El Feliz 2025, el Jubileo y la autenticidad social

Escoger entre la autenticidad y la coherencia con nosotros mismos y la comunidad o renunciar por complejos y comodidad

31 de Diciembre de 2024
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Apertura del Jubileo 2025 en San Lorenzo y la Catedral de Huesca

Estamos los cristianos, acomplejados por nuestros temores y cobardías, acorralados por la presunción de racionalidad que esgrimen los que, paradójicamente, no son capaces de reconocer la aportación de nuestra religión a la civilización actual, a la democracia, al Derecho y a los derechos universales. Renunciando a nuestras convicciones, que es tanto como traicionarse, escondemos nuestra fe y, con ella, las otras virtudes teologales. Probablemente, escuchamos demasiado a quienes, bajo un barniz al estilo del emperador desnudo, se autoproclaman progresistas o sociales, como si nosotros viviéramos en otra dimensión.

Mi experiencia es tan longa que, sin juzgar porque no me compete a mí, he visto centenares de ciudadanos en general y de políticos en particular que se arrogan el patrimonio del carácter social, todo sobre el fundamento de algunas convicciones que, apropiadamente analizadas, dejan mucho que desear en cuanto a progreso. Baste ver los vaivenes doctrinales en torno a la prostitución, las drogas o la protección de la vida, en estos tiempos en los que incluso los países comunistas no encuentran la piedra filosofal con la que revertir el envejecimiento de sus censos (léase China frente a India, pongamos por ejemplo). Exactamente de la misma manera, muchos de los que otorgan carnets de progresista han brillado por su ausencia en grandes obras sociales (léase las cenas de Alzhéimer) en las que hay que aflojar la faldriquera. Y he visto a muchos de la fachosfera soltando su pecunio.

He escuchado algunas mofas sobre el Jubileo 2025 que abrió en las diócesis altoaragonesas, atribuyéndoles un carácter anacrónico, y es incluso posible que en algunos aspectos de su semántica suene desfasado. Pero eso es tanto como renunciar a gozar de algunas de las obras del Siglo de Oro español interpretados en su español antiguo. El fondo es el mismo, pero hay teal diferencia de belleza...

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Sin embargo, en la homilía brillantemente concebida y pronunciada por monseñor Vicente Jiménez Zamora escuchamos y nos deleitamos tanto con su profundidad teológica, con la apelación a la esperanza parafraseando a los dos últimos Papas, con su interpretación de las Sagradas Escrituras como con el tránsito armónico y equilibrado hacia este valle de lágrimas, en el mismo camino que recorrió Jesucristo. No hay un solo discurso pretendidamente progresista que sea tan honrado intelectualmente y tan brillante como el que escuchamos en una Catedral abarrotada.

Cierto es que a un lector, en su libre albedrío, esta afirmación apodíctica puede parecerle cuando menos rebatible. Lo explicó el administrador apostólico perfectamente: en este mundo capitalista y consumista, al estar faltos de esperanza y sentido trascendente de la vida, hay quien llega sediento y, al ver el agua correr, acaba reconociendo que la sed que siente no la calma el beber.

El Jubileo 25 y el año 2025 es una oportunidad para trabajar codo con codo, brazo con brazo, corazón con corazón, contra el pesimismo existencial que exige la misericordia y una elevación de nuestras miradas de baja dirección. Concebir que es posible condonar las deudas a los países pobres, liberar a los presos injustamente encarcelados, acoger a los refugiados emigrantes (oportuna alusión al Levítico), abrazar la paz frente a las guerras y abrirse a la vida humana: "Si ponemos a los hijos en último lugar, nunca nacerán".

Compasión, igualmente, con los enfermos y con los ancianos a los que acompañar. Empatía con los jóvenes porque en su responsabilidad con el futuro han de encontrar alicientes morales que hemos de dotarles. Y cuidado del medio ambiente, "la patria de todos, la tierra común".

Monseñor Jiménez Zamora ofreció las herramientas de la sinodalidad y de la oración que a los creyentes confiere fuerza y consuelo para mantener viva la vela de la esperanza en tiempos difíciles, ante los dolores, en la enfermedada, en las crisis, en las depresiones y hasta la muerte.

Un lector de John C. Maxwell identifica perfectamente en una Eucaristía como la de monseñor Jiménez Zamora la oportunidad de salir con algo que pensar, algo que decir y algo que hacer, la trinidad en la que el pensador norteamericano criba las buenas conferencias respecto al resto. Aunque las palabras las lleva el viento, aprehender las de este domingo contribuye a escoger entre la autenticidad y la coherencia con nosotros mismos y la comunidad o renunciar por complejos y comodidad a encontrarnos. A mí me gusta pensar que es una buena manera de felicitar el año 2025 y, de paso, vivir el Jubileo 25. Que, además, es el 1800 aniversario de nuestro mártir San Lorenzo. No caben más argumentos ni mayores oportunidades para vivir en nuestra integridad. Feliz 2025.

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