La España de las tres Es

La Selección Española de Fútbol, con sus lecciones de fluidez de Equipo, de Ética y de Estética, es hoy un paradigma para la convivencia, para el respeto y para la tolerancia

16 de Julio de 2024

Nunca había aguantado una celebración de un título internacional hasta el final. No es el formato televisivo que más me subyugue y, además, los excesos sobrepasan el permanente ejercicio de moderación que intento -no siempre consigo- practicar. No confundir moderación con tolerancia tontuna hacia los peores defectos, las más abyectas maldades. Hay cuestiones en las que conviene ser radical, porque sólo siendo radicalmente defensores de la libertad, de los derechos, las verdades y la paz se pueden promover.

Pero esta noche del lunes lo hice. Hay una serie de componentes que me han contagiado el entusiasmo, ese rapto divino por una causa como sostiene la etimología del término, por ese grupo de zagales que han portado la camiseta roja con un orgullo y una naturalidad magnéticos.

La Selección Española de Fútbol es la vida en sí misma. Es un modelo, primero porque es un Equipo. Con mayúscula la primera E. Y, para triunfar, un equipo ha de armonizar toda su diversidad para alcanzar el objetivo. Uno para, otro defiende, otro crea, otro contiene, otro centra y otro remata. Oficios distintos para que el resultado sea artístico a través de la creatividad.

Un buen partido de fútbol, como tantas otras manifestaciones en las que se combinan inspiraciones, esfuerzos y talentos, es una obra de arte en el sentido en el que Foucault proclamaba que no se circunscribe tal definición a la monumentalidad. Dani Olmo, o Lamine, o Nico Williams, o Morata tienen esa chispa de ingenio para superar la resistencia contraria. Pero también Carvajal, Le Normand o Cucurella interpretan cada intención aviesa de las delanteras contrarias para desbaratar sus planes. Y en medio Rodri o Fabián, o Pedri o Zubimendi o cualesquiera de la partida o del refresco utilizan sus habilidades para hacer funcionar los engranajes. El resultado final es que España es la selección con más Estética, segunda E, de Europa. Nadie lo duda.

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E incluso en la Estética tiene que haber Ética, la tercera. A través del carácter, de la conducta, la moral es el hilo conductor de la diversidad para el entendimiento. La celebración fue tan perfecta que la normalidad de lo plural se ha erigido en el único punto de crítica, acerba, eso sí, de quienes son incapaces de entender la naturalidad de un grupo de chavales que se comportan como tales en tal momento de euforia, pero que además tienen todos sus derechos ciudadanos para expresarse como su conciencia les dicte.

Este es un grupo que aporta esperanza (otra E) a nuestra sociedad. El seleccionador o Rodri se santiguan al empezar cada partido, Lamine mira al cielo con las palmas en alto para rezar a su dios Alá, los hay que no quieren demostrar simpatía con el presidente del Gobierno dentro de sus derechos como ciudadanos, exactamente igual que el común fue extraordinariamente complaciente con el Rey, la Reina, la Princesa y la Infanta. Será, entiendo, porque los conciben más cercanos y más autoridad, que no es lo mismo que más poder. Los hay que gritan Gibraltar español para escándalo ignorante de contertulios de doctrinarismo febril. Los hay que cantan "yo soy español" y los que son más discretos, quizás porque allí, en su tierra, les llaman traidores por haber marcado para España en medio de la comprensión, por cierto, de los anglófilos sobrevenidos que critican el cántico gibraltareño. Incluso existe la posibilidad, que a algunos les parecerá remota, en su enfermedad partidaria, de que cuando marquen goles Lamine o Nico no estén pensando en ninguna revancha contra una bandería política. Sus goles son para todos los españoles.

La Selección Española de Fútbol, con sus lecciones de fluidez de Equipo, de Ética y de Estética, es hoy un paradigma para la convivencia, para el respeto y para la tolerancia, para la pluralidad y la diversidad, para la capacidad de entender que una vieja nación no puede debilitarse en jirones por espurios intereses miopes. Para la negación absoluta de los estigmas hacia los jóvenes. Aquí podríamos recordar la expresión de Von Bismarck sobre la realidad de España como la principal potencia mundial a pesar de sus reiterados intentos de autodestruirse.

Y aquí podríamos despedir con esa frase que encantaba a Rubén Darío porque era la respuesta natural al desprecio que algunos sentían por él por su mestizaje, la de "ladran luego cabalgamos" que jamás salió de la pluma de Cervantes. Pero sí tuvo en su inexactitud una capacidad inspiradora para Goethe:

"Quisieran los perros de la cuadra

acompañarnos donde vayamos,

mas la estridencia de sus ladridos

sólo demuestra que cabalgamos"