La domesticación del Estado por una sociedad fuerte

Nos hallamos en tiempos de "vacaciones morales" en las que hemos desprendido la carga ética que incomoda a los gobernantes

11 de Marzo de 2024
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Concentración en el Ayuntamiento de Barbastro
Concentración en el Ayuntamiento de Barbastro

Proclama tras proclama, falacia tras falacia, este país se ha acostumbrado a combatir sus grandes traumas con declaraciones grandilocuentes que expresan que saldremos más fuertes. Y es rigurosamente... incierto. Esta mañana, los minutos de silencio en Huesca y otras ciudades de la provincia, como otras capitales de España, han constatado que la distancia -temporal- es el olvido. Y eso sin tener en cuenta el escenario del horrendo crimen, Madrid, división pura ante un horror que nos debió unir y nos ha quebrado por la manipulación de las banderías.

No sé si porque la futura ley de amnistía proclama que el terrorismo ha quedado devaluado como tipo ilícito (¿quién marcará la gradualidad del terror, si islamista, etarra o "procesero"), el caso es que la clase gobernante de este país ha decidido tomarse unas "vacaciones morales", desprenderse de la carga ética al más puro estilo de Nietzsche. La expresión de William James cobra toda su integridad porque, ante las protestas, las razones judiciales y las quejas por un verdadero atentado a la convivencia, el propio presidente se mofa reclamando a la oposición que se relaje, que va para largo la legislatura por más koldos que campen a sus anchas, mientras el ministro muñidor se desternilla y se atribuye una ley tan extraordinaria que Puigdemont y sus acólitos ya avanzan el siguiente paso: el referéndum de independencia, llamémosle sin eufemismos porque lo de la autodeterminación es un edulcorante para ocultar la ruptura de España.

Y, en estas circunstancias, con la miopía temporal y espacial, desvirtuadas las reglas más esenciales de la convivencia, sólo cabe trabajar por un nuevo tiempo como el que proclaman Acemoglu y Robinson (¿Por qué fracasan los países?): para conseguir el progreso social, para fomentar la cooperación y evitar la discordia, para promover el bienestar, necesitamos un Estado fuerte, pero que sea domesticado por una sociedad también fuerte. Una formulación esperanzada e imprescindible. Negarla es empezar a acuchillar al Estado y a esta vieja nación que es España

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