en años y años de falta de control y de tutela de instituciones y organismos varios.
El conocimiento de la realidad nos hace transitar de ciudadanos descuidados a personas avezadas, y en esa transformación el ser humano mejora en su integridad con el alimento del criterio. Será objeto de otros artículos editoriales la profundización en el sentido de una sociedad de promoción turística que gasta (en algún caso sí invierte porque no todo es negro ni blanco) suculentas cantidades de recursos en fines que para nada tienen que ver con su objeto. Eso sucederá con el análisis de los ejercicios posteriores que, contra toda lógica, no han sido siquiera publicados. Pero estas verdades como puños, en este día de hoy, 2 de agosto de 2023, no representan sino la confirmación de un compromiso ante toda inquietud por las consecuencias de dar luz a escenarios de opacidad y de oscuridad. Tu derecho a saber, querido amigo, refuerza nuestro deber de informar. Y si aquel no tiene límites, éste no puede padecer condicionantes. Para eso ya están los demás. Y, como canta Ana Torroja, lo que opinen los demás está demás.